Vamos a hablar claro. Esto se hunde. Fin de la partida. El capitalismo se acaba. ¿Actuamos?
Así como la Unión Soviética cayó por un problema de estancamiento económico agudizado por un exceso de planificación centralizada, el capitalismo occidental está cayendo por un estancamiento económico agudizado por la ausencia total de planificación centralizada (no hablamos del recorte de libertades). Cuando los estados no dirigen la economía de un país, lo hacen las (grandes) empresas privadas. Y estas no tienen por objetivo el bienestar social, sino el beneficio individual.
La Unión Soviética en crisis tenía un modelo alternativo que copiar y que parecía funcionar. Y lo hizo, con gran sufrimiento de su población. Paradójicamente, el capitalismo solo puede sobrevivir si se socializa (el beneficio, no solo los costes), es decir, si copia una parte del sistema soviético. La perfección no existe, pero sí experiencias exitosas a copiar.
Realmente, en los 90, ambos sistemas “rivales” estaban en crisis. Los sistemas basados en el crecimiento económico son insostenibles por definición, ya que las materias primas y el medioambiente son finitos. Pero la caída del telón de acero dio la sensación de que el capitalismo funcionaba y era la única alternativa socioeconómica viable. Y ese espejismo fue posible cebando la máquina de especular, es decir, de mover dinero sin producir riqueza alguna, un parasitismo; expoliando recursos naturales por todo el planeta; y recortando los derechos sociales y laborales para mantener el margen de beneficio empresarial y, teóricamente, la inversión (algo que se ha demostrado erróneo). Hablando claro, no hay más dinero en la economía, hay más crédito que habrá que devolver algún día.
Así, hemos llegado al momento histórico con mayor concentración de la riqueza en pocas manos. Esto, en un sistema que funciona a base de consumir, es letal. Si las familias son las principales unidades de consumo y, cada vez, tienen menos ingresos, cada vez consumen menos y el sistema colapsa. Si no lo ha hecho antes es porque se “inventaron” los créditos sin control. Pero, como hemos apuntado, no es crear riqueza, sino coger dinero del futuro y traerlo al presente. Una trampa para engañar a nuestros hijos.
El que Europa fijara el coeficiente de caja en el 1% fue una herramienta silenciosa. Nos explicamos. Si un banco tiene 1.000 euros disponibles, por ley puede prestar 990, mientras mantenga 10 en su caja. Pero como el préstamo que ha concedido le supone un “derecho” de cobro, se considera un activo y, por tanto, el banco puede disponer de ello. Puede volver a prestar 981 euros y dejar 9 en caja. Y así sucesivamente. De modo, que un banco que tiene 1.000 euros en caja, ha podido conceder préstamos por 100.000 euros, es decir, fabricado 99.000 euros (un 9.900 %) y exige el pago de intereses, por lo que el banco central deberá fabricar más billetes. Thomas Jefferson, uno de los fundadores de los EE UU predijo en 1802 que “si el pueblo americano permite un día que los bancos privados controlen su moneda, los bancos y todas las instituciones que florecerán en torno a los bancos, privarán a la gente de toda posesión, primero por medio de la inflación, enseguida por la recesión, hasta el día en que sus hijos se despertarán sin casa y sin techo, sobre la tierra que sus padres conquistaron”.
Como puede desprenderse, este dinero es ficticio, ni siquiera existe en papel, depende de la credibilidad que tenga el sistema. El día que varias personas van a sacar del banco más de 1.000 euros o varios de los préstamos no son devueltos, el banco quiebra. ¿Por qué se ha dado a los bancos el negocio de crear dinero y cobrar por ello cuando podría hacerlo el propio Estado y financiar su deuda gratis? España no tendría deuda pública de haber elegido este segundo método. O, dicho de otro modo, la deuda pública española (y mundial) se ha generado para enriquecer a los bancos. El sistema norteamericano es más garantista, ya que su coeficiente de caja es del 10% (un banco con 1.000 euros “solo” podría fabricar 9.900 euros). Aún así, la fabricación creciente de dinero tiene límite y más cuando se fabrica exponencialmente como en la burbuja española. ¿Nos imaginamos cuántas cosas se podrían haber hecho con los 4,4 billones de euros que ha fabricado el Banco Central Europeo para dárselos a bancos y grandes empresas si lo hubiera dado a familias, gobiernos y pequeñas empresas?
