La crítica se ha centrado habitualmente en la producción y el consumo, pero las cadenas de distribución constituyen grandes centros de poder. Es más, los modelos de distribución y comercialización dominantes influyen de manera decisiva en la producción. Es la tesis central del libro “La dictadura de los supermercados”, publicado por la periodista Nazaret Castro en la colección A Fondo de Akal. Se considere el sector del textil (Inditex, Mango y H&M), las prendas deportivas (Decathlon), los juguetes (Toys’R’Us e Imaginarium), los muebles (Ikea), la electrónica (Media Markt), los cosméticos (Yves Rocher), la alimentación (Carrefour) y los libros, entre otros negocios (Amazon) hay una serie de tendencias que se repiten, como la reducción del comercio de proximidad y el cambio de la correlación de fuerzas entre pequeños productores y grandes empresas. En 2015 los gigantes de la distribución mundial eran las estadounidenses Wal-Mart y Costco; la francesa Carrefour; la alemana Schwarz (propietaria de Lidl); Tesco, de Gran Bretaña y The Kroger, de Estados Unidos. En cuanto a las españolas, Mercadona ocupaba la posición 42 en la ratio global; Inditex, el 44; El Corte Inglés, el 66 y Dia el 72.
Ofrece una idea del poder de estas empresas que la cadena de supermercados Wal-Mart facturara en 2013 el equivalente a más de un tercio del PIB español. El libro de la colección dirigida por el periodista Pascual Serrano responde en 215 páginas a la cuestión de fondo, planteada en el mismo subtítulo: “Cómo los grandes distribuidores deciden lo que consumimos”. El estudio del sector de la alimentación en España ofrece algunas pautas: los grandes distribuidores controlan el 46% del mercado, aunque estudios oficiales elevan la cifra al 72%. Sólo cinco empresas –Mercadona, Eroski, Carrefour, Auchan y Dia- controlan la distribución minorista. El reverso de la concentración en el negocio alimentario es la merma del pequeño comercio, que pasó de 95.000 tiendas en 1998 a 25.000 en el año 2004.
A escala global, la tendencia alcanza límites extremos. Sólo una decena de corporaciones producen y distribuyen más de dos mil productos vendidos por todo el planeta. Por ejemplo los de Coca Cola, que se consumen en una cantidad de más de 1.700 millones por día. Grupos como Nestlé tienen registradas 8.000 marcas diferentes, que circulan por el mundo en busca de consumidores. Entre los múltiples reproches efectuados a estas corporaciones figuran los de evasión fiscal. Nazaret Castro recuerda que Inditex ha sido señalada por utilizar filiales en Holanda, Suiza e Irlanda para tributar menos. La empresa negó estas acusaciones. Denuncians similares se han realizado sobre Ikea (desviación a Liechtenstein durante dos décadas del 3% de cada venta realizada).
Nazaret Castro es cofundadora del colectivo de periodismo de investigación independiente “Carro de Combate”, que denuncia los impactos sociales y ambientales del consumo cotidiano. Junto a la periodista Laura Villadiego ha publicado los ensayos “Amarga dulzura. Una historia de los orígenes del azúcar” (2013) y “Carro de Combate. Consumir es un acto político” (2014). En el libro editado por Akal, destaca la llegada al estado español de gigantes de la distribución como Cotsco, que inició la penetración por Sevilla (2014) y continuó en Getafe (2015). Con el previo pago de una cuota anual, el cliente de Cotsco puede adquirir en una superficie de 1.500 metros cuadrados todo tipo de productos: desde alimentos y electrodomésticos, hasta gasolina barata. En cuanto a las ventas online, Amazon cuenta con un servicio de mensajería (la aplicación Amazon Prime Now) que dsitribuye productos frescos a sus clientes; cuenta asimismo con un Market Place virtual, explica Nazaret Castro, que permite a los pequeños productores vender directamente sus artículos al consumidor, siempre que abonen a Amazon un 15% del precio de venta. El catálogo incluye productos del hogar, belleza y electrónica. La comodidad del consumidor es el argumento que justifica los nuevos métodos.
En “La dictadura de los supermercados” se explica de modo palmario el desequilibrio en la relación mercantil. “Los grandes distribuidores asfixian a sus proveedores con políticas abusivas, como las draconianas condiciones de pago (a veces a meses vista); o descuentos de hasta el 20% en las entregas”, explica la periodista. Uno de los grandes ejemplos apunta a los ganaderos y el sector lácteo. Además, en el estado español las grandes distribuidoras han optado por todo tipo de procedimientos: la apertura de locales de barrio, la guerra de precios para ganarse a los consumidores, la inclinación por los productos frescos y las llamadas “marcas blancas”, que en Mercadona han alcanzado más del 40% de los productos a la venta. Otra vía de expansión ha sido la de las franquicias, que en el caso de Dia han terminado, en diferentes ocasiones, con demandas en los tribunales contra la empresa. Prueba del empuje del franquiciado son las cafeterías (Starbucks), peluquerías (Llongueras), panaderías y clínicas dentales (Vitaldent).
