Experiencias como las de las trabajadoras de cuidados de Bizkaia, los ‘riders’ de Deliveroo o Las Kellys tienen un denominador común: plantillas organizadas al margen de las grandes centrales y en sectores con escasa o nula tradición sindical.
En apenas unos meses, hemos sido testigos de dos triunfos laborales sonados por parte de las plantillas –el conflicto de las trabajadoras de cuidados de Bizkaia y las de Bershka en Pontevedra– y una sucesión de huelgas y protestas a lo largo y ancho del Estado español. El denominador común: trabajadores organizados al margen de los grandes sindicatos y en sectores con escasa o nula tradición sindical en tiempos modernos.
La huelga de los riders de Deliveroo en Barcelona o las protestas de las limpiadoras de hoteles bajo el paraguas de Las Kellys han aparecido como pequeños brotes verdes en un escenario de creciente desmovilización frente a una precariedad laboral igualmente en aumento. Han surgido, además, de los lugares más insospechados, aquellos que son ignorados y hasta despreciados por los grandes sindicatos.
Olvidados por CC OO y UGT
Si hay un sector donde la precariedad y la conflictividad laboral han seguido caminos inversamente proporcionales en los últimos años, este es la hostelería. Telepizza, fundada en 1989 y hoy una de las principales empresas en este sector, no vivió su primera huelga hasta 2015, en Zaragoza, tras el atropello de uno de los repartidores. A pesar de no contar con el apoyo de CC OO y UGT, cerca de un tercio de la plantilla secundó el paro y hoy existe un notable grado de organización entre los trabajadores de la empresa en la ciudad aragonesa.
“El espacio del sindicato alternativo es precisamente pelear por empezar a organizar a todos estos sectores que CC OO y UGT no organiza”, declara Asier, miembro de la sección sindical de la Confederación General del Trabajo (CGT) en Telepizza Zaragoza, que fue despedido tras participar en la huelga general del 2010 y posteriormente readmitido, tras un conflicto sindical.
“Hubo este conflicto en 2010 y hemos estado durante años intentando que los trabajadores aprendieran de las mejores tradiciones de la clase obrera, con asambleas, concentraciones y un programa que peleaba realmente contra la pérdida laboral, lo que permite organizar a más trabajadores, que son los que no quiere organizar, los que se niega a organizar, CC OO y UGT”, añade Asier.
Eso fue lo que percibió Felipe, un extrabajador de la empresa de envíos a domicilio de comida Deliveroo, cuyos empleados comenzaron a organizarse para reivindicar la mejora de sus condiciones laborales a comienzos de este año en Barcelona. “No nos intentamos acercar a CC OO y UGT porque tienen un discurso bastante similar al de las empresas, como que 'no somos trabajadores, no somos empleados, somos autónomos'. Se meten en el mismo juego discursivo y de ahí es difícil sacarles”, declara Felipe.
Vulnerabilidad de lo alternativo
Finalmente los riders de Deliveroo optaron por apoyarse en la Intersindical Alternativa de Catalunya (IAC), donde formaron una sección sindical propia. La huelga que llevaron a cabo el 2 de julio fue un hito, convocada desde una organización de base y la primera en una empresa del llamado sector de la 'economía colaborativa'. Los resultados, sin embargo, fueron menos alentadores. Ninguna de las reivindicaciones fue aceptada por la empresa y la mayoría de los involucrados, según Felipe, fueron “barridos” por Deliveroo, demostrando la vulnerabilidad del sindicalismo alternativo en este contexto.
Las Kellys han sido, quizás, la propuesta más visible últimamente dentro de este sindicalismo alternativo en ciernes, en un sector donde la represión contra las trabajadoras organizadas viene de lejos. Desde que, a finales del año pasado, un grupo de trabajadoras de la limpieza hotelera de todo el Estado se presentaron oficialmente como Las Kellys, su red no ha hecho más que crecer. Con la lucha contra la externalización como bandera, lo que les ha enfrentado en varias ocasiones a UGT y CC OO, su crecimiento está siendo obstaculizado por el sentimiento que ha imperado durante décadas en el sector: el miedo.
“Hay mucho miedo, hay listas negras, represalias... si no pasas por lo que ellos te dicen te dan los peores trabajos”, declara Ángela Muñoz, miembro del colectivo en Madrid. “Este trabajo siempre ha sido duro y el abuso de autoridad ha existido siempre. Los recortes y la discriminación siempre ha empezado por ahí, somos mujeres”.
Nuevos sectores, viejo sindicalismo
Desde las trabajadoras de Bershka en Pontevedra hasta los riders de Deliveroo en Barcelona, el denominador común es un regreso a las viejas estrategias del sindicalismo en sectores hasta el momento inexplorados, con huelgas indefinidas y las asambleas de base. Las experiencias de los últimos meses son, en cualquier caso, muy dispares entre sí.
Las más exitosas para las trabajadoras, en Bershka Pontevedra y en el sector de los cuidados en Bizkaia, lograron sus objetivos tras sendas huelgas indefinidas inéditas en sus sectores de la mano de los sindicatos Confederación Intersindical Galega (CIG) y Eusko Langileen Alkartasuna (ELA), respectivamente. El intento de autoorganización de los trabajadores de Deliveroo en Barcelona dejó un sabor más amargo.
“Yo no esperaba ver a gente que había estado en situaciones peligrosas, que había comido mierda por Deliveroo, estando bajo la lluvia trabajando, y que, sin embargo, estaban defendiendo a la empresa”, declara Felipe cuatro meses después de la huelga. “Hay futuro, porque gente he visto que ha demostrado cómo salir adelante con este tipo de iniciativas, pero luego hay un montón de borregos y sumisos de la empresa con mucho miedo y eso me decepcionó bastante”.
“No existe un nuevo sujeto trabajador”, concluye Asier, de CGT. “Los trabajadores que existen de nuevos sectores siguen siendo la misma clase obrera de siempre, no es algo por fuera de la clase obrera. Lo que existe es un espacio formado por trabajadores que los sindicatos se niegan a organizar”.
En definitiva, los nuevos sectores abiertos a la conflictividad laboral no ofrecen un panorama muy distinto al de escenarios más clásicos de lucha sindical, donde también estamos viendo conflictos en los últimos años como en la estiba o la minería. La principal diferencia es la escasa implantación de los grandes sindicatos, lo que deja un espacio abierto a experiencias alternativas de organización y acción como las que han tenido lugar en estos últimos meses.
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