Al calor del 15M vuelve con fuerza el espíritu del “hazlo tú mismo”.
Las empresas que se convierten en cooperativas para evitar la quiebra son una muestra de lo que el abogado José Luis Carretero llama la “tercera edad dorada de la autogestión”.
La primera, como no podía ser de otra forma, se produjo durante la Guerra Civil, señala este integrante del Instituto de Ciencias Económicas y de la Autogestión (ICEA). Tras el inicio del conflicto, en las zonas republicanas, las organizaciones obreras tomaron cientos de establecimientos productivos, en especial los que pertenecían a empresarios desafectos a la República. “Las colectivizaciones abarcaron a millones de personas y pusieron en manos de los campesinos y trabajadores buena parte de los medios de producción”, cuenta Carretero.
Tras el paréntesis del Franquismo, la Transición marcó una nueva edad dorada de la autogestión, dice Carretero. En 1978, el recién creado Sindicato de Obreros del Campo (SOC) realizaba la primera ocupación de tierras, que duraba más de dos días, tras el final de la Guerra Civil. “En la Transición hay una recuperación de todo lo que representa el movimiento obrero de base y asambleario, las Comisiones Obreras –al menos en su origen– y expresiones del movimiento autónomo, sobre todo en Catalunya. Y en el seno de todo este movimiento, se producen tomas de fábricas”, cuenta Carretero. Noticias de empresas recuperadas por sus trabajadores tras largas luchas, como Mol-Matric, que actualmente produce chasis para el metro de Barcelona, la imprenta Gramagraf o la empresa de electrodomésticos Numax, a la que el director Joaquím Jordá dedicó dos documentales, fueron habituales hasta mediados de los 80.
La lucha de la editorial Bruguera, una de las más grandes de la época, ejemplifica el fin de esta época ‘dorada’ y el nexo con la siguiente. Paco Hernández vivió como trabajador el cierre de la empresa en 1986: “Ahí es cuando se plantea la batalla definitiva: CC OO y UGT se venden y dicen que no se puede hacer nada. Mientras estaban firmando esto en las cocheras de Sants, nosotros, un grupo de 80 trabajadores, ocupábamos la fábrica”. Después de más de un mes de resistir en las instalaciones, los trabajadores ganaron un juicio en el que se les reconocía parte de sus demandas. “Los sindicatos pactaron 20 días con un tope de 12 años, aunque una persona llevara 40 años en la empresa. Pues a nosotros nos dieron 45 días sin tope de años. Imagínate la diferencia”, cuenta Hernández.
Como forma de agradecer todo el apoyo recibido, una buena parte del dinero que obtuvieron de las indemnizaciones lo destinaron a proyectos sociales. Una tercera parte de esos fondos fue a parar al SOC. Otra tercera parte, a la revolución sandinista. Otra tercera parte, a lo que llamaron “caja de resistencia cooperativa” para generar empleo autogestionado. “Ya por entonces habíamos decidido que nunca más íbamos a trabajar para el capitalismo, que debíamos generar nuestros puestos de trabajo a través de cooperativas, a través de la autogestión”, recuerda Hernández. En 1995, esa caja de resistencia se convirtió en la cooperativa de crédito Coop57, uno de los actuales pilares de las finanzas éticas en España.
La tercera era
Tras años de “desencanto político, de despolitización y de abandono de los movimientos de transformación social”, la crisis y el 15M han sido, para Carretero, desencadenantes de una vuelta a los repertorios de la autogestión. “Aunque nunca se perdieron del todo, en los últimos años se ha producido un auge de las luchas sociales y vecinales, con todo lo que ello conlleva. Al calor del 15M, todo esto, que nunca había desaparecido, llega a los barrios, a sectores de población que antes no sabían nada de eso o lo habían abandonado”, dice.
Para Nuria del Río, de la Red de Economía Solidaria (REAS), ninguna de las grandes apuestas actuales de la economía social, como Coop57, REAS, las cooperativas de energía, de comunicación o los distintos mercados sociales que han surgido en Catalunya, Madrid, Valencia o Aragón, han nacido a causa de la crisis, sino que se venían gestando de antes. Precisamente, el “tener hechos los deberes” ha colocado a la economía social en una posición de ventaja: cuando explotó, la crisis “le sopló por la espalda”.
En 2010 nació Som Energía, con la intención de disputar desde la economía social un terreno antes exclusivo de los gigantes energéticos. En 2012, ya contaban con 4.000 socios. Dos años después, en 2014, ya eran 15.270 las personas que participaban en esta cooperativa. Un crecimiento que también ha afectado a las finanzas éticas. En 2007, los socios de la cooperativa de crédito Coop57 habían aportado 3,4 millones de euros. En 2014, la cifra había superado los 21 millones de euros.
“El impulso del 15M ha generado que haya una reactivación de gente que está dispuesta a poner sus ahorros en la banca ética, a cambiarse de compañía, a poner su tiempo y conocimiento al servicio de estas iniciativas, a hacerse consumidora de monedas sociales, ferias, o nuevas redes tecnológicas. Ha sido como un despertar”, dice Nuria Del Río.
Ante los recortes y la gestión neoliberal de la crisis, el recurso al “hazlo tú mismo” recorre una amplia gama de modalidades: desde las empresas cooperativizadas a los cines cerrados reabiertos con cuotas de socios, como los CineCiutat de Palma, los cines Zoco de Majadahonda o el cine Variedades de El Escorial; desde los bloques recuperados por el movimiento por la vivienda para albergar a familias desahuciadas, a los centros de mayores autogestionados, como es el caso de Servimayor, en Losar de la Vega (Caceres), o de Trabensol, en Torremocha del Jarama (Madrid); desde una generación de nuevos centros sociales, a la financiación por mecenazgo de todo tipo de iniciativas sociales, la última, la reconstrucción del centro social Can Vies, que recogió más de 70.000 euros en una campaña de crowdfunding; desde la multiplicación de nuevos medios cooperativos de comunicación, como La Marea, Alternativas Económicas o TM-EX, surgidos de los ERE de grandes cabeceras, a los comedores populares autogestionados o las redes de intercambio de libros de texto.
“Al desatarse la crisis, buscamos una salida, y la salida que nos propone el sistema en su mutación, que se está construyendo, es una salida de desigualdad, de guerras, de hambrunas, de pobreza, una vejez sin pensiones, una economía totalmente volcada a lo especulativo. Frente a todo esto, la gente está buscando otro tipo de salidas”, concluye Carretero.
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