El secretario general de la UGT de Navarra, Jesús Santos, publicaba el día 17 un artículo en Diario de Navarra: “Mejorar los salarios, una medida imprescindible” en el que desarrolla una lógica coherente. Dice que los trabajadores hemos sufrido en mayor medida de lo que nos correspondía las consecuencias de la crisis, aporta datos del paro, la precariedad y de las pérdidas salariales, lo que ha agravado la fase recesiva de la economía y empeorado todas esas consecuencias lesivas a los trabajadores. Propone, y dice estar dispuesto a pelear si con el diálogo no lo consigue, la mejora salarial, haciendo de ella la clave de solución por la cadena del incremento del consumo, la reactivación económica y la consecuente generación de empleo de calidad…, y en definitiva la solución a todos los males que nos aquejan. Por desgracia, es una lógica a la que no es ajena la casi (hay excepciones) totalidad de la práctica sindical, aunque no la proclamen tan crudamente como el secretario general de la UGT.
Es una lógica excesivamente similar a la que esgrimen la patronal y los mandatarios: incremento de la productividad y el beneficio, aumento de la inversión, reactivación económica, generación de empleo…, y en definitiva, solución a todos los males que nos aquejan.
Dos lógicas con buena parte del recorrido en común, aunque el peldaño del que partan no sea el mismo, y coincidentes ambas en que el efecto de la generación de empleo y la desaparición del paro son la última consecuencia de esa cadena lógica, quedando, por tanto, postergada a futuro. Un futuro excesivamente hipotético que no tiene en cuenta los múltiples vericuetos y vías de fuga que esa cadena lógica puede tener. Un futuro que la trayectoria demuestra que no se alcanza nunca, e incluso que cada día queda más lejano.
Una lógica que no se plantea si el crecimiento es posible e ilimitado (por supuesto, si tan siquiera deseable), ni si el desarrollo tecnológico quiebra la relación entre crecimiento económico y generación de empleo, tampoco si en un mundo globalizado puede crecerse indefinida y armónicamente en todos los puntos del planeta (ni en caso de que ese crecimiento armónico no sea posible, en qué lugares habría que priorizarlo).
Y otras muchas variantes en las que no es posible abundar. Lo cierto es que la lógica de la competitividad, el crecimiento… no tiene el efecto de la generación de empleo y mayores cotas de igualdad sino el exactamente contrario; productividad, inversión, crecimiento…, van de la mano del incremento de las desigualdades y la degradación de las condiciones laborales, contractuales y salariales.
Aceptemos, que los trabajadores han sufrido los efectos de la crisis en mayor medida de lo que les correspondía. Estamos a favor de mejorar los salarios disminuyendo los beneficios de las empresas, para paliar el empobrecimiento ocasionado en estos años, pero no se puede esconder que ese empobrecimiento se ha repartido de forma muy desigual entre esos mismos trabajadores, recayendo con mucha mayor dureza sobre las personas que perdieron su empleo y las que sufrían ya el paro y la precariedad… Si Jesús Santos cree que es la hora de “empezar a reparar daños”, ¿por qué no empezar a hacerlo por quienes más los han sufrido, en lugar de relegarlos a futuros beneficiarios colaterales de una cadena lógica que nunca se cumple?
Solo acertamos a ver una razón: el sindicalismo de la UGT, y casi todos, se preocupa MUY preferentemente de los trabajadores mejor posicionados, los fijos y con derechos. O sea, es un sindicalismo excesivamente clientelar. Quizá sea una postura que les permite mantener sus estructuras organizativas y su actuación en el corto plazo, pero en el largo plazo será su propia condena. No se puede hacer sindicalismo sin tener en cuenta a los parados, los jóvenes sin su primer empleo, los excluidos … Por eso, como ya lo preveía el Sr. Santos en su artículo, para Banatu Taldea, colectivo por el reparto del empleo, “este es el sindicalismo que NO QUEREMOS”
Txema Berro Uriz y Jesus Viana Iriarte, miembros de Banatu Taldea
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