Seguro que te es familiar: Al inicio de la sala, un flipado de la tecnología o un emprendedor hablan creando una visión sobre el futuro de las finanzas en donde todo el dinero es digital y los bancos ya no sirven para nada. Ya sea en una conferencia fintech (finanzas tecnológicas) o en algo similar, este es el trasfondo de una idea basada en la sabiduría popular enormemente errónea sobre los orígenes del dinero y los bancos. Es una visión que establece el dinero como una cuasi mercancía y a los bancos como meros intermediarios, que simplemente se encargan de hacer circular esta “cosa”. Si los bancos son simples mediadores, entonces se les puede sacar del terreno de juego y desestabilizarse con nuevos y ágiles intermediarios ¿no?.
Si tienes una idea falsa de la historia – y de hecho de la realidad – del dinero, tu idea sobre cuál va a ser su futuro es necesariamente errónea. Para los grandes bancos, el formato digital es simplemente una manera distinta de hacer-negocios-como-siempre. Es la continuación de prácticas que llevan implementando durante siglos. Créeme, los bancos no están en absoluto volviéndose obsoletos, de hecho, se están haciendo más fuertes.
Esto no significa que no podamos diseñar formas alternativas e interesantes de dinero, teniendo en cuenta que el primer reto es desafiar las historias estándar sobre su pasado. Tampoco significa que tengamos que crear una historia pedante al respecto, sino simplemente abordar enfoques más profundos para cambiar el futuro de las finanzas.
La historia estándar del dinero suele ser algo como esto:
“Al inicio existía el trueque entre personas que querían intercambiar pollos por maíz. Entonces se creó el dinero para poder bregar con las ineficiencias que suponía. Se creó una mercancía concreta que fuera una “reserva de valor” como medio de intercambio para las transacciones entre distintas mercancías. Las monedas hechas de metales preciosos satisfacían las necesidades requeridas para este intercambio, pero en algún momento empezamos a utilizar moneda papel, que no es exactamente una mercancía pero sí una reserva de valor. Ahora nos estamos moviendo al dinero digital, un mundo donde el dinero se “desmaterializa” convirtiéndose en puros bytes de información…”
La idea es que el dinero fue “inventado” racionalmente para facilitar el comercio que ya existía. Por defecto, la historia típica siempre empieza con que la forma de intercambio más antigua era el trueque, y la gente inventó el dinero para solventar sus terribles ineficiencias.
Esta historia es repetida por todos los grandes medios y por todos los libros de economía (aunque a veces se encuentran variaciones en el discurso de los defensores del patrón oro, que insisten que el único estándar para medir la riqueza son los metales preciosos). Este extraño artículo de Michael V. Copeland, socio del venture capital Andressen Horowitz, lo demuestra:
“Había una época feliz donde la gente solía usar pollos, cerdos o una buena pila de madera como pago por una vaca, ropa o cualquier otra cosa de valor. Después de eso, un grupo de personas muy inteligentes descubrió que podían usar una moneda”.
Deberíamos ser tremendamente escépticos con esta historia.
El primer signo de alarma es la historia del trueque. Superficialmente tiene sentido, pero existe muy poca evidencia de que haya existido una forma dominante de intercambio, y cuanto más se piensa, más absurdo parece. Por ejemplo, ¿has notado cómo la historia siempre usa el ejemplo de los bienes relacionados con la agricultura para explicar el trueque? Cualquiera que haya estudiado antropología básica se da cuenta de que en las sociedades premodernas basadas en la agricultura, la población era totalmente autosuficiente. Es muy poco probable que alguien que se dedicara a la cría de pollos descuidara los cultivos.
Imaginemos que hipotéticamente un agricultor se encuentra con un exceso de pollos y un déficit de cultivo. En muchas sociedades antiguas las personas no eran titulares de la tierra, y por lo tanto, no eran las propietarias de las cosas que producían. Todo esto quiere decir que no se encontraban en un marco contextual de intercambio. Por el contrario, probablemente colaboraran en la producción dentro de un sistema jerárquico donde el patrón tenía acceso a todo el excedente que quería y lo redistribuía, al estilo de un jefe patriarcal que decide quién tiene derecho a qué en la familia. Si el intercambio ocurría entre personas que eran consideradas del mismo rango, es más posible que ocurriera por la vía del regalo ritual o sistemas de reciprocidad informal.
