24 may 2018

Mujeres contra la guerra

La celebración del día internacional de las Mujeres por la Paz y el Desarme recuerda las campañas realizadas por las británicas que se opusieron a la OTAN y a la instalación de sus bases militares
Hoy 24 de mayo, se celebra el día internacional de las Mujeres por la Paz y el Desarme, una celebración fue instaurada por grupos pacifistas de mujeres europeas para recordar las campañas realizadas por las británicas que se opusieron a la OTAN y a la instalación de sus bases militares.
Días internacionales para causas justas, llenas de valores, empatía, solidaridad e internacionalismo rellenan nuestro calendario casi de una manera automática. Sin embargo, este año, en el que millones de mujeres llenaron las calles el 8 de marzo como nunca antes se había visto, el año en el que 5 millones de mujeres hicimos huelga en el estado español, el año en el que millones de mujeres autorganizadas salimos a la calle llenas de rabia, indignación, náuseas y dolor en la boca del estómago, por la sentencia injusta y misógina de la Manada, este día merece una mención especial.
Marielle FrancoEl día Internacional de la Mujer por la Paz y el Desarme se conmemora no por recordar una masacre, sino para tener presente la fuerza de las iniciativas de los movimientos de mujeres pacifistas, que insisten en que la estrategia del fortalecimiento militar como política preventiva en la construcción de la paz es, no sólo un camino falso, sino una contradicción en sí misma. Una de esas cosas que de acuerdo con el famoso sentido común, nos debería chirriar. Y cuanto menos, poner en alerta.
Es también este mismo año, en el que vemos cómo los ataques, agresiones y asesinatos a defensoras de Derechos Humanos no cesa: Berta Cáceres o Marielle Franco son nombres de una tragedia que en América Latina recoge cifras desoladoras: 2.197 agresiones a mujeres defensoras de Derechos Humanos según un informe de IM- Defensoras. Los principales responsables de las agresiones son, en su mayoría, de los Estados: policías, militares o autoridades.
Paradojas de la vida, también es el año en el que la agenda europea de política de defensa cobra más peso. Hace unos meses, Jean Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, afirmó que 2018 sería el año de la cooperación militar reforzada: una serie de iniciativas de coordinación e inversión militar, que enmascaradas bajo el mantra técnico, justifican la creación de un ejército europeo. Idea, la del ejército europeo que tampoco es nueva.
Lo que sí supone una novedad, es la ligereza y el descaro con el que los debates sobre política de defensa común en la Eurocámara se han hecho más habituales. Como es de esperar, la Gran Coalición aplaude sin tapujos el proyecto. Enmascarado en argumentos “técnicos”, la gran coalición abrazando el mantra neoliberal y tecnócrata. Parte de los socialdemócratas además lanzan la idea sesuda de que “viendo que los enemigos de Europa, euroescépticos y radicales están en contra de la Unión de la Defensa, nosotros estamos a favor”. Este argumento es no sólo infantil —o estás conmigo o estás contra mí— sino además es falaz. Y se fundamenta en precisamente en la asimilación del discurso hegemónico y del sentido común de las clases dominantes: hay múltiples amenazas y tenemos que combatirlas.
Para ello, el estado trata a su ciudadanía, a toda y sin excepciones, como posibles amenazas. Y a partir de ahí podemos justificar cualquier cosa: la ley mordaza, las cárceles para migrantes, los tuiteros y raperos en cárceles, las ONGs con barcos secuestrados, las defensoras del derecho a la vida con juicios abiertos...Y por supuesto, la inversión de dinero pública para garantizar esa seguridad. Como consecuencia, un nuevo sentido común quiere hacerse paso: seguridad versus derechos y libertad.
Resultado de imagen de Mujeres contra la guerraY en este estado de las cosas, con este nuevo sentido común atravesándonos la piel y desfigurándonos la cara, topamos con el entramado industrial armamentístico. Como se suele decir, “sigue el rastro del dinero y encontrarás la respuesta”. La industria de la seguridad y la defensa es un complejo entramado industrial donde se entrelazan los estados y las grandes empresas. Tampoco es nuevo. A partir de 2003 se comenzaron a elaborar los planes necesarios para un programa de investigación sobre nuevas tecnologías “de seguridad interior”, incorporándose formalmente al presupuesto de la UE en 2007 y abriendo las puertas a los lobbies de las empresas de armas para influir en la agenda de investigación sobre seguridad de la UE. Nuevas estructuras de gobernanza, fuera de cualquier tipo de control democrático, rendición de cuentas o transparencia, se consolidan como “policy makers” según la jerga burócrata de los pasillos de Bruselas. Así lo explica el informe Las Fuerzas del Mercado del Transnational Institute: “la novedad es que hace una década la Unión carecía de presupuestos específicos para asuntos de seguridad, justicia e interior.” Le veda se ha abierto y la barra libre para las empresas armamentísticas no ha hecho más que empezar.
La idea de que necesitamos más seguridad, más militarización, más control, más ejército europeo se levanta sobre un imaginario colectivo perverso y xenófobo. La estigmatización de los colectivos de personas subsaharianas, así como de origen árabe, no ha dejado de incrementar. Hasta tal punto, que se justifican medidas desproporcionadas, ilegales e inhumanas. Justificar los disparos, maltrato o mirar para otro lado ante los casos de esclavitud, sólo se entiende si consideramos que son bestias o animales, que no merecen ser tratados como humanos. O que son una amenaza militar y para nuestra integridad. Así pues, existe una especie de psicosis de estado, que encuentra en la islamofobia uno de sus mejores aliados. La construcción del discurso racista, no es una consecuencia de las políticas xenófobas y austericidas, sino una herramienta necesaria e imprescindible para apuntalar el proyecto no sólo racista, sino neoliberal de la UE. La Europa Fortaleza se construye sobre vallas, muros y concertinas, pero también se nutre de una masa de trabajadores y trabajadoras precarias, sin derechos y que además son vistos como una amenaza por las clases populares. La guerra entre pobres, la competencia a la baja, la lucha entre el último y el penúltimo.
Resultado de imagen de Mujeres contra la guerraComo decía Yayo Herrero recientemente en un artículo, las élites tienen “una enorme cohesión que deslumbra a personas agobiadas por la incertidumbre y el miedo a la precariedad, personas que perciben que no hay nada que hacer frente a ese despliegue de poder y que más vale estar debajo de su “manto protector”.La contrapartida de esta falsa protección – tú, en el fondo, no les importas nada- es considerar adversarios a los enemigos que señala el poder… El buen ciudadano es el que se ocupa solo de lo suyo, el que obtiene lo que necesita como debe ser, de forma honrada, pagándolo.” Y concluye que “para crear espacios de resistencia y reconstrucción sanos, en los que nos guste estar, es imprescindible reconocer y sentir que estamos en esto porque amamos la vida y la gente”.
Así pues, las mujeres seguimos reivindicando nuestro rol activo y decisivo contribuyendo a construir sociedades más justas, igualitarias y pacíficas. Desde el feminismo hay muchas lecciones que aprender. Pero sobre todo una práctica diaria y vital transformadora que pone en el centro la vida. Que entiende los cuidados, las redes de solidaridad y el apoyo mutuo como elementos transversales. Que no dé miedo comportarse con humanidad ternura y empatía. Que no nos asuste posicionarnos sin ambigüedad del lado de la vida. Aunque tengamos que aguantar la embestida tecnócrata y liberal que caricaturice nuestras posiciones pacifistas.
https://www.elsaltodiario.com/laplaza/dia-mujeres-contra-la-guerra-paz-desarme

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