Más de la mitad de los dos millones de mujeres que aceptan empleos de jornada incompleta lo hacen contra su voluntad, por no tener otra alternativa, mientras otras 380.000 se ven obligadas a hacerlo por las cargas familiares
La precariedad tiene nombre, y espaldas para soportarla, de mujer: una de cada cuatro asalariadas ocupa un puesto de trabajo de jornada parcial frente a una tasa de solo el 8,2% entre los hombres.
Los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) del Instituto Nacional de Estadística (INE) revelan cómo los contratos del 25,3% de las trabajadoras por cuenta ajena (1,89 millones de 5,46 en el sector público y privado) no alcanzan las 40 horas semanales, porcentaje que se eleva al 39% (733.300 de 1,97 millones) entre las eventuales mientras la combinación de temporalidad y jornada incompleta se queda en menos de la mitad entre los varones: un 18,8%, 393.600 de 2,09 millones.
Nada indica que esa tendencia precarizadora vaya a cambiar. Al contrario, se mantiene desde que, en el segundo semestre de 2014, el mercado laboral español inició su recuperación en términos cuantitativos: más del 20% de los nuevos puestos de trabajo que han pasado a ocupar mujeres desde entonces hasta finales del año pasado (122.500 de 588.000) son de jornada parcial, 49.600 para empleadas indefinidas y 72.900 para eventuales.
1,2 millones de involuntarias y 380.000 obligadas
Más de la mitad de las trabajadoras ocupadas a tiempo parcial (1,19 millones de 2,05, incluidas las no asalariadas) no está contenta con su puesto de trabajo: los aceptan por no haber podido encontrar otros de jornada completa.
Hay otros motivos para aceptar un empleo de tiempo incompleto, como seguir cursos de enseñanza y formación (4,2%, concentrado en las menores de 30 años) o las obligaciones familiares de cuidado (18,5%). Las 380.400 mujeres afectadas por esta última causa duplican con creces a las 185.700 que rechazan una jornada completa.
Por otro lado, 173.300 mujeres están pluriempleadas en segundas ocupaciones a las que dedican una media de casi trece horas semanales y 400.000 buscan otro empleo, preferentemente de jornada completa. De hecho, solo 33.000 de esos más de dos millones de trabajadoras (el 1,6%) busca otro trabajo de jornada parcial.
“La necesidad de tener un empleo les lleva a aceptar ese tipo de contratos de manera involuntaria. Las mujeres están soportando la crisis altas tasas de parcialidad involuntaria y mucha temporalidad”, explica Juan Carlos Cantín, secretario de Empleo y Formación de ccoo Aragón.
El contrato no deseado y la precariedad
Esos “contratos no deseados” de jornada parcial se concentran en los sectores del comercio y los servicios, donde en ocasiones “el acuerdo de varias horas diarias o de solo unos días a la semana se convierte en una jornada completa a base de horas extraordinarias, que no siempre se cobran como tales, por la precariedad del mercado laboral”, señala.
La trabajadora, que es la parte débil en esa relación laboral, acaba aceptando esas condiciones por dos motivos: no hay negociación posible, ante la elevada cifra de demandantes de empleo, y trabajar en una campaña abre la puerta a un empleo en la siguiente, anota.
El informe Brecha salarial: el peaje de la discriminación, de ccoo , revela cómo a esa mayor temporalidad y parcialidad se le suman la discriminación en los sueldos y el consiguiente deterioro de las cotizaciones: “A pesar de que las mujeres son quienes tienen principalmente jornada parcial, los hombres ganan, de media al año, 338 euros más que las mujeres, mientras que en la jornada a tiempo completo la diferencia asciende a 3.276”.
Una vía hacia la exclusión
De hecho, y según ese mismo estudio, como media, una mujer tendría que trabajar 109 días más que un hombre para cobrar lo mismo al cabo del año: la diferencia salarial media entre hombres y mujeres, sin tener en cuenta la parcialidad y la temporalidad, fue de 5.938 euros en 2014 (27.727 para ellos y 19.744 para ellas), lo que “supone que el salario masculino equivale al 130% del femenino”.
La principal causa de esas diferencias salariales por género se encuentra, de hecho, en la mayor presencia femenina en el empleo a tiempo parcial, concentrado en “sectores y ocupaciones en las que las remuneraciones son más bajas”, al trabajar menos horas y peor pagadas, y en los que “las oportunidades de formación y de ‘carrera profesional’ son limitadas”, concluye el informe.
“Si se mira solo a las mujeres, aquellas que trabajan a jornada parcial cobran un 26% menos por hora que las que lo hacen a tiempo completo”, indica el estudio, que advierte de que “el mantenimiento de un empleo remunerado ya no es sinónimo de exclusión de la pobreza, especialmente en las mujeres”.
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