La reciprocidad, que existe todavía hoy, es más un registro informal entre personas que se conocen y confían las unas en las otras. Es algo más parecido a: te ayudo a construir tu casa, y en unas semanas me puedes ayudar a construir la mía. Y si no lo haces, las cosas se van a poner incómodas entre tú y yo.
En torno al siglo XVII y XVIII, cuando filósofos como John Locke y Adam Smith miraban por sus ventanas mientras estaban sentados en su oficina en la ciudad pensaban: “Me pregunto cómo las personas que no se conocían empezaron a especializarse en sus intercambios cuando no tenían dinero”. Gracias a esta pregunta popularizaron la idea de que el truque fue la manera principal de intercambio. No se les ocurrió que el comercio en bienes especializados entre personas extrañas fuera el resultado de algo que resultó en la invención del dinero, más que el dinero fuera el resultado del intercambio. A lo mejor el dinero catalizó el comercio, que de otra manera no habría existido.
Una de las razones por las que el mito del truque todavía existe es porque forma parte de un paradigma, de un grupo de ideas coherentes que forman un bloque de pensamiento en la ciencia económica. El mito del truque es esencial para establecer la idea de que el dinero es una forma especial de mercancía, que resulta esencial para mantener la idea de que los bancos son meros intermediarios que mueven esta mercancía por el mundo. La historia de la banca tradicional nos cuenta que los bancos reciben dinero a través de los depósitos de los ahorradores, se los prestan a los prestamistas y, como una actividad diferente, permiten a los depositarios mover el dinero a través de los “sistemas de pagos”. Es la historia que permite a los emprendedores pronosticar que los bancos pueden desaparecer como intermediarios del sistema de pagos y préstamos.
Hazte un favor y desmonta este paradigma. Especialmente, si quieres participar en cambiar el futuro del dinero.
Paso 1: Desmantelar tus ideas sobre la historia del dinero.
No tiene ningún sentido intentar establecer una historia definitiva sobre el dinero (si estás interesado en este tema, mira el trabajo de Ingham, Graeber o Martin), pero el primer paso para pensar en alternativas monetarias requiere que se cuestionen los dogmas históricos.
¿Te has preguntado alguna vez por qué los historiadores y los museos están obsesionados con las monedas? Es porque las monedas están hechas por metales no perecederos y por lo tanto tienen una tendencia predecible de aparecer siempre en los registros arqueológicos. La sala del dinero en el Museo Británico está llena de objetos físicos, pero es sólo porque es imposible mostrar sistemas de registro no físicos (como las relaciones de reciprocidad que hemos mencionado anteriormente) en un espacio público. Por este motivo, los museos han enseñado a generaciones de niños y niñas que: En el pasado, todas estos abalorios y metales eran dinero…
La historia económica estándar describe las antiguas monedas como si hubieran surgido de manera espontánea de una necesidad económica, pero es igual de plausible que fueran creadas por la clase política para ser utilizadas para la guerra: fichas estampadas con la cara de poderosos monarcas que enviaban soldados a tierras lejanas y que estaban rodeados por extraños que no les conocían. Los monarcas conquistadores pedían el cobro de tributos e impuestos, quizás en estas fichas que enviaban con sus soldados. ¿Cómo se podían conseguir las fichas? De los soldados, ofreciéndoles comida, por ejemplo.
¿Y los billetes? Generalmente se asocia con los estados, pero la moneda papel era emitida de manera privada por ricos mercaderes y bancos como promesas de que pago. Fue sólo cuando las élites políticas y financieras se juntaron para crear los bancos centrales, que el dinero papel fue emitido de manera centralizada por los estados.
Cuando profundizamos en la historia monetaria, nos damos cuenta de que muchas cosas que se consideran del futuro – como monedas alternativas acuñadas de manera privada – existen desde hace años.
Paso 2: Abandonar la idea de que el dinero es un “depósito de valor.”
En segundo lugar, se necesita desafiar la idea sagrada de que el dinero es un depósito de valor, o que lo ha sido en algún momento. Es mucho más útil concebir el dinero como un constructo que ha sido creado social y políticamente como un “reclamo de valor”. Escribí un post en mi blog sobre esto, pero el resumen es este: todo el valor del dinero deriva de todas las cosas que te permite tener. No tiene valor en sí mismo, sino que permite el acceso a ese valor. Imagina que entras en una cafetería. Las transacciones monetarias esencialmente implican a alguien intercambiando bienes y servicios reales por una ficha que garantiza la capacidad de obtener bienes y servicios en el futuro. Así que pides un café dándole al dueño del bar un valor abstracto que le permite, por ejemplo, comprar cerveza más tarde. Si el dueño del bar decide quemar ese dinero, no se destruye ningún valor, lo que se destruye es la capacidad de reclamar valor en el futuro. El dinero es, por tanto, un reclamo de valor.
