El desembarco de las plataformas digitales ha hecho que la población crea que tener turnos infernales o trabajos muy inestables se debe a la innovación tecnológica, pero hay experiencias que demuestran que se puede utilizar la tecnología para mejorar las condiciones laborales.
Coger el móvil, descargar una aplicación y pedir comida a través de ella en cualquier restaurante de la ciudad. Después de estos tres sencillos pasos una persona en bicicleta en otra parte de la urbe inicia la ruta hacia el restaurante, recoge la comida y se la deja al cliente en la puerta de su casa, sin que haya más intercambio monetario entre ellos que una ocasional propina, ya que el pedido está previamente pagado, todo a través del teléfono. Este relato forma ya parte de la vida cotidiana de una mayoría social, que alguna vez ha utilizado apps como Deliveroo, Glovo o Uber Eats.
En la página web de Glovo se define a quienes trabajan para esta compañía como “personas que disponen de tiempo libre, vehículo y smartphone propio”. Lo de tiempo libre es discutible, según asegura Diego Calderero, trabajador de Glovo desde octubre de 2018. “En Salamanca, para darse a conocer, nos pagaban seis euros por hora. Pero en Navidad lo quitaron”. Él es una de las cerca de 60 personas que reparten con Glovo en la ciudad charra. “La única libertad que te da Glovo es rechazar pedidos, pero eso te penaliza en la puntuación”. Tienen un ranking de 0 a 100 puntos en el que se castiga a quienes no trabajan los fines de semana o cogen vacaciones —no remuneradas, ya que son autónomos—. “Glovo te condiciona toda tu vida, vives en una ansiedad constante”.
Este repartidor también ha tenido problemas físicos derivados de pasar tantas horas repartiendo en bicicleta con una mochila cuadrada a la espalda, que le hacen tener que visitar al fisioterapeuta. Sus ganancias no se han incrementado especialmente con el paso de los meses. “Al principio me salía rentable porque pagaba 60 euros de cuota de autónomos por la bonificación, luego se me incrementó a 150 y ganaba de 900 a 1.000 euros al mes por 10 horas al día”. El mes que viene quiere dejarlo. “No compensa, juegan con la moda del trabajo por horas”.
Aplicaciones sin algoritmos
En la otra cara de la moneda, Kike Medina, de la cooperativa La Pájara, inicia su turno de reparto. También es rider, pero decidió crear con otros compañeros su propia empresa de reparto en bicicleta para alejarse de la explotación de estas grandes compañías. “Trabajamos con CoopCycle, que nos cede la aplicación que han desarrollado y, según la vamos usando, vamos reportando los errores que encontramos”.
CoopCycle es la federación europea de cooperativas de entrega por bicicleta, en la que también están asociadas cooperativas francesas, belgas o alemanas. La particularidad de la app que han desarrollado es que te permite conectar directamente con el cliente por si ocurre alguna incidencia, pero no almacena ni vende los datos de los usuarios, el principal negocio de Deliveroo o Glovo, según denuncian los riders. Tampoco puntúa a los repartidores. “Si obtienes una mala puntuación en Glovo, entras en una rueda loca, porque te van entrando cada vez menos pedidos o te toca esperar mucho tiempo entre uno y otro. Esto afecta mucho a tus ganancias”, asegura Diego Calderero.
Hay grupos de riders esperando a la puerta de los restaurantes para que en su app les salte algún pedido que puedan asumir. El reparto en bicicleta se ha convertido en un trabajo “fácil” y temporal, en el que el ritmo de rotación de personal es muy elevado. “He notado que muchos lo dejaban cuando se les acababa la cuota reducida de 60 euros al mes”, dice el repartidor salmantino.
