Estamos en guerra y vamos perdiendo por goleada. Sin embargo, hemos perdido batallas, muchas, pero no la guerra, las hemos perdido porque nuestro enemigo, la oligarquía, no ha encontrado ningún obstáculo y se ha envalentonado conquistando posiciones. Además, cree que somos unos mindunguis incapaces de reaccionar. Razones no les faltan, pueden constatar que la inmensa mayoría de la población está adormecida y adoctrinada por unos medios de comunicación que constantemente envían el mensaje, de quien está en el poder, de que lo hacen por nuestro bien. Estamos a tiempo de reaccionar, el enemigo se esconde detrás de nuestro sistema democrático, agazapado y contando mentiras a su propio y único interés. Lo extraño, lo sorprendente son las reglas de juego: una persona, un voto y la suma de votos hacen mayoría y las mayorías gobiernan a favor de los votantes ¿Qué coño pasa entonces para perder por goleada? La respuesta tal cual, sin florituras, es la ignorancia supina, no de las reglas de juego de la democracia si no de las más elementales pautas de cómo han montado el tinglado al que nos vemos sometidos. Se pueden hacer mil manifestaciones callejeras con miles de personas, se puede hacer toda la bulla que se quiera frente una oficina bancaria, les entra por un oído y les sale por el otro. ¿Entonces que podemos hacer? Espabilar, salir de la inopia y entender lo que nos pasa. Nuestra arma letal es el conocimiento, el antídoto contra la picadura de la mosca del sueño que adormecidos, la oligarquía, nos hacen creer que las vacas vuelan, y lo jodido es que se acaba aceptando que despegan y aterrizan con toda normalidad.

Fabrican emisiones de deuda, como los préstamos hipotecarios que “empaquetan” y los convierten en unos títulos que llaman bonos por valor de 100.000€ cada uno y los venden en el mercado financiero. Esa fabricación de moneda se llama titulización, y si esa maquina de fabricar moneda no para de emitir bonos, la deuda se expande sobre la sociedad. Los efectos de este descontrol de la banca, por hacerse grandes y que las cúpulas recibieran comisiones super millonarias, nos ha llevado a donde estamos. Quienes tenían que supervisar que la codicia tuviera una contención no lo hicieron, ahora unos y otros se lavan las manos y los verdugos se disfrazan de victimas y todo queda en que el populacho ha querido vivir por encima de sus posibilidades. La mentira se ha instalado y para poder salir de esta ciénaga nos hace falta coraje y un arma. El conocimiento es nuestra mejor arma para el combate en la Batalla de las Termópilas, donde Leónidas y 300 guerreros espartanos hicieron frente al persa Jerjes I con una poderosa armada acompañada de un millón de combatientes. Vuelvo otra vez con lo mismo, desde luego que se trata de una fantasía histórica, pero lo traigo a colación por el detalle de los 300 guerreros que estaban lo suficientemente preparados para dar una buena paliza a sus enemigos persas. Para el desafío no hacen falta diez millones de votos para cambiar las cosas, basta con 300 aguerridos y preparados voluntarios, con un puñado de abogados y unos jueces que impartan justicia para acabar con ésta plaga de desatino que pone a la gente con los muebles en la calle. En definitiva, se buscan estos aguerridos/as espartanos situados en cada una de las poblaciones de España dispuestos a mover el culo del sofá y dispuestos a formar un núcleo de resistencia que informe a los desahuciados de su población que existe una esperanza.
Se haced camino al andar

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