A finales de septiembre, el BBVA oficializó la retirada del que había sido presidente del banco en las últimas dos décadas. Con la jubilación a los 75 años de Francisco González se va el último de los ejecutivos que llegaron a la cúspide de la economía española durante el gobierno de José María Aznar. González era un broker financiero cuando su amigo le puso al frente de Argentaria antes de privatizar el banco y su posterior fusión con el BBV en 1999. A pesar de predicar un liberalismo ultra, con la mínima intervención del Estado, el expresidente del gobierno no dudó en colocar en la cúpula de las empresas antaño de ámbito público a personas cercanas, incluso amigos personales. Y en algunos casos la cosa acabó muy mal.
Por ejemplo, Juan Villalonga al frente de Telefónica. “De los años de [el colegio] El Pilar, mis dos mejores amigos eran Juan Villalonga y Juan Manuel Hoyos”, asegura Aznar en sus memorias. Villalonga y Aznar entraron juntos en unos de los colegios favoritos de las familias adineradas de Madrid. La larga amistad entre ambos quedó patente cuando el expresidente puso a su amigo al frente de Telefónica, por entonces la joya de la corona del sistema de empresas de España, aunque tras varios escándalos y tras haber orquestado su privatización total, Villalonga tuvo que dejar la compañía. Ahora este empresario vuelve a aparecer en los medios a raíz de las filtraciones de su “gran amigo” el comisario Villarejo. Fue el propio Villalonga quien le presentó a este a Corinna Zu Sayn-Wittgenstein.
Aún peor le fue a Miguel Blesa, compañero de pupitre de Aznar en la preparación de las oposiciones para inspector de Hacienda. Más tarde “trabaron una muy buena amistad cuando compartieron destino como inspectores de Hacienda en Logroño”, asegura la periodista Carmen Tomás. Desde el minuto uno en el poder, Aznar movió hilos para posicionar a su amigo Blesa. Primero logró colocarlo en el consejo de Antena 3 Televisión, en representación de Banesto. Esto fue posible “tras un acuerdo de Aznar con los responsables del banco antes de que fuera adjudicado a Santander”, explica el periodista José García Abad. Después Aznar lo aupó hasta la presidencia de Caja Madrid, a pesar de no tener experiencia bancaria. El desenlace de ese episodio es conocido: rescate con fondos públicos (el mayor de la historia de España), tarjetas Black y miles de pequeños accionistas y ahorradores en la ruina por las acciones preferentes. Blesa falleció con el nombre ya empañado tras un accidente con una escopeta de caza en julio de 2017. Aznar fue uno de los grandes ausentes en su entierro.
Manuel Pizarro presidía Ibercaja cuando su amigo Aznar llegó a la Moncloa. Fue quien le apodó cariñosamente como Franquito, mote con el que varios amigos se referían al expresidente debido a su costumbre de sumirse en profundos silencios y callar lo que realmente piensa, igual que el dictador Francisco Franco. Pizarro pasó de ser un agente de bolsa a convertirse en consejero de Endesa, El Corte Inglés, Telefónica y otras grandes empresas. En poco tiempo, este aragonés de familia franquista fue ascendido a la presidencia de la Confederación Española de Cajas de Ahorro (CECA) y poco después, en 2002, Aznar lo nombró presidente de Endesa, en sustitución de Rodolfo Martín Villa, también amigo del expresidente. Pizarro dejó la eléctrica en 2007 (14 millones de euros de indemnización mediante) y un año después se afilió al PP y fue número dos del partido en Madrid. La amistad de Pizarro y Aznar es tal que él mismo y su hija Blanca fueron testigos de la boda de Ana Aznar y Alejandro Agag. En 2016, al mismo tiempo que marcaba distancias frente a Mariano Rajoy, Aznar nombró a Pizarro vicepresidente de su think tank neoconservador, la Fundación FAES, donde coincidió con Blesa, Villalonga y otros amigos del exmandatario.
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