Autora de la investigación “Cara y cruz de las multinacionales españolas en América Latina” (2014), Nazaret Castro cuenta con un máster en Economía Social y Solidaria por la Universidad Nacional General Sarmiento de Buenos Aires. En “La dictadura de los supermercados” no excluye referirse a casos concretos. Así, en el sector textil pone el foco en Inditex, a la que sitúa en pugna con dos grandes rivales: Gap (Estados Unidos) y H&M (Suecia). La periodista llama la atención sobre los 16.000 millones de euros que facturó Inditex en 2012, a través de sus tiendas en 12 países; y sobre el hecho de que el gran patrón, Amancio Ortega, sea uno de los hombres más ricos del mundo según la revista Forbes. De los 29 euros que puede costar una camiseta distribuida por estas grandes cadenas, la cantidad destinada al salario de los obreros que la producen no supera el 5%. La explicación radica en los procedimientos de subcontratación y deslocalización, con mengua de derechos laborales hacia países del Sur. En ese contexto se produjo la muerte de 1.129 personas al derrumbarse en abril de 2013 el edificio Rana Plaza, en Bangla Desh.
El modo de operar no es muy diferente en el sector del mueble. “Ikea trabaja con 1.800 proveedores de más de 50 países; antes de producir un artículo, investiga qué proveedor realiza más barato cada paso de la cadena de producción, a fin de obtener la máxima ganancia”, explica la investigadora. De hecho, Ikea ha sido objeto de acusaciones por el uso de mano de obra infantil en Pakistán. Otro tanto ocurre en un negocio bien diferente, el del libro, donde emporios como Penguin Random House o Planeta se expansionan a costa de sellos pequeños y medianos, al tiempo que se cierran librerías de barrio.
El modelo global de grandes distribuidoras produce impactos muy negativos en el empleo. Por cada puesto de trabajo que genera la cadena Wal-Mart, se destruyen 1,4 en otros negocios. Y cuando esta multinacional se implantó en México, la ONG ProDesc denunció que transgredía de modo sistemático la legislación laboral; en Estados Unidos, Wal-Mart también ha recibido denuncias por supuestas amenazas a obreros que participaran en huelgas. Sin embargo, esta corporación se presenta como innovadora; por ejemplo, al introducir estrategias como los bonus para los trabajadores que cumplan las ratios de productividad. Nazaret Castro destripa a fondo el correlato de este modelo laboral en España: el submundo de explotación que esconde Mercadona y su principio de “Calidad Total”.
No es una cuestión menor el impacto ambiental generado por el sistema vigente. Fresas que desde California atraviesan 9.000 kilómetros antes de llegar a Inglaterra; o ternera australiana que termina en los mercados británicos tras recorrer 21.000 kilómetros. Por la baratura, el transporte marítimo en contenedores se ha convertido en piedra angular del comercio global. Pero precisamente por esta generalización, ha devenido una de las grandes fuentes emisoras de gases de efecto invernadero. Mientras, los residuos están ahogando los mares y todos los años se desperdician o arrojan a la basura 1.300 millones de toneladas de alimentos, según la FAO. Así, lo que Nazaret Castro denomina la “neoliberalización de la comida” también se resume en el poder de unas pocas –seis- corporaciones: Hendrix, Genus, Monsanto, Cargill, ADM y Bunge.
La periodista ha estudiado a fondo dos componentes de la dieta, el aceite de palma y el azúcar. En cuanto al primero, “el momento del consumo es el último eslabón de una cadena que comienza en regiones tropicales de África, América y sobre todo del sudeste asiático, donde la palma es desde hace años la principal causa de deforestación”. Además expulsa a las poblaciones campesinas de sus territorios y maneras de vida. Se trata, actualmente, del aceite vegetal más consumido en el mundo. La ingesta de azúcar, en muchas ocasiones “invisible” en el pan, los salados, el embutido o las salsas de tomate, deja asimismo profunda huella en los pueblos del Sur.
“Cocinar es un acto político”, defiende Nazaret Castro. Denuncia que el sistema actual convierte a los animales en mercancía. El poder de la industria cárnica puede condensarse en cinco grandes firmas: JBS, Tyson Foods, Cargill, BRF y Vion. El mismo grado de concentración se extiende a otros muchos sectores, por ejemplo a los cosméticos: Procter & Gamble, L’Oreal, Unilever, Estée Lauder y Avon. El último apartado del libro se dedica a las alternativas: grupos de consumo, mercados sociales, agroecología autogestionada y asamblearia… “Cada acto de consumo es un gesto de dimensión planetaria”, afirma el filósofo brasileño de la Economía Solidaria, Euclides André Mance.
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