De los tres grandes grupos de aviación europeos, Air France-KLM es el tercero, por detrás de Lufthansa e IAG, la propietaria de British Airways e Iberia. Tercero sobre todo en beneficios, en negocio, en estabilidad. Y es tercero sobre todo por los malos resultados de la rama francesa, dado que la holandesa da beneficios.
Este jueves, llovió sobre mojado. Sus pilotos y tripulantes pararon la mitad de la flota, con graves consecuencias a nivel mundial para los pasajeros de la compañía y para las cuentas de resultados de la empresa. Los pilotos y los tripulantes piden algo sencillo: aumentos salariales acordes con el incremento de beneficios.
La dirección pretendía mantener volando el 75 por ciento de los aviones pero el seguimiento de la huelga fue superior a lo esperado por la compañía y logró paralizar media flota. La aerolínea invitó a los pasajeros a retrasar sus vuelos a la semana que viene, sin recargos.
Los trabajadores piden un aumento salarial del 6 por ciento. La dirección de la compañía, que aduce que el grupo aún tiene que recuperar mucho terreno perdido ante sus rivales, ofrece un aumento de apenas el uno por ciento, pagadero en dos veces.
El conflicto en la francesa se ve alimentado en parte porque los pilotos de su rival alemana, Lufthansa, han conseguido de la dirección unos incrementos salariales de hasta el 6 por ciento, incluso para el personal de tierra.
La huelga de este jueves provocó colapsos en varios aeropuertos en el mundo, desde donde no despegaron los aviones de la compañía, que este viernes retorna a la normalidad.
Los vuelos de corto y medio recorrido fueron los menos afectados por las protestas que, en todo caso, no estaban convocadas en KLM ni en Transavia, las dos también filiales del grupo.
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