Paso 3: Entender las distintas maneras que existen de “reclamo de valor”.
Para hacerlo todo un poco más sofisticado, distingamos entre dos maneras de representar los reclamos monetarios.
a) Un reclamo de valor puede ser representado de manera física, como cuando un billete se mueve literalmente entre las personas. En esta situación “hacerse rico” significa acumular fichas físicas. Imagina al Tío Gilito nadando en su dinero.
b) Por otro lado, los reclamos pueden ser registrados mediante texto en un libro mayor - una manera formal de representar las cuentas donde se escriben los nombres de personas concretas en algún tipo de cuaderno o base de datos. Aquí “hacerse rico” significa acumular una puntuación alta al lado de tu nombre en el libro mayor y “mover” dinero significa mandar mensajes a quien controla el libro mayor para que puedan editarlo y atribuir las puntuaciones a otra persona.
En el mundo en el que vivimos, el Estado controla el método de fichas físicas emitiendo del dinero en efectivo, y los bancos controlan el modelo contable a través de las cuentas bancarias.
Paso 4: Entender el rol de los bancos (te advertimos que esto puede ser complicado)
En el pasado los bancos utilizaban los cuadernos contables apuntando literalmente los nombres de las personas en el mismo. Estos libros servían como registros de cuánto dinero era atribuible para cada persona. La gente podía cambiar su registro yendo a las sucursales bancarias o emitiendo cheques (documentos que ordenaban al banco pagar una cantidad específica de dinero de la cuenta de una persona a otra). Hoy en día, la misma cosa es facilitada en bases de datos digitales que se alteran mandado mensajes seguros al banco vía tu página web bancaria en internet o tu tarjeta de pago. El dinero todavía hoy se mueve gracias a bases de datos privadas que los bancos controlan.
Pero hay, además, un pequeño truco. El sucio (y no tan secreto) pequeño secreto es que los bancos comerciales no sólo registran y editan los reclamos monetarios de las personas, sino que además pueden crear otros nuevos. Esto es lo que se suele llamar la reserva fraccionaria o de manera más precisa, la creación crediticia del dinero. En esencia, el sistema funciona de la siguiente manera: el banco central crea la base monetaria, y después los bancos comerciales emiten su propio dinero sobre eso simplemente registrándolo y haciéndolo real en las cuentas que abren para aquellos que piden dinero prestado. La confidencialidad de este sistema se mantiene a través un sistema de reservas y ratios, dándoles nombres técnicos rimbombantes y aburridos como “Basilea III” o “coeficiente de solvencia”.
No te preocupes si no lo entiendes todavía. Lleva un tiempo hacerse con la idea. Por ahora, simplemente céntrate en esta implicación: No se puede separar a los bancos del dinero electrónico y digital. Es imposible arrancar los dólares estadounidenses digitales de los bancos, porque por definición, los dólares estadounidenses digitales son unidades registradas en los centros de datos de los bancos de Estados Unidos.
Los futuristas sobreexcitados puede que digan casi sin respiración que, comparado con los años 60, la sustancia del dinero ha cambiado de manera fundamental y se ha convertido en electrones moviéndose a través de cables. No. El dinero digital no son los cables, o los canales de fibra óptica de internet o del sistema de telecomunicaciones. Los cables simplemente transmiten mensajes destinados a los centros de datos de los bancos donde el dinero es almacenado, como lo ha sido durante siglos, en forma de entradas en sus libros contables. Y esa entrada de datos es poder, porque se encuentra enmarcado en un sistema legal, social y político que lo hace real. Se puede registra dinero como información inscrita en objetos físicos, pergaminos u ordenadores, pero el mero registro no es suficiente para que el sistema monetario sea funcional.
