Entendámonos. El Ceo de IAG, Willie Walsh, no se hubiera atrevido a denostar a Iberia y a España, como lo ha hecho en varias entrevistas paralelas (por ejemplo, Cinco Días o La Vanguardia), si el verdadero hombre fuerte de la aerolínea anglobritánica no le hubiera dado el visto bueno. Ese hombre fuerte es Sir Martin Broughton, vicepresidente del consorcio.
Entrevistas despectivas, despreciando a los políticos españoles y asegurando que la ministra de Fomento, Ana Pastor (en la imagen), “está siempre muy ocupada” para recibirle.
Lo cierto es que el bloque inglés del Consejo está condenando a Iberia a ser una ‘low cost’ y, de paso, asegura que la culpa de la caída de Barajas la tiene la empresa pública AENA.
Por cierto, en su afán antiespañol, también ha arremetido Walsh contra la empresa Ferrovial, por la subida de tasas en Heathrow, sin reparar en que la última palabra la tiene la autoridad británica.
Incuso se ha permitido apoyar indirectamente al independentismo catalán al advertir que Vueling -antes Iberia, ahora IAG- no se irá de El Prat por más que Cataluña salga de la UE y del euro.
En cualquier caso, Ana Pastor ya no aguanta más. Para evitar la jibarización de Iberia ya no va a llamar más al presidente de IAG, Antonio Vázquez, sino que recurrirá a su última arma: que Garanair impugne los acuerdos de IAG en un laudo internacional. Si sale bien, a nadie se le oculta que incluso podría significar la fisión de IAG, esto es, la ruptura de la fusión entre British Airways e Iberia.
Garanair es la sociedad, controlada por Bankia y El Corte Inglés, que supuso una de las salvaguardas de Iberia en el acuerdo de fusión (British tiene la suya, radicada en el fondo de pensiones de los empleados de la aerolínea británica). La salvaguarda consiste en que, aunque el banco y los grandes almacenes hayan vendido ya su participación en IAG, poseen el 51% de los derechos políticos de Iberia hasta el 1 de enero de 2015.
Miriam Prat
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