Entonces es cuando hablamos de la bolsa y los mercados secundarios, ese sistema que “garantiza” que el mercado, actuando sin intervención, llega al equilibrio económico. Obviamente es un oxímoron. Una empresa que vale 1.000 euros y saca acciones al mercado, se financia por 1.000 euros pero la especulación llevará este valor a 5.000 o a 0 según interese a los especuladores (un oligopolio). Está claro que alguien tiene que perder y no va a ser el especulador. Será el “dinero bobo”, como llaman los intermediarios financieros al ahorro de las familias (¿les suena aquello de que cualquier ciudadano puede ser capitalista comprando acciones o participando en fondos de inversión?). La bolsa es una lotería en la que ya se conoce el ganador, los grandes capitales especuladores.
En España, según las cuentas oficiales, las rentas del capital ya superan a las del trabajo. Es decir, la riqueza “creada” moviendo simplemente el dinero (especulando) es mayor que la riqueza obtenida de producir objetos o servicios para la población. Esto es insostenible. Pero, además, el 92% de los recursos del Estado español los proporcionan las familias. Es decir, la mitad de la riqueza “creada” en España casi no paga impuestos, casi no contribuye al mantenimiento y mejora de servicios públicos y se fuga continuamente a guaridas fiscales, vaciando el país de riqueza. Las grandes multinacionales destruyen más riqueza de la que crean, si es que crean algo. El consumo disminuye.
En un país de los más ricos del mundo como España, cada vez hay más precariedad laboral y, por tanto, vital. El 27% de los trabajadores ya son temporales y un 15% viven por debajo del umbral de la pobreza a pesar de tener un empleo. Un 40% de los hogares no pueden salir de vacaciones. En EE UU, el país más rico del mundo, un 43% de la población es considerada pobre —de ellos, 39 millones son niños—. La situación empeora constantemente.
El propio especulador George Soros ya ha dicho que él quiere pagar más impuestos y redistribuir su riqueza. Si no hay dinero en manos de las familias, él no puede ganar más. En Estados Unidos, con sanidad privada, 530.000 familias al año entran en bancarrota al tener que hacer frente a gastos de enfermedades. Muchos acaban viviendo en tiendas de campaña o en sus coches, mueren enfermos por no poder pagarlos o se suicidan. En Dinamarca, por contra, el país con la mayor presión fiscal de Europa (50%) la mayoría de su población (78%) piensa que paga poco o lo justo de impuestos. Frente a España, que con un 35% de carga fiscal media, un 58% de la población considera excesivo. En Dinamarca, el 32% de su población trabaja para el sector público, en España el 15%, justo el diferencial de desempleo.
La economía se hunde y el medioambiente está a punto de cambiar de modo irreversible, poniendo en peligro la supervivencia del ser humano, incluso. Las materias primas tienen fecha de agotamiento y no durarán más allá de 2050. Traerlas de la Luna no es solución, allí no hay petróleo. Es urgente un cambio de mentalidad y de paradigmas. Pero cualquier cambio pone en peligro el proceso de acumulación de los grandes capitales internacionales, quienes han usado todas sus poderosas herramientas para controlar gobiernos y partidos políticos. La decisión de Sánchez de convocar nuevas elecciones, innecesariamente, se circunscribe en esta guerra sibilina. En España, la única posibilidad de introducir cambios en el modelo podría venir de Unidas Podemos, que tiene poco margen de maniobra. Pero este pequeño margen ya produce miedo en los grandes poderes, que están usando todos los medios posibles para hundirlo: ataques mediáticos indiscriminados, unificación del resto de fuerzas políticas autodenominadas de centro o de izquierdas para demonizarlo, creación de “nuevas” alternativas políticas de “izquierda responsable”, financiación irregular de partidos, etc.
