Un retrato sociopolítico a través del CIS
En el libro La clase obrera no va al paraíso, de Arantxa Tirado y Ricardo Romero hacen hincapié en el hecho de que, de forma aparente, la clase obrera, de un tiempo a esta parte, ha dejado de ser el sujeto histórico de transformación que había sido antaño. Al menos esta es la imagen proyectada por los medios de comunicación e incluso por cierta élite académica progresista, que parecen haber dado por muerta a esta clase social, absorbida y reconvertida en una aséptica clase media, aunque resucitada de vez en cuando para ser denigrada mediante la explotación de todo un conjunto de prejuicios forjados, muchas veces, al calor de figuras mediáticas que supuestamente sintetizan los elementos característicos de sus miembros.
Sin embargo, y a pesar de esta entelequia, siguen existiendo obreros y obreras en el mundo y, por supuesto, en el Estado español. De hecho, según los datos del último barómetro del CIS, publicado el pasado mes de abril, el 41,1% de la población española forma parte de esta categoría (el grupo poblacional más numeroso), por lo que, a pesar de los esfuerzos de algunos para silenciarlos, estamos ante un grupo poblacional cuya voz es determinante para entender la realidad sociopolítica de nuestro entorno. Así pues, saber qué nivel de recursos tienen, qué preocupa o que piensan estos más de 19 millones de obreros y obreras no es ya una opción, sino una necesidad para cualquier persona que aspire a entender qué se cuece en las entrañas de nuestra sociedad
El estatus socioeconómico según el CIS
Antes de empezar el análisis, es obligatorio resaltar que el presente artículo no aspira a describir la realidad sociopolítica de la clase obrera en el Estado español, sino a hacerlo sobre aquellos y aquellas que, según la propia clasificación del CIS, responden a las categorías de obreros cualificados (manuales cualificados/as, semicualificados/as, capataces/zas y artesanos/as) y obreros no cualificados (obreros/as de la industria y de los servicios, y jornaleros/as del campo). Su realidad será comparada con las otras categorías socioeconómicas que establece el CIS, esto es: (1) clase alta/media-alta, (2) nuevas clases medias y (3) viejas clases medias.
Que esta clasificación sea o no una representación fidedigna de las clases sociales en el Estado español es un debate que transciende este escrito y que, en cualquier caso, no pretende ser abordado en estas líneas.
Perfil socioeconómico de la población obrera
Entrando ya en el análisis de los datos, un primer factor que llama la atención es que el nivel de estudios alcanzado por la población obrera es sensiblemente menor al de otras categorías socioeconómicas, especialmente en cuanto a estudios superiores se refiere. En este sentido, solamente un 2,2% de los obreros no cualificados y un 4,7% de los obreros cualificados declara tener estudios superiores, un nivel de estudios que, en cambio, sí declara un 70,5% de la clase alta/media-alta, un 18,3% de las nuevas clases medias y un 12,7% de las viejas clases medias. Por contra, un 8,2% de los obreros no cualificados y un 8% de los cualificados declaran no tener estudios, cifras que solo se repiten en las viejas clases medias y que la clase alta/media-alta (0,4%) y las nuevas clases medias (1,3%) desconocen. Al mismo tiempo, casi un 70% de los obreros no cualificados declara tener solamente estudios primarios o 1ª etapa de secundarios, así como casi un 60% de los obreros cualificados, unos patrones que, de nuevo, solamente se asemejan a los de las viejas clases medias (con algo más del 50% de los individuos en esta situación). Como puede verse, el sesgo en el nivel de estudios por clase social es manifiesto, lo que con toda probabilidad es un reflejo del papel que juega el nivel de estudios en la transmisión de la posición de clase.
Otro elemento destacable es el hecho de que el paro tiene una presencia mucho más elevada entre los obreros que entre el resto de categorías sociales. Concretamente, un 28,5% de los obreros no cualificados afirman encontrarse en situación de paro, una situación que entre los obreros cualificados alcanza el 20,6%. Estas cifras contrastan con el 5,6% de paro en las viejas clases medias y con el 8,6% de paro en la clase alta/media-alta, y quedan también por encima del 17,7% de parados en las nuevas clases medias.
