28 mar 2016

Trabajando gratis: las siete maneras en que nos dejamos explotar (a veces sin saberlo)

Cada vez es más frecuente que se hable del “trabajo gratis” como uno de los grandes males que afectan al mercado laboral. Estudiantes escandalizados porque sus prácticas no van a ser remuneradas, profesionales autónomos que sonríen cuando un familiar les pide “un favorcito” –por lo general, renunciar a su fuente de ingresos– y padres santiguándose por tener que seguir pagando el piso a sus hijos mientras estos esperan que sus “encarguillos” terminen proporcionando algún rédito.
Está claro que cada vez es más frecuente que se produzcan estas injustas relaciones laborales, pero también que no se trata de nada nuevo –antes otras formas de “trabajo gratis” estaban aceptadas– y que no toda esta labor es exactamente igual. Como señala una interesante investigación publicada en 'Media, Culture & Society', la frecuente cultura de trabajar sin cobrar tiene su origen en la expansión de la economía digital contemporánea.
En ella, señalan los autores, y a pesar de los mensajes generalmente positivos sobre la revolución tecnológica, el proceso de creación de valor es mucho más complejo e inmaterial, y por ello, es más fácil que surjan resquicios por los que se cuelen estas fórmulas. Términos como 'playbor' (de mezcla de “juego” y “trabajo”) o 'fan labor' (“trabajo de fan”) han sido acuñados para poner de manifiesto que en sectores como los medios de comunicación o las industrias del entretenimiento muchas personas pueden encontrar “satisfacción personal y compañía”, pero también, “explotación económica”. El dinero no es la única recompensa.
Los viejos términos utilizados por Marx en referencia al trabajo, el valor de uso y el valor de cambio, resultan mucho más complicados de aplicar cuando los principales activos de una compañía son inmateriales, como el conocimiento, la marca o la flexibilidad, lo que ha provocado que la cadena de creación de valor haya cambiado para siempre. Con el objetivo de entender un poco mejor cómo funciona esta dinámica, los autores de la Universidad de Karlstad en Suecia (Karin Fast, Henrik Örnebring y Michael Karlsson) han establecido siete categorías que nos ayudan a entender un poco mejor la naturaleza de este “trabajo gratis”.

El aprendiz

Durante siglos, los adolescentes (o niños) que se asomaban al mundo de trabajo pasaban un período más o menos largo de aprendizaje en el que descubrían los rudimentos de su labor, una fórmula tan común que provocaba que estos conformasen gran parte de la fuerza de trabajo. Nadie dudaba, por aquel entonces, que era la fórmula lógica, puesto que el joven aún no era capaz de producir al nivel de los maestros.

La situación, no obstante, ha cambiado. Aún hay aprendices como los de antes, que actualmente consideran su fase de preparación (la beca o las prácticas de turno) como una oportunidad para entrar en la rueda laboral. Si lo hacen bien, se quedarán, y confían en ser lo suficientemente buenos para conseguirlo. De ahí que autores como Kuehn y Corrigan hayan llamado a estas becas como 'hope labor' (“trabajo de esperanza”)

Ahí es donde se encuentra la trampa, señalan los autores: “Este trabajo de esperanza es desempeñado gratis o por un sueldo bajo en relación al valor creado, como ocurre con el becario que quiere un puesto permanente o un empleado que pretende ascender echando horas extra”. Paradójicamente, si el becario no es capaz de crear un alto valor (por el que nunca va a ser recompensado en consecuencia), no podrá quedarse en la empresa en la que se encuentra. Por lo tanto, señalan los autores, “el riesgo es asumido por el aprendiz y no por el empleador, que puede elegir entre una amplia competencia”. ¿Qué salen ganando los jóvenes? En el corto plazo, una pequeña autorrealización (“¡estoy trabajando!”) y, a la larga, quizá un puesto en la empresa. Quizá.

El buscador de oro

Durante el siglo XIX estalló en California la conocida como fiebre de oro, que movilizó a miles de personas a la Costa Oeste, en busca de un golpe de suerte con el que llenarse los bolsillos y retirarse para siempre. Hoy en día hay otros buscadores de oro, que “invierten grandes cantidades de tiempo sin que se les garantice ninguna recompensa, que probablemente sean explotados, pero que pueden encontrar una perla tan grande que nunca tendrán que volver a trabajar”.
Como ocurre con el aprendiz, ambos trabajan a cambio de nada. Pero mientras que aquel cruza los dedos por un pequeño beneficio (encontrar trabajo), este se lo juega todo a cambio de mucho. Es muy probable que el buscador de oro fracase. Pero si triunfa, ¡ay, si triunfa!, en ese caso “su recompensa será potencialmente mucho más alta que la del aprendiz”. ¿Cuáles son los buscadores de oro de hoy en día? Los directores de cine independiente, por ejemplo, que “a menudo tienen que llevar a cabo un montón de trabajo gratis simplemente para tener una oportunidad de triunfar”. Para los autores, no hay duda de que se trata de una fórmula cada vez más común, puesto que “hay menos posiciones permanentes que ocupar en la industria de los medios de comunicación y una mayor competencia por los mismos”.