Los poderes saben que esto se hunde, pero aún no han encontrado antídoto para la enfermedad y, mientras, dan patadas al balón para que el juego continúe. Cada vez más expolio de los recursos naturales (¿aún alguien se cree que Irak tenía armas de destrucción masiva o Libia, Siria, Mali, Venezuela o Irán eran o son un peligro para la humanidad?). Cada vez más expolio de los recursos humanos (queremos a los emigrantes en sus países para que sigan produciendo para nosotros en condiciones de esclavitud ¿cuanto puede durar así?). Cada vez más dinero en pocas manos y, por contra menos en las de las familias (8 hombres poseen la misma riqueza que 3.600 millones, la mitad de la humanidad, nos revela un informe de Oxfam). Cada vez más dinero ficticio (España debe 4 veces lo que produce en un año, la mitad la deben empresas y bancos que no pueden devolver gran parte, quizás así entendamos por qué el gobierno permite que los bancos dejen sin vivienda a muchas familias, incluso después de haberlos rescatado con más de 100.000 millones de euros o que el BCE compre deuda de grandes empresas pero no de familias o pequeñas empresas; para algunas cosas sí hay dinero). Cada vez más concentración de las personas en las grandes ciudades, donde son más vulnerables al poder de los oligopolios y elemento esencial para permitir la especulación; por eso los pueblos se vacían (¿quién va a producir los alimentos?). Cada vez más contaminación en el planeta que machaca la salud humana y los ecosistemas. Nos acercamos a un punto de no retorno que podría acabar, incluso, con la evaporación de la atmósfera terrestre (en 100 años hemos quemado la mitad de las reservas de petróleo de la humanidad, no solo actual, también futura, hurtándonos una reserva energética esencial para afrontar crisis planetarias). Cada vez se hace más difícil el retorno. No es alarmismo gratuito, son, ya, evidencias científicas. Si no tomamos acciones contundentes pronto, la violencia acabará apoderándose de nuestras vidas (en forma de dictadura o de guerra).
Ya hemos criticado. Y ¿qué podemos hacer? Obviamente, y ya es urgente, hay que cambiar el modelo socioeconómico. Como nuestras generaciones están muy cómodas con su vida actual, no van a mover un dedo. Por eso los jóvenes deben tomar las riendas del planeta y las de su futuro.
Urgen acciones. Nuestra sociedad requiere una simplificación normativa y una complejización económica. Por un lado cada persona debe tener una seguridad jurídica que no requiera de continuas consultas a juristas. Decía Cornelio Tácito que cuanto más corrupto es un país más leyes tiene. Pocas pero que se cumplan. En cuanto a la economía, la globalización nos ha llevado a la oligopolización de todos los sectores, con dominio de grandes empresas transnacionales. Hay que diversificar con empresas nacionales, con empresas públicas, con cooperativas y economía social. Deben ser de tamaño pequeño o mediano, de carácter local, para evitar que dominen gobiernos a través de la corrupción. Y situarse en todo el territorio nacional, no solo en los grandes núcleos. Este sistema ya funcionó en la Unión Soviética. Igual con los ministerios y demás administraciones. España requiere una reforma empresarial antes que laboral.
Otras medidas urgentes son unos servicios públicos mínimos esenciales entre ellos educación pública gratuita incluida la universidad, sanidad universal, dependencia, pensiones y desempleo decentes (algunas ya funcionan en países como Dinamarca, Finlandia, Eslovenia o Portugal); derechos públicos inalienables como los de igualdad sexual, racial y social, vivienda, libertad de expresión (leyes mordaza o policía antidisturbios son síntomas dictatoriales); una economía continua, no creciente, estable, sin fluctuaciones pero segura que requerirá un decrecimiento hasta situar la economía en niveles medioambientalmente sostenibles, sobre todo en el consumo energético.