Además hay mercadeo entre cuentas. Esto ocurre, según trabajadores de estas compañías, también con personas que no tienen regularizada su situación en España y a las que se impide trabajar en condiciones legales. “Yo muchas veces veo que hay varios chicos jóvenes hablando del tema, pero a mí no me comentan nada, así que entiendo que hay algo de negocio con el arrendamiento de cuentas”, confirma María —nombre ficticio—, trabajadora de Uber Eats desde hace menos de dos meses.
Para ella, encontrar esa ocupación fue la única salida al desempleo tras más de dos años buscando trabajo. “Me gusta andar en bicicleta y no me molesta lo de las horas y los turnos, porque más o menos me conecto a la aplicación cuando quiero. De hecho, esto de las horas es muy de empresa yankee”. Explica que le pagan entre 3,5 y 5 euros por cada pedido, “dependiendo de los kilómetros”. Estuvo pensando también en trabajar para Glovo, pero no le convenció porque exigían un mínimo de horas de conexión diarias y Uber Eats no. “Eso sí, en Glovo te pagan el IVA”, dice. En su caso, su motivación no es obtener las máximas ganancias, sino más bien mantenerse activa trabajando. “Está claro que esto es temporal, no lo veo como un trabajo definitivo”. Esta frase la repiten todos los trabajadores de las grandes plataformas a los que se les pregunta por su futuro laboral.
Cuando tu jefe es una App
“Si obtienes muchas malas puntuaciones te suspenden la cuenta, y eso básicamente querría decir que estás despedido”, afirma María. Este despido es de dudosa legalidad. Núria Soto fue una de las riders que consiguieron en Barcelona, tras una huelga con consecuencia de despido, que este fuese declarado nulo porque es ilegal despedir por haberse sindicado. “Ahora cobramos una nómina de Deliveroo sin trabajar mientras se resuelve el recurso, porque no quisieron que volviésemos a trabajar para ellos. Querían evitar que estuviésemos en los medios como trabajadores a los que tuvo que readmitir”.
Hace tres años, ella y un grupo de compañeros constituyeron Riders x derechos, una plataforma que crearon a través de la Intersindical de Catalunya. Es ahí donde nació Mensakas, la cooperativa de reparto en bicicleta con la que están creando su propia aplicación para los pedidos. “En Mensakas se cobra un fijo por hora, lo cuál te da mucha estabilidad y seguridad laboral. Las chicas cobran un 5% más, como acto simbólico contra la brecha salarial”. Soto cree que si desde los gobiernos se sigue permitiendo el desembarco masivo de estas empresas que gestionan el trabajo a través de aplicaciones, se llegará a un punto en el que habrá un “Uber works” que gestione todo tipo de trabajos por horas, con turnos infernales y nula seguridad laboral.
“Recordemos que Glovo nació de la incubadora municipal de empresas Barcelona activa. El algoritmo es la antítesis de lo que sería un autónomo real”. También advierte de los peligros de los “recados” que realiza Glovo. “Se han dado casos de gente que, sin saberlo, ha sido camello porque no sabía que lo que le habían entregado para repartir era droga”. Añade que el objetivo de Riders x derechos es que estas empresas cumplan la ley y que “paguen sus impuestos y la seguridad social aquí”, porque actualmente “se basan en el fraude”.
Para la hostelería es difícil evitar Deliveroo o Uber Eats si quieren llegar a un público masivo. El restaurante Masa Madre de Chueca (Madrid) trabaja con Deliveroo y también con la cooperativa La Pájara. “En cuanto a tecnología siempre gana Deliveroo porque tienen más infraestructura e invierten mucho en publicidad y son los más conocidos, pero hay una diferencia abismal entre ambos sistemas. Con La Pájara jamás hemos tenido ningún problema, pero con Deliveroo las incidencias son constantes”, comenta su gerente, Carlos García Torre. Se refiere a llegar tarde a por los pedidos debido a la propia app y “el humor de sus trabajadores, debido a sus precarias condiciones”, por ejemplo. Para evitar que sean penalizados, en Masa Madre no suelen puntuarles. “Son los lobbys del reparto de comida y no nos queda otra opción que trabajar también con ellos”.
