Existen derrotas difíciles de superar a la hora de enfrentarse a la continua lucha de los trabajadores y las clases populares contra el discurso de las élites. La asimilación de su relato, el conformismo ante la pérdida de los derechos, y la normalización de la precariedad y la pérdida del bienestar. Son derrotas que se van imponiendo como la tortura de la gota malaya. Poco a poco van erosionando los logros sociales hasta que su pérdida es asumida como parte ineludible de la realidad. Como algo natural. Como la gravedad; un hecho físico que aceptar con el que hay que convivir.
Ese proceso de asimilación de la precariedad y la pobreza se impone por la fuerza del relato hegemónico dirigido desde los poderes políticos y económicos y replicados por la publicidad y los medios de comunicación que con su manera de explicar, narrar y afrontar las nuevas realidades surgidas de la crisis fomentan la aceptación de hechos antes inaceptables por la clase trabajadora. Durante estos meses ha proliferado en muchos medios una manera de narrar la precariedad que parecía más sacada de una taza de Mr Wonderful o un gurú del coaching que de un periodista que tratara de narrar las consecuencias concretas de la precarización laboral y la pobreza derivada de los recortes sociales.
“¿Qué te llevarías a una casa de 10 metros cuadrados? Se impone la moda de las ‘minicasas’”, dice una pieza de Antena 3 para explicar la proliferación de cubículos minúsculos para vivir: “Este movimiento comenzó en Japón en la década de los 90. Los precios por las nubes y muchos jóvenes tokiotas se mudaron a espacios más pequeños con menos gastos de hipoteca, calefacción, electrodomésticos, y además, más rápido de limpiar”. Según se narra, parece algo apacible eso de vivir en un lugar en el que no poder guardar nada y además no poder compartirlo con quien amas.
Lo que en la noticia se vende como una moda, una opción elegida en libertad, es uno de los mayores dramas de la sociedad nipona y ahora se extiende al resto de sociedades hipercompetitivas. Una realidad más propia de una distopía o de un capítulo de Black Mirror que de una sociedad que se rija por un Estado del bienestar. La realidad de esas minicasas es otra. Más dramática.
La fotoperiodista Shiho Fukada también narró la “moda” de vivir en pequeños cubículos de los trabajadores japoneses en uno de los capítulos de su serie documental llamada ‘Japan´s Disposable Workers’, que se proponía mostrar diferentes expresiones de las víctimas de un sistema laboral tremendamente hostil con los trabajadores. El trabajo, que se llamó Net cafe refugees, muestra la misma realidad de la precarización de la vivienda pero desde otro punto de vista, el de la denuncia. No intenta convencer a aquellos que se ven abocados a vivir en tres metros cuadrados de que su situación es una moda, ni viste de color pastel una realidad grotesca y dramática. El mismo problema es tratado con una óptica diferente, muy alejada de la propaganda que pretende que los que sufren una situación injusta la acepten de buen grado.
El periodismo de Fukada está destinado a denunciar la vida de los colectivos más desfavorecidos. Ese enfoque será el que marque el trabajo que nos proponemos en Apuntes de Clase, el de mirar con ojos de denuncia aquellas situaciones que el relato mayoritario está inculcando en la clase trabajadora con palabras satinadas por el marketing. Una estrategia generalizada de normalización de la pobreza que abunda en los grandes medios de comunicación y que será contestada.
“Porque son muchos (y distintos) los motivos que llevan a una persona a hacer de las autocaravanas su hogar permanente: libertad, experiencia vital, aventura, necesidad… Y los ejemplos no son escasos”. Las negritas son literales, no son mías, y no es casual que la palabra necesidad sea la que no destaca en la pieza de El País que intenta vendernos la felicidad que supone vivir en cubículos móviles. En EEUU tanto las caravanas como las casas móviles, los denominados Trailer Parks, son las viviendas habituales de las personas con menos recursos con los que hacen negocios las grandes fortunas. Poner el foco en las excepciones que deciden libremente vivir en una vivienda móvil para ser feliz e ignorar a la inmensa mayoría que lo hace por necesidad es siempre una decisión editorial que tiene una intencionalidad detrás que suelen marcar los dueños o accionistas de los medios de comunicación.
No es casualidad que un medio como El País sea una de los mayores difusores de palabras edulcoradas o anglosajonas para inocular belleza en la pobreza. El nesting o el job sharing son conceptos muy bien elaborados que esconden la realidad de una sociedad que no es capaz de dotar a todos sus miembros del futuro prometido, la ruptura del contrato social tiene que ser difuminada para autoconvencernos de que ahora no es que vivamos peor, es que vivimos diferente, con una realidad adaptada a una coyuntura menos apacible.
Son los medios que autojustifican su dependencia del poder incluyendo en su subtítulo lo independientes que son los que suelen intentar esconder en información lo que es una mera transmisión de los intereses de su pagador. Para ello no dudan en ceder tribunas a lobistas de sus accionistas que intentan convencernos de que la precariedad y la pobreza son una realidad inventada en las redes sociales. Apuntes de clase nace precisamente para contrarrestar ese relato que culpa al trabajador de su situación, que intenta suavizar la miseria con neologismos y juega a la prestidigitación con la precariedad para intentar enseñar a las trabajadoras que la merma de su salario es solo una ilusión.
No esperamos ser la verdad absoluta porque esta no existe. Simplemente intentaremos contar de la mejor manera posible la realidad que es evidente en los barrios y los pueblos pero que parece no existir en la opinión pública. Dar voz a protagonistas que no suelen serlo y dotar de herramientas culturales a quienes las necesiten para defenderse de la ofensiva contra sus derechos.
La clase obrera es tratada en multitud de ocasiones como un colectivo pintoresco que hace cosas muy curiosas y al que de vez en cuando hay que enseñar para cumplir con un cupo. Tratar con respeto a todos los colectivos, en un plano de igualdad, sin compadecerse y evitando el clasismo que tanto impera será la base que sustente nuestro trabajo. La idea de este suplemento nació viendo un programa de TVE, nuestra televisión pública, que se llama Trabajo temporal.
En uno de sus capítulos emitidos por el canal internacional aparecían Norma Duval y Andy y Lucas en la recogida de membrillos, hablando con los trabajadores como si de una especie distinta se tratara. El programa acabó con un plano en cámara lenta en el que Norma Duval después de haber recogido dos membrillos se iba de la conservera mirando al horizonte con su abrigo de piel, subiéndose a un coche de gama alta en el que le esperaba un chófer y afirmaba con su voz en off: “un abrazo, compañeros”. Podemos prometerte que Apuntes de clase se manchará las manos contigo. Junto a ti.
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