Ese nuevo repago en los medicamentos para enfermos de cáncer, sida, hepatitis, artritis y otras dolencias graves da la medida moral de este Gobierno: lo que vale su palabra, lo que consideran prioritario, su empatía y su sensibilidad. Mariano Rajoy y todo su equipo nos mintieron una vez más –ya ni siquiera es noticia, pero conviene no dejarlo pasar–. Y lo hicieron con una medida tremendamente injusta y con una incidencia económica ridícula. ¿Por qué? ¿Para qué?

El ahorro de este tipo de copago no es tal, salvo que esos euros cuesten vidas: salvo que alguno de los miles de enfermos afectados por este nuevo recorte dejen de tomar su medicación porque no puedan pagarla. El coste para la sociedad es el mismo, solo cambia el reparto de la factura. Con la sanidad pública, lo pagamos entre todos según nuestra renta, a través de los impuestos. Con los copagos, paga más el enfermo, no quien más tiene.
El nuevo copago para medicamentos hospitalarios no sirve para disuadir, sino solo para recaudar. ¿Cuánto? No lo sabemos. El Gobierno, en su habitual transparencia, no ha aportado cálculo alguno. La ministra del ramo, Ana Mato, apenas ha pisado el Congreso y sobre esto tampoco hablará. Pero el número de enfermos crónicos es porcentualmente tan bajo que probablemente el ahorro sea mínimo dentro de los Presupuestos. En un país que se ha gastado 6.000 millones en infraestructuras olímpicas que apenas se usarán, en un Estado que en plena crisis está ampliando su gasto militar, ¿de verdad no había otra cosa mejor para recortar?
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