Paso 5: Ahora estás preparado para desafiar al sistema
Vivimos en un mundo donde el dinero es una creación híbrida entre los Estados y los bancos comerciales los cuales actúan en alianza entre ellos para manejar un constructo social muy poderoso apoyado por todos nosotros. En este contexto, lo que muchas start-ups llaman “el futuro de dinero” muchas veces simplemente significa “cómo puedes interactuar de maneras distintas con las bases de datos de los bancos”, ya sea a través de teléfonos móviles o señales enviadas por un lector digital biométrico. No me interpretes mal, esto tiene muchas implicaciones, la mayoría de ellas negativas, pero si te tomas en serio lo de cambiar el dinero, necesitas ir más allá de esta experiencia de usuario superficial. ¿Quieres desafiar al dinero? Tus opciones son las siguientes:
En lugar de buscar nuevas maneras de interactuar con los libros de contabilidad de los bancos, cambiemos las dinámicas de poder de los que controlan los libros contables. Las criptomonedas como Bitcoin hacen esto, reemplazando los sistemas de contabilidad centralizados por otros descentralizados (por lo menos en teoría). El sistema de pagos bancarios se caracteriza por ser aquel donde un número limitado de bancos controlan el acceso a las bases de datos probadas que llevan las cuentas de tu dinero por ti. El sistema del Bitcoin es aquel donde una gran cantidad de personas mantienen una base de datos pública (llamada blockchain) que se usa para registrar tus fichas digitales por ti.
Cambia el que emite el dinero en esos libros contables. Echa un ojo, por ejemplo, a los sistemas de crédito mutuo como el Sardex, donde pequeñas empreas se han unido para emitir moneda como crédito entre ellas. Todas empiezan a cero en el sistema y a partir de ahí suben y bajan sus registros con pequeñas deudas a corto plazo recibiendo bienes y servicios (que genera una deuda) y ofreciendo bienes y servicios a otras empresas en el sistema (que generan deudas por parte de otras empresas).
Cambia lo que es canjeable. Echa un ojo a las monedas locales como el Brixton Pound, que asume la forma de una moneda normal pero limita su uso a las tiendas independientes dentro de un área local, además de proveer a dichas tiendas de un importante símbolo identitario que muestra su compromiso con la economía local, algo que las grandes corporaciones nunca harán.
Cambia las propiedades internas del dinero. Aprende qué es la oxidación en sistemas como el Chiemgauer, donde el reclamo sobre el valor del dinero directamente se desintegra si no se usa. Este sistema puede ser útil en tiempos de recesión cuando las personas acumulan dinero y por lo tanto limita al resto para ofrecer bienes y servicios (recuerda que el dinero es un “reclamo de valor”, así que si alguien para su circulación, para también la posibilidad de que otras personas trabajen para poder ofrecer dicho valor). Un experimento histórico muy interesante de este sistema es el Worgl.
Modifica las instituciones financieras que dominan el sistema monetario estándar. No necesitaríamos cambiar el dinero en sí mismo si pudiéramos crear bancos socialmente responsables y reformas financieras que modifiquen cómo se emite el dinero normal. Los bancos inyectan crédito en las instituciones financieras, en las grandes corporaciones y en el mercado inmobiliario, de una manera inconsciente teniendo en cuenta los efectos que esto tiene en el sistema. ¿Te acuerdas de la crisis financiera?. Los bancos éticos, son más fiables a la hora de emitir crédito de manera responsable en sectores como las energías renovables que tienen efectos beneficiosos a largo plazo.
Busca caminos de evitar el dinero de manera total. Los sistemas de economía del don como Streetbank tratan de (re)crear sistemas que no estén simplemente basados en intercambios monetarizados sino en la generosidad con aquellos que lo necesitan. No hace falta crearse una idea romántica sobre estos sistemas, pero son un buen cambio en un mundo obsesionado con que todo hay que pagarlo.
Como yo lo veo, quizás la forma de desafiar al sistema más efectiva con dinero alternativo combina todas las anteriores con un sistema de contabilidad descentralizado emitido a través de un proceso de decisión democrática (algo que el Bitcoin no tiene). Sería sólo canjeable por bienes y servicios de empresas no predadoras con el sistema y que no mantienen relaciones injustas, y estaría apoyado por instituciones financieras con principios explícitos de sostenibilidad.
Estamos todavía muy lejos de esto, pero esperemos que te dé un atisbo de lo que podría ser un futuro auténticamente alternativo para el sistema monetario.
Artículo originalmente publicado en:
How we get to next Traducido por Genoveva López. El Salmón Contracorriente.
http://www.elsalmoncontracorriente.es/?Quieres-desafiar-al-sistema