El 'hobbist'

Respetamos este término sin traducirlo por “aficionado” porque no son exactamente lo mismo. Los que trabajan por 'hobby', no tienen ninguna motivación económica ni laboral a la hora de hacer algo que se parece sospechosamente a trabajo. Algo que ocurría hace décadas (o siglos), cuando los hijos de la alta burguesía y aristocracia se dedicaban a ser cantantes de ópera, actores o, simplemente, diletantes.
Los 'hobbists' se cobran su esfuerzo en diversión, y nunca esperarían nada más de sus supuestos empleadores, de ahí que resulten una figura tan suculenta para las empresas. En el fondo, todos formamos parte de este perfil, cuando escribimos nuestra opinión de un producto en internet, compartimos la noticia del estreno de una película que deseamos ver o interactuamos en las redes sociales con los creadores de contenido para manifestar nuestra aprobación o descontento. Nosotros nos divertimos, reforzamos nuestra imagen personal (“mira qué cosas más chulas me gustan”) y, de paso, servimos de publicistas.

El voluntario

Hay que agradecer a los voluntarios que lleven a cabo gran parte de proyectos de ayuda y cooperación que se escapan al interés de los estados. Su diferencia con los 'hobbists' es que su motivación es ante todo, altruista, y de esa manera contribuyen a mejorar la sociedad: “El trabajo voluntario supone una parte sustancial del mercado laboral de hoy en día y abarca de la participación de los individuos en temas de salud, organizaciones medioambientales o campañas de derechos humanos a programas de caridad o eventos deportivos”.
Hoy en día, la figura del voluntario se ha extendido a los creadores de contenido abierto en internet (como los contribuyentes a la Wikipedia), aunque la investigación propone otras figuras: los 'hackathones' de desarrollo de 'software', donde se genera contenido que se dona gratuitamente, o los moderadores de foros y comunidades 'online', que aguantan carros y carretas por amor al arte.

La presa fácil

La figura más interesante del listado, en cuanto que todos formamos parte de este grupo en un momento u otro: “Una característica clave de las redes de comunicación contemporáneas, ubicuas y conectadas, es que la gente puede que ni siquiera se dé cuenta de que algunas de sus acciones constituyen un trabajo que genera valor para otra persona”. Es el caso, señalan los autores, de los usuarios de redes sociales como Facebook o de buscadores como Google, que al utilizar dichos servicios, están generando valor para dichas compañías, aunque sea realizando un esfuerzo muy pequeño.
Fuchs señalaba en un artículo de 2010 que los usuarios de las redes sociales están sujetos a “infinitos niveles de explotación”, puesto que no gozan de ninguna compensación por todo el contenido que generan y que es de lo que se alimentan las mismas. Es más, ni siquiera son conscientes del valor que crean. No obstante, reconocen los autores, se trata de una distinción sobre la que hay mucho por discutir, puesto que como explicaba Andrejevic en un 'paper' de 2002, en la era del “cercado digital”, “no es posible evitar generar información que las compañías puedan privatizar y explotar para crear bienes y recompensas de acuerdo al perfil de sus consumidores”.

El cuidador

Ya Marx y Engels hablaron de las amas de casa, para las que acuñaron el término “trabajo reproductivo”, que hacía referencia al trabajo no remunerado que han tenido que desempeñar las mujeres a lo largo de la historia, del embarazo a la crianza de los hijos pasando por el cuidado del hogar o el apoyo sentimental de sus familias. A diferencia del mayor parte del trabajo, que producía bienes o servicios de manera pública, era un trabajo íntimo y afectivo que no recibía ninguna remuneración

Hoy en día, señalan los autores, lo más parecido son los moderadores de comunidades virtuales, cuya labor tiene “un fuerte componente emocional”, ya que “se aseguran de que los participantes sean tratados civilizadamente, solucionan conflictos y animan a los participantes a contribuir con su trabajo a la comunidad”. En el fondo, todos somos un poco cuidadores, sugiere la investigación: cuando afeamos la conducta a alguien a través de Facebook, estamos preocupándonos de que siga siendo un entorno seguro y cordial; o, simplemente, cuando subimos una foto a Instagram de nuestra comida, estamos asegurándonos que nuestros allegados (o unas cuantas decenas de perfectos desconocidos) sepan que nos va bien.

El esclavo

Siempre ha habido esclavos y, muy probablemente, los seguirá habiendo. Los autores recuerdan que, según los datos del Índice de Esclavitud Global, 30 millones de personas viven en esta situación, la mayor parte de ellos como esclavos sexuales o por deudas contraídas. Aunque la definición es muy amplia, el esclavismo “evoca relaciones de poder desiguales, elementos de coacción y trabajo esclavo realizado en malas condiciones”.
En las últimas décadas ha surgido una nueva manera de esclavitud, que como indica el estudio, nos recuerda que nuestros aparatos y redes tienen una parte más física de lo que pensamos. Es lo que ocurre, por ejemplo, en la célebre Foxconn, pero también en otras ciudades-fábrica similares, en las que gran parte de la mano de obra está formada por niños y mujeres. Aunque en muchos casos los trabajos sean remunerados, la escasa capacidad de los empleados para elegir y los irrisorios sueldos lo convierten en “trabajo gratis” que, como hemos visto, adopta muchas más formas que las prácticas no remuneradas o los favores no pagados. Y, probablemente, sólo hayamos visto el principio.

http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2016-03-23/trabajando-gratis-siete-maneras-dejamos-explotar-sin-saberlo_1172954/























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