También urge la eliminación de bolsas y mercados secundarios (especulativos) y de de loterías, una lacra social que es el anti Robin Hood, roba a los pobres, y que no genera riqueza alguna, solo la redistribuye negativamente. Como urge la reducción al extremo de la movilidad mecánica individual en favor de la colectiva. No hay materias primas que garanticen movilidad individual para toda la humanidad. No existe movilidad no contaminante.
Además, es necesario que el trabajo esté cerca de casa y una distribución poblacional más equitativa espacialmente —en ciudades más pequeñas— y una economía pública en los sectores estratégicos de la economía, en competencia con el sector privado o en exclusividad: energía, transporte, farmacia, comunicación, banca... Sujeta precios, prioriza bienestar social y obtiene ingresos que permiten financiar al propio Estado o, como algunos quieren oír, reducir impuestos.
Otras urgencias son el control total del sector público en la fabricación de dinero —hasta en EE UU es así, aunque sea una empresa privada quien lo imprime— cuyo objetivo esencial debe ser la mejora de la calidad de vida de las personas; la revisión del sistema especulativo de fijación del cambio de monedas, sistema que esclaviza a los países más pobres y permite que sea “rentable” traer espárragos de Perú; el fin del expolio de sus recursos naturales y las guerras que provocamos para ello; y un sistema fiscal altamente progresivo —que es ligeramente redistributivo como el que tuvo España hasta los años 90, con tipos marginales del IRPF del 75% y la economía mejoró. Mayor peso de los impuestos directos.
La reducción de la dependencia energética de combustibles fósiles por debajo del 10%. la disposición de un sistema público y otro privado de economía (nuestra Constitución dice en su artículo 128 que “toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general”) y la lucha contra la evasión de capitales, guaridas fiscales e islotes patrios de elusión fiscal (SOCIMIs, SICAV, Comunidad de Madrid...).
Urge la reducción, si no eliminación, de las desgravaciones fiscales; educar en la intolerancia a la discriminación, al amiguismo como modo esencial de medrar; un consumo moderado, de bienes realmente necesarios y de alta calidad y duración. La mayoría de ellos producidos a poca distancia; la modificación de los parámetros alimentarios, con reducción drástica en la matanza de animales y peces; la conservación y ampliación de los pulmones verdes del planeta y el abandono de los tratados de libre comercio actualmente en vigor que, son herramientas para que las grandes multinacionales puedan saltarse las leyes nacionales para beneficio propio.
Es urgente la separación real de poderes y creación de un contrapeso popular que permita que las instituciones puedan ser fiscalizadas por cualquier ciudadano. ¿Por qué no testigos en juicios con capacidades anticorrupción? ¿Por qué los jueces son, en la práctica, impunes? Mayor movilidad funcionarial. En Suecia alardean de ser el país más democrático del mundo porque toda la documentación pública está a disposición de cualquiera. España está muy lejos. Ningún funcionario publico debe recibir regalos y con menos motivo médicos o jueces. Oficinas anticorrupción autónomas: Posibilidad de denuncias anónimas y máxima protección a denunciantes de corrupción.
Y urge además la normalización de los referendums como método habitual de tomar decisiones importantes en función de los intereses ciudadanos o que permita remover presidentes que no cumplen sus promesas o que promueven leyes en contra de la mayoría. Son habituales en Suiza, Estados Unidos, Canadá o Venezuela. Mayor descentralización del poder y participación ciudadana.
No es utopía, sino necesidad. Hay que poner a las personas y al planeta por delante del dinero. Y urge.
https://www.elsaltodiario.com/laplaza/un-futuro-de-mierda-
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