La Comunidad de Madrid ha rescatado del baúl de los recuerdos una vieja promesa electoral: la construcción del aeródromo de El Álamo. Y parece que esta vez el proyecto no se quedará de nuevo en castillos en el aire. La intención es que el complejo esté operativo, a más tardar, para 2018, cuando concluye la concesión de cinco años del aeropuerto de Barajas para gestionar la aviación corporativa o privada.
La inversión requerida —estimada en 230 millones de euros (incluida la compra de suelo a particulares)— la pondría una empresa privada que, mediante una concesión, gestionaría la infraestructura durante un periodo estimado en 40 años. “Estamos tranquilos porque hay un interés detrás”, afirma Borja Sarasola, el consejero de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio. Pablo Cavero, su homólogo de Transportes, Infraestructuras y Vivienda, pone como ejemplos de potenciales candidatos potenciales a Gestair, la concesionaria de la aviación general de Barajas, a Ferrovial, dueña del aeropuerto de Heathrow (Londres), o a OHL, que participa en la UTE de Barajas.
Entre las ventajas que el Ejecutivo de Ignacio González señala del emplazamiento entre El Álamo y Navalcarnero —los planes generales urbanísticos de los dos municipios (PP) ya incluían una zona reservada para el aeródromo— figuran las conexiones con la radial R-5 (de peaje), la M-404, cuya duplicación está planificada, y la A-5, para la que Móstoles reclama a Fomento desde hace tiempo un tercer carril con el que aliviar los atascos cotidianos en la zona.
“El proyecto está en marcha, vamos a correr para licitarlo”, aseguran en la Comunidad, sin ceñirse a una fecha y afirmando que “no se sobrevolarán núcleos urbanos” y el impacto medioambiental y acústico “será mínimo”. El Gobierno regional, que ha recurrido a los servicios de la consultora Deloitte, cifra el impacto de la infraestructura en el 0,6% en el PIB regional (mil millones), cuando esté en marcha, con 6.000 empleos directos e indirectos (2.000 directos y 10.000 indirectos pasadas dos décadas). Antes, los trabajos de planificación y construcción se prolongarían durante tres años y generarían 15.000 puestos de trabajo.
La Comunidad rechaza que la obra vaya ligada a Eurovegas, que quedará a diez minutos del aeródromo. “Es una infraestructura que Madrid necesita sí o sí, siguiendo ejemplos como el de Le Bourget en París y absolutamente independiente de Eurovegas. Este aeródromo se hubiera construido igual sin Eurovegas”, enfatiza Sarasola. El megacomplejo de casinos y congresos de Las Vegas Sands, caracterizado por sus rascacielos sin límites de altura por ley y que Sheldon Adelson debía haber presentado en abril para que el proyecto pudiera salir a concurso público, está previsto en el Distrito Norte de Alcorcón.
El Gobierno de la Comunidad, región que atrae el 70% de la inversión extranjera en España, insiste en desechar que los jets privados de hombres de negocios vuelvan a depender de Torrejón dentro de cinco años. El Ejecutivo asegura que el tráfico aéreo aumentará si Madrid es elegida para celebrar los Juegos Olímpicos de 2020. Barajas, con 70 millones de pasajeros al año, opera a poco más del 60% de su capacidad. “Los empresarios buscan rapidez, y como la aviación comercial tiene preferencia sobre este tipo de vuelos, hay casos en los que se pueden pasar dos horas esperando en Torrejón a que les den permiso para poder despegar”, argumenta Cavero, que enfatiza que la impresión que el aeródromo militar les deja a los inversores por el tiempo de espera “no es la mejor”. De ahí, razona que el objetivo sea trasladar hasta El Álamo el flujo de vuelos tanto de Torrejón como de los del área de influencia del centenario Cuatro Vientos, demasiado cercano a los rascacielos de Eurovegas y al que el Estado baraja cerrar desde hace años. De hecho, Fomento ya era favorable a cerrarlo en 2006, con el PSOE en La Moncloa, una opción que siguen respaldando las asociaciones vecinales de los núcleos urbanos del entorno.
El Gobierno regional proyecta que el aeródromo de El Álamo gestione una media anual inicial de 50.000 vuelos heredados de Torrejón y Cuatro Vientos, que se duplicaría en 20 años. Para ello, contaría con dos pistas, una de 1.000 metros de longitud —ampliables medio kilómetro— destinada a las escuelas de vuelo, aviones para agricultura o medicalizados (transporte de órganos) y otra de 2.000 metros —la previsión es que se pueda alargar otros 600 metros— para los vuelos de negocios, que representarían el 50% del volumen total (las ganancias que supondrían para la infraestructura serían superiores). Los que en ningún caso podrían aterrizar o despegar serían los grandes aviones comerciales ni los de carga. La longitud máxima de los aviones que utilizarán el aeródromo será de 40 metros de longitud y 35 de envergadura, frente a los más de 70 metros de longitud y 80 de envergadura de los gigantes del aire. “El 90% de los aviones que utilicen el aeródromo no tendrán más de 20 metros de longitud y de envergadura”, observa Cavero.
http://ccaa.elpais.com/ccaa/2013/06/25/madrid/1372191360_519157.html
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