El 26 de abril se cumplen 29 años del accidente de la central nuclear de Chernóbil (Ucrania), que mostró al mundo el enorme peligro de la energía nuclear. Todavía hoy la central sigue siendo una amenaza y es imprescindible gastar grandes cantidades de dinero en intentar aislar el núcleo del reactor. Ecologistas en Acción pide que se proceda al cierre escalonado de las centrales nucleares y se detenga el proyecto del ATC que se pretende construir en Villar de Cañas (Cuenca) sobre un suelo inadecuado.
La central nuclear de Chernóbil, puesta como ejemplo de seguridad por los expertos poco antes de 1986, sorprendió al mundo con un terrible accidente que desprendió una nube radiactiva que viajó por toda Europa, que contaminó severamente unos 150.000 km2, convirtió en inhabitable un radio de 30 km en torno a la central y afectó a unos 7 millones de personas. La república más afectada fue la de Bielorrusia, demostrando el hecho obvio de que la radiactividad no respeta las fronteras y que los mecanismos nacionales de vigilancia y regulación son claramente insuficientes.
Todavía hoy existe una amarga controversia sobre el número total de víctimas mortales causadas por el accidente y la radiactividad. Esta cifra varía desde las 35, que sostiene la Organización Mundial de la Salud (OMS), hasta las 200.000, cifra que da la Academia de Ciencias rusa. Es escandaloso que la OMS no sea un agente independiente en este tema y se vea obligada a negociar la comunicación de los impactos de accidentes nucleares con el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), uno de cuyos fines declarados es impulsar el uso “pacífico” de la energía nuclear.
En la actualidad, el reactor accidentado sigue suponiendo un peligro, puesto que el sarcófago con que se lo cubrió tras el accidente no garantiza que no se produzcan nuevos escapes. De hecho, este sarcófago cuenta ya con más de 200 m2 de fisuras, que permiten la entrada de agua de lluvia y la salida de radiactividad, y sufrió derrumbes parciales en 2014.
Ante esta situación alarmante, la comunidad internacional ha decidido reimpulsar la construcción del nuevo sarcófago, que está planeado desde los primeros años 2000, en que hubo ya que reforzar el sarcófago original, y cuya construcción se vio frenada en los años más duros de la crisis financiera. El coste final supera en más del 60 % el calculado inicialmente y puede llegar a 1.700 millones de euros.
El tiempo es una variable peligrosa, puesto que se desconoce el estado en que se encuentra el reactor, que todavía contiene unas 200 toneladas de uranio y unos 400 kg de plutonio. Por tanto es perentorio construir este nuevo sarcófago de más de 200 m de alto y de más de 50.000 toneladas para cubrir la central.
Para Ecologistas en Acción, las lecciones aprendidas en Chernóbil no se han aplicado en el mundo, puesto que se sigue apostando por la energía nuclear a pesar de los peligros que conlleva. En nuestro país no se contempla construir centrales nuevas, dado que existe un exceso de potencia eléctrica instalada y su enorme coste, que puede superar los 8.000 millones de euros, tal como muestra el reactor de Olkiluoto, en Finlandia.
Sin embargo se apuesta por la prolongación de la vida de las existentes hasta los 60 años, con el evidente peligro que eso supone, ya que todos los sistemas de la instalación se degradan severamente con el tiempo. Ecologistas en Acción estima que 30 años de vida son más que suficientes y deberían cerrarse todas las centrales españolas de aquí a 2018, empezando por la no reapertura de Garoña (Burgos), que está en condiciones lamentables.
Además de los problemas de seguridad, las nucleares generan residuos radiactivos de alta actividad, para cuya gestión no existe ninguna solución satisfactoria en ninguna parte del mundo. En nuestro país se pretende construir un Almacén Transitorio Centralizado (ATC) en Villar de Cañas (Cuenca), donde se guardarían los residuos de alta de todas las centrales durante un periodo de 70 años.
Sin embargo, el emplazamiento elegido está aquejado de graves problemas geológicos e hidrológicos. En efecto, se trata de una zona con el acuífero muy superficial, que se inunda cuando llueve, lo cual puede afectar al ATC y haría que se contaminara el acuífero en caso de rotura de algún contenedor. Además, tienden a formarse dolinas en el territorio con el evidente riesgo en la cimentación. Por si todo esto fuera poco, la estabilidad del terreno no está garantizada por estar sobre una zona de arcillas expansivas, lo que convierte en inviable una cimentación segura. A pesar de todo esto, el Gobierno se empeña en mantener el proyecto y la empresa ENRESA sigue enterrando dinero en la zona en forma de contratos con empresas.
En esta época de aniversarios nucleares desgraciados (Fukushima, Harrisburg, Chernóbil), lo más sensato sería abandonar paulatinamente la energía nuclear, cerrando todas las plantas antes de 2018 según cumplan 30 años, y abrir un debate ciudadano sobre cual es la forma de gestión menos mala para los residuos radiactivos.
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