Seguramente en consonancia con esta realidad, y también con puestos de trabajo más precarios, la población obrera que trabaja muestra una mayor inseguridad en cuanto al futuro de su trabajo. Tanto es así que solamente un 29,3% de los obreros no cualificados y un 30,3% de los obreros cualificados responden “nada probable” a la pregunta sobre la probabilidad de que en los próximos doce meses pierda su empleo actual. Este nivel de seguridad es mucho más elevado entre las viejas clases medias (60,6%), la clase alta/media-alta (48,2%) y las nuevas clases medias (42,3%). Por contra, un 18,7% de los obreros no cualificados cree que es muy o bastante probable que en esos doce meses pierda su empleo, así como un 12,6% de los obreros cualificados; en un sentido opuesto, solamente un 3% de las viejas clases medias, un 8,8% de las nuevas clases medias y un 9% de la clase alta/media-alta lo considera muy o bastante probable.
Finalmente, cabe destacar que alrededor de un 40% de los obreros declara que los ingresos de su hogar no superan los 1.200 euros netos mensuales. Concretamente, casi la mitad (45,5%) de los obreros no cualificados afirman encontrarse en hogares de este tipo, una situación que también declaran casi 2 de cada 5 obreros cualificados (39,3%). En cambio, esta misma realidad es vivida “solamente” por el 9,6% de la población de clase alta/media-alta, por el 24,1% de la de nuevas clases medias, y por el 29,5% de la de las viejas clases medias.
Cierta homogeneidad en las preocupaciones, divergencias en la felicidad
La situación socioeconómica propia de los obreros en el Estado español tiene su traslación a las preocupaciones de este grupo poblacional, lo que se traduce en algunas divergencias entre las preocupaciones de este segmento y las de los otros grupos, especialmente en cuanto a intensidad, aunque también en orden y en composición. En este aspecto, los obreros (cualificados y no cualificados) tienen las mismas tres principales preocupaciones que las viejas y las nuevas clases medias (paro, problemas de índole económica y pensiones), aunque en el caso de las viejas clases medias el orden de los factores es distinto (problemas de índole económica, pensiones y paro). Incluso con la clase alta/media-alta comparten la preocupación por el paro y los problemas de índole económica, pero, por el contrario, el tercer problema principal para los miembros de este grupo son la corrupción y el fraude, que no aparece entre las tres principales preocupaciones de los otros grupos.
Ahora bien, a pesar de este “consenso”, los obreros cualificados y no cualificados tienen una preocupación sensiblemente más elevada por el paro (40,2% y 47,8% respectivamente) que el resto de grupos (25% la clase alta/media-alta, 19,2% las viejas clases medias y 30,9% las nuevas clases medias), algo coherente con la mayor prevalencia de esta situación en este grupo poblacional, lo que hemos comentado en párrafos anteriores. En el resto de temas, su nivel de preocupación no difiere de forma destacable con el resto de grupos.
Finalmente, los obreros no cualificados tienden a ser ligeramente menos felices que el conjunto de la población, a la vez que los obreros cualificados superan a las viejas clases medias en felicidad. Concretamente, a la pregunta de si se consideran personas felices o infelices (donde 0 es completamente infeliz y 10 completamente feliz), un 19,3% de los obreros no cualificados responde con entre un 0 y un 5, unas respuestas que no llegan al 9% en el caso de la clase alta/media-alta y que se quedan con un 12% en las nuevas clases medias. Tras estos dos grupos, las respuestas de 0 a 5 congregan a un 13,7% de los obreros cualificados y un 14,7% de las viejas clases medias.
Más de izquierdas, más del PSOE que de Podemos, y menos participativos
Por último, y tras observar las características socioeconómicas, las preocupaciones y la felicidad de los obreros y las obreras españoles, cerraremos este breve análisis centrándonos en la autoubicación en el eje izquierda-derecha de este grupo poblacional, así como en su comportamiento electoral, para observar qué diferencias encontramos, si es que existen, entre este grupo con los otros grupos, y con la población en su conjunto.