Que el repartidor tenga que dar prioridad a hacer tantos pedidos como pueda también influye en que el producto no llegue en las mejores condiciones. Además, cuando alguien ordena comida en Masa Madre a través de Deliveroo es más caro que si lo hace a través de La Pájara. “Deliveroo o Uber Eats nos cobran casi el 50% bruto del producto, entre IVA y comisiones. Con La Pájara es mucho menos, así que los precios al pedir a través de su web son iguales que los que tenemos nosotros”. Por eso han tenido que aumentar entre un 15 y un 20% sus precios para las grandes apps. Carlos preferiría trabajar solo con La Pájara si llegase a un público mayor. “El trabajo lo hacen mejor, te pagan al día siguiente y además sabes que las condiciones laborales que tienen los repartidores son mejores”. La Pájara y Mensakas son un ejemplo de cómo la tecnología se podría utilizar para mejorar las condiciones laborales de los trabajadores y no para precarizar y hacer que vivan en una constante inestabilidad.
NOMBRAR LA PRECARIEDAD
“Otro gremio afectado por lo que ya se conoce como uberización del trabajo a través de aplicaciones es el taxi, transporte público con precio fijo aprobado. Tito Álvarez, portavoz de Élite taxi Barcelona, cuenta que desde el taxi proponen una aplicación “pública” en la que el usuario pueda pedir un taxi y ninguna empresa se lleve comisión por ello. En Uber los conductores tienen nómina, pero “también están sujetos a comisiones del 40% de lo recaudado y les descuentan dinero si tienen malas puntuaciones, por lo que a veces hacen muchas más horas”.
Como en Deliveroo y Glovo, la aplicación móvil y su [secreto] algoritmo es la que determina sus condiciones laborales. Estas pueden cambiar sin previo aviso, como demuestra un informe en el que se ha aplicado la ingeniería inversa para comprobar las condiciones en las que rigen los precios Uber y Cabify. En él se dice que Cabify “ha cambiado el patrón de generación de precios desde septiembre, sin que los usuarios hayan sido informados de ello”. La excusa de la “libre” oferta y demanda se utiliza para eludir los precios fijos o evitar dar detalles de su fluctuación. “Luego hay otras apps como Mytaxi, que pertenece al grupo Mercedes y cuyo nicho de mercado somos los taxistas, como podrían serlo Uber y Cabify sin ninguna distinción”, afirma Álvarez. Con la aplicación paraguas que proponen, “se reducirían las emisiones de CO2 porque a veces nos toca ir a recoger a un cliente y por el camino hay otros que nos pillarían más cerca, a los que no vemos o no sabemos que quieren utilizar un taxi”. Álvarez también critica lo aleatorio de puntuar por el servicio ofrecido. “Si yo soy de Vox y tú eres negro, quizá me da por puntuarte mal y eso no responde a ningún criterio que sea cabal”.
Servicio público frente a vtc
En Madrid la situación con las VTC (vehículos de turismo con conductor) es peor que en la ciudad condal, donde se consiguió que Uber dejase de operar. Concha Guardado, taxista desde hace 20 años, explica que obtener una licencia para taxi cuesta unos 110.000 euros, pero una VTC solo paga una tasa de unos 40 euros para poder empezar a operar.
Una de las cosas que el cliente que utiliza Uber o Cabify valora más es poder irse a cualquier ciudad usando la misma aplicación. Por ello, el gremio de taxistas propone que se unifiquen los servicios de taxi en el número 023 para cualquier ciudad, además de la aplicación pública. “Desde el ayuntamiento y la Comunidad de Madrid nos dicen que no pueden favorecernos. Para ellos solo somos servicio público cuando les interesa”.
https://www.elsaltodiario.com/transporte/una-app-contra-la-explotacion-laboral
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