El paro y las reformas laborales debilitaron el poder de negociación de los trabajadores
¿Es la huelga una herramienta útil para la defensa de los derechos de la clase trabajadora? Mientras que en 2007 de cada 100 conflictos 42 se resolvían con acuerdo favorable a los trabajadores, en 2014 está cifra se situaba en 27 de cada 100. La intensidad de las luchas obreras distó mucho de ser homogénea a lo largo del territorio español y existen granes diferencias entre el norte y el sur del estado.
Todo el mundo guarda en la retina el recuerdo de las multitudinarias manifestaciones de las cuatro huelgas generales que tuvieron lugar desde que estalló la crisis en 2008. Pasaron ya tres años desde la última de ellas, convocada para el 14 de Noviembre de 2012 de forma simultánea en varios países del sur de Europa. En el Estado español, los sindicatos pretendían tumbar la reforma laboral de un PP recién llegado a la Moncloa y poner freno a sus políticas de austeridad fiscal. No se consiguió ninguno de los dos objetivos y tampoco volvió a haber más convocatorias de paros generales.
¿Continúa siendo la huelga una herramienta útil para los trabajadores? La respuesta afirmativa parece obvia en los momentos de expansión económica, cuando un parón de la actividad puede suponer importantes pérdidas de beneficios. Pero, ¿y en las épocas de recesión, cuando la mayoría de los despidos se justifican precisamente por la falta de actividad y existe una ingente bolsa de parados con las que suplir a los huelguistas?
Si se atiende a la evolución del número de jornadas no trabajadas en el Estado español durante los años de la crisis (teniendo así en cuenta el número de participantes en las huelgas y la duración de las mismas), puede comprobarse como la cifra fue descendiendo desde 2008 hasta 2011, a pesar de la reforma laboral aprobada por el gobierno de Zapatero en 2010 y de las huelgas generales de ese año y el siguiente (esta última convocada sólo en algunos territorios por sindicatos nacionalistas y anarquistas). Por otra parte, hay que tener en cuenta que en ese mismo período la tasa de paro subió del 9,6 al 22,6 por ciento, destruyéndose casi dos millones y medio de puestos de trabajo, lo que lógicamente implica mucha menos gente en disposición de hacer huelga.
Aun así, con la llegada de Mariano Rajoy a la Moncloa y su nueva reforma laboral, en 2012 la lucha laboral se volvió a intensificar a pesar de seguir aumentando el número de parados. Esta vez los sindicatos, incluidos CCOO y UGT, convocaron dos grandes huelgas generales el mismo año, en lo que parecía ser el principio de una legislatura especialmente conflictiva. Sin embargo, sólo el número de huelgas y de participantes en las mismas aumentó en 2013 para volver a bajar en 2014, mientras el total de jornadas de paro empezó a descender a partir del mismo 2012. Y es que en esos dos años el PP destruyó otro medio millón de puestos de trabajo, elevando la tasa de paro al 23,7 por ciento.
Aun siendo fundamental, no es ese el único factor necesario para explicar la evolución de la conflictividad laboral. Más allá del paro y la precariedad, la reforma laboral del PP acabó con la llamada ultra actividad de los convenios, primando así los convenios de empresa sobre los convenios de ámbito superior y restándole así más capacidad de intervención a los sindicatos.
Los datos acerca del modo de resolución de las huelgas indican que cada vez es más difícil resolver un conflicto de forma favorable a los intereses de los trabajadores. Mientras en 2007 de cada cien conflictos 42 se resolvían con acuerdo, en 2014 solo lo hicieron 27 de cada cien. En el nuevo modelo laboral el empresario puede permitirse el lujo de no negociar con mucha más facilidad que antes.
El norte a la vanguardia
La intensidad de las luchas obreras distó mucho de ser homogénea a lo largo del territorio español. Al calcular el número de huelgas convocadas a lo largo del período 2008-2014 en relación a los habitantes de cada Comunidad Autónoma, se observa como Navarra y el País Vasco concentraron la mayor cantidad de paros, seguidos de La Rioja, Cantabria, Asturias y Galicia. Al atender al número de participantes en las huelgas, Navarra sigue liderando el ranking, esta vez seguida de Galicia y Asturias y con el País Vasco en cuarto lugar.
Posiblemente el indicador más significativo de la conflictividad laboral sea el número de jornadas no trabajadas, puesto que aglutina el total de huelgas convocadas y tiene en cuenta su duración. Las comunidades del norte vuelven a situarse en los primeros puestos, con Asturias a la cabeza seguida de País Vasco, Galicia y Navarra, con más del doble de jornadas de huelga por habitante que la media estatal.
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