“Son muchas asignaturas, pero en resumen creo que se trata de que aprendamos a soportar las rejas” (El Roto)
Lo que políticamente diferencia la actual era democrática de la pre-democrática se condensa en una palabra: consentimiento. Los que hoy mandan lo hacen en nuestro nombre. Están habilitados por las urnas. O lo que es lo mismo: gobiernan porque nosotros (quien lo haga) les votamos. El principio democrático se basa en la legitimación, lo contrario se llama dictadura. Pero eso no explica por qué la gente elige a los corruptos o permite que los villanos sigan ostentando el poder con su aval. Y no vale la salida de pata de banco de que tenemos los políticos que nos merecemos. Esa es una forma como otra cualquiera de maldecir la resignación.
Tamaño esperpento, posiblemente se comprenda mejor si, sin salirnos de la esfera pública, echamos una mirada a lo que ha sucedido con el llamado rescate bancario. Aunque es cierto que España no solicitó el rescate-país, como por ejemplo Grecia y Portugal, no lo es menos que las ciudadanos han sufragado un butrón bancario absolutamente ruinoso. Porque de los 51.303 millones de euros inyectados en el mercado financiero para recapitalizarlo, cifra equivalente al 5,4% del Producto Interior Bruto (PIB), a día de hoy solo se ha recuperado un 5%, y el Estado ya anticipa que da por perdidos 26.300 millones.
Una enormidad que se ha detraído legalmente de otras partidas del presupuesto. Lo que llama la atención es que, igual que sucede en el plano electoral, tras ese latrocinio que está en el origen de buena parte de los traumáticos recortes aplicados en sectores de primera necesidad como Sanidad, Dependencia o Educación, la maltratada ciudadanía haya revalidado en la práctica su confianza en el sistema (político y financiero). Lo ha hecho concurriendo mansamente a una elección tras otra para designar gobiernos adictos y manteniendo activa su intermediación con la banca aportando recursos a su verdugo. Estamos ante la versión actualizada de aquel ¡viva mi dueño! que glosó Ramón del valle-Inclán hace casi un siglo. Porque ahí está el truco, en esa conciencia de colonizado por la que el de abajo cree necesitar la opulencia del mandamás para poder vivir.
La voz de su mano representa la cuadratura del círculo que explica nuestra indigencia. Asimilando el trágala electoral como un elemento sustancial de la democracia, nos instalamos ante un callejón sin salida. Gobiernen azules o gobiernen colorados, en lo sustancial el resultado apenas varía. Nadie puede pensar fuera de ese imaginario social hegemónico que funciona como una camisa de fuerza. Al fin y al cabo, tanto PP como PSOE son los responsables del atraco bancario. Socialistas fueron quienes modificaron la legislación (Carlos Solchaga en su día) para que las Cajas de Ahorros se convirtieran en botín propiciatorio de la casta política y sindical, y conservadores quienes pulsaron el botón de su rescate a costa del sufrido contribuyente.
Todo ello en una secuencia de corte mafioso que llevó primero a exprimir a las cajas con leoninos proyectos de parte ajenos a su función social; luego a estigmatizarlas como ineficientes; y más tarde a liquidarlas para entregar su cuota de negocio a la gran banca privada. La misma que tradicionalmente ha financiado a los principales partidos y, cuando la ocasión lo demandaba, condonaba parte de sus abundantes deudas. Un proceso de acoso y derribo que el catedrático de Política Económica de la Universidad de Barcelona, Antón Costas, calificó como “El mayor desmán financiero de nuestra historia” (http://elpais.com/diario/2011/01/28/opinion/1296169205_850215.html).
La doble responsabilidad de PP y PSOE se concreta en algunos de hitos del saqueo: desde la primera quiebra en 2009 de la Caja de Castilla La Mancha, presida por el socialista Juan Pedro Hernández Moltó; pasando por totum revolutum de Cajamadrid y las generosas tarjetas black, para uso y disfrute de burócratas políticos y sindicales de todos los colores; hasta el ranking de las entidades que mayor quebranto han causado a las arcas públicas, lista encabezada por Caixa Catalunya, del antiguo ministro felipista Narcís Serra, con 11.7232 millones de euros, y por Novagalicia, pesebre del PP, con 8.269 millones. Este monumental desfalco a dos manos refleja la esencia de la política de puertas giratorias del régimen neoliberal. Hablamos de un Estado de Derecho que por nuestro propio bien socializa las pérdidas y privatiza las ganancias, y a cuyo conjuro acuden gobiernos de derecha e izquierda como a un panal de rica miel.
Pero lo verdaderamente aberrante no está en el hecho ya rutinario de que nos gobiernen políticos corruptos y que nos expolien los grandes de la banca con nuestro consentimiento. Esa es la expresión que toma la dominación sistémica en esta etapa histórica. Lo trágico es que, después de experimentar sus crueles zarpazos, seamos incapaces de concebir una sociedad sin el fetichismo de los partidos y no sepamos hallar una alternativa económica válida al expolio de los negreros de nuestro dinero. Nunca en la historia hubo una esclavitud que estuviera tan satisfecha como los sometidos modernos. Toda pirámide social descansa sobre una base.
Rafael Cid
No hay comentarios:
Publicar un comentario