Así pues, como primer elemento podemos afirmar que la población obrera está más a la izquierda tanto en relación con la población en general como en relación con los otros grupos establecidos por el CIS. Concretamente, a la pregunta de autoubicación en el eje izquierda-derecha (donde 1 es izquierda y 10 derecha), y descontando a aquellos que responden “no sabe” o “no contesta”, encontramos que un 78% de los obreros cualificados y un 77,3% de los obreros no cualificados se sitúan en una escala del 1 al 5, porcentajes sensiblemente más elevados que en el conjunto de la población (73,6%) y que en el resto de grupos (62,4% en las viejas clases medias, 73% en la clase alta/media-alta y 73,6% en las nuevas clases medias). Así mismo, si miramos el porcentaje de personas que se autoubican entre 1 y 4, observamos que en ambos grupos obreros el porcentaje es del 49,5%, por encima, de nuevo, del conjunto de la población (46,5%) y de los otros grupos (39,3% viejas clases medias, 44,6% nuevas clases medias y 47,4% clase alta/media-alta). De manera opuesta, entre los obreros cualificados (10,3%) y no cualificados (13%) encontramos los porcentajes más bajos en ubicación entre 7 y 10, aunque en este caso las diferencias con la población en general (13,8%), con la clase alta/media-alta (13,4%) y con las nuevas clases medias (14,6%) no son tan acentuadas (sí con las viejas clases medias, con un 19,6% de sus miembros que se autoubican entre el 7 y el 10 en el eje izquierda-derecha).
De forma coherente, estas tendencias tienen su traslación en el voto. De nuevo, y si consideramos partidos de izquierdas a PSOE, Unidos Podemos y confluencias, ERC y EH Bildu, y partidos de derechas a PP, Ciudadanos, PDeCAT, PNV y Coalición Canaria, observamos que los partidos progresistas cosechan mayor porcentaje de voto entre la población obrera que los partidos de derechas. Así, las izquierdas atraen (en voto más simpatía) al 39,5% de los obreros cualificados y a un 33,2% de los obreros no cualificados, sensiblemente más que los partidos de derechas (27,5% y 27,2% respectivamente). En los otros tres grupos las derechas ganan a las izquierdas en intención de voto, pero el peso tan destacado de la población obrera sobre el conjunto de la población inclina la balanza a favor de las izquierdas con un 34,5% sobre un 34,2% de la intención de voto. En cuanto a los partidos, destaca el hecho de que el PSOE es el que cosecha mayor intención de voto en los dos grupos de obreros (21,9% en los cualificados y 24,4% en los no cualificados), convirtiéndose así en la primera opción por delante de Unidos Podemos y sus confluencias en los obreros cualificados, y de Ciudadanos en los obreros no cualificados. Por el contrario, Ciudadanos es el partido que registra mayor intención de voto en los otros tres grupos. Así pues, el comportamiento electoral entre los obreros y el resto de grupos es sensiblemente distinto, incluso en las preferencias por los partidos de izquierdas, ya que Podemos sólo consigue imponerse al PSOE en la clase alta/media-alta (19,1% contra 10,3%) y en las nuevas clases medias (13,3% a 13,2%).
Y para terminar, como último apunte, no podemos pasar por alto que, en comportamiento electoral, los obreros son claramente más abstencionistas que los otros grupos y que la población en general. Así, un 29,1% de los obreros no cualificados y un 24% de los obreros cualificados afirmaba que no iría a votar a unas elecciones generales, cuando este porcentaje sólo llegaba al 20,8% de la población en general, al 18,3% de las viejas clases medias, al 17,7% de las nuevas clases medias y al 15,9% de la clase alta/media-alta.
A modo de conclusión, si este artículo ha decidido centrarse en analizar el perfil sociopolítico de los obreros y obreras en el Estado español (con todas las limitaciones de método y espacio que arrastra) es porque pretende llamar la atención sobre un grupo poblacional que, tal como indicábamos al principio, aparece constantemente desplazado de la imagen y de los debates que diariamente transmite el conglomerado financiero-mediático que marca las líneas de discusión política en el Estado español. Aun así la realidad es tozuda, y a pesar de su invisibilidad, a pesar del poco interés que despiertan entre aquellos que opinan cada día sobre política, economía y sociedad, los obreros y las obreras están allí, participando del presente y del futuro de su comunidad. Tienen, pues, que ser reivindicados como sujeto político, ya que sus opiniones y su voto son determinantes, y seguirán ahí aunque algunos se empeñen en ignorarlos. Conocerlos, por lo tanto, no es una opción, sino una necesidad.
http://www.sinpermiso.info/textos/la-espana-obrera-un-retrato-sociopolitico-a-traves-del-cis
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