“Yo prefiero un empleo a que no haya empleo. A mí, cuando empiezan a hablar de empleo basura me parece que es ofensivo para el que está deseando tener ese empleo basura que está dando oportunidades para corregir problemas que tenía” – Isabel Díaz Ayuso
Más de la mitad de los/as jóvenes que trabajan en este país, lo hacen de forma temporal. Una cuarta parte tienen trabajos a tiempo parcial. El salario medio de estos/as trabajadores/as oscila en torno a los 11.350 euros netos al año, lo que se traduce, en doce pagas, en 940 euros mensuales. Son tres pequeñas pinceladas que dan cuenta de un cuadro mucho mayor, un cuadro de precariedad generalizada entre la juventud. El trabajo pende de un hilo, y encima se paga una mierda. Todo bien para la señora Ayuso. Se ve que ser la voz en las redes sociales de Pecas da para vivir a gusto. Bajo el ala de Esperanza Aguirre (o de su perro), se llega lejos. Aunque hay que saber frenar, nunca se sabe si te tocará bajarte en la casilla de Soto.
El pasado mes de julio se hicieron públicos dos estudios en torno a la cuestión de la juventud, la empleabilidad y la vivienda. El primero, de la mano del Observatorio de Emancipación del Consejo de la Juventud de España. El segundo, aunque fue sólo un resumen de un estudio más largo todavía sin publicar, venía de la mano del presidente del Banco de España. Las conclusiones no dejan lugar a dudas, los/as jóvenes están cada vez más jodidos/as. A los datos ya mencionados sobre las condiciones laborales, se suma una odiosa comparativa con tiempos pasados. Una persona con 30 añitos cobra entre un 10 y un 20% menos que su reflejo de hace una década. A este desolador panorama en el mundo laboral, se le suman los efectos de la burbuja del alquiler. Un alquiler medio está situado actualmente (aunque para cuando leas esto, seguro que ha subido un poco más) en torno a los 862 euros, de modo que un/a trabajador/a joven con un sueldo medio, si quisiera alquilar en solitario, tendría que invertir el 90% de sus ingresos salariales en una casa. Ya de comer, ni hablamos.
De todo ello se desprenden varias consecuencias lógicas. La primera, ni dios se va de casa de sus padres antes de los treinta. Los datos de emancipación entre los 16 y los 29 años se sitúan en un paupérrimo 19%. Y si lo hacen, es a pisos compartidos, no queda otra. Por otro lado, los datos de riesgo de pobreza o exclusión siguen desbocados en esta franja de edad. Actualmente se sitúan en un 34,8%. Yendo un poco más allá, entre los/as jóvenes ocupados/as, este dato disminuye, pero sólo hasta un 26%. Tener trabajo no salva de pasarlas muy mal. Entre becas, contratos en prácticas y simples trabajos basura, el viejo mantra liberal de “esfuérzate y saldrás adelante” cada vez se diluye más en lo que realmente es: propaganda barata de un sistema que siempre ha devorado a su fuerza de trabajo.
Pero no todo es juventud en estos estudios. También se da un pequeño repaso a aquellos/as que hace poco pasamos la treintena, aquellos/as que crecimos con las manifestaciones precrisis por una vivienda digna o contra un empleo juvenil que por aquel entonces abocaba al mileurismo. Nuestros ingresos laborales también decrecen respecto a los de un/a trabajador/a de nuestra edad de hace una década. La precariedad juvenil va extendiendo sus tentáculos hacia arriba, sin pausa. El supuesto dogma del fin de la historia según el cual cada generación vivía mejor que sus padres se va resquebrajando. No lo haremos, no viviremos mejor según los indicadores económicos. Y esto deriva en otro problema añadido a medio plazo. Pues actualmente, a estos/as jóvenes precarios/as, son sus padres quienes les ayudan a salir adelante, quienes mantienen sueldos más altos, pensiones menos precarias, pisos en propiedad. Pero los años no perdonan, y el desplazamiento hacia arriba de la precariedad llevará a la pérdida de estos colchones paternos con los años.
La realidad asoma, el torbellino neoliberal que comenzó en los 70 sigue apretando, sin freno. Estos estudios ponen el foco en un presente difícil, pero también vislumbran un futuro peor. Al menos, si no reaccionamos. Las soluciones propuestas por el presidente del Banco de España ante esta situación quedan en más formación profesional y en una regulación laboral que equilibre las condiciones de jóvenes con las de trabajadores/as fijos/as con más años en el mercado laboral. Sin muchos más detalles, suponemos que estamos hablando de una formación dirigida a las necesidades del momento de las empresas y de una equiparación por abajo. No se habla de una regulación de los precios de los alquileres, de mejores condiciones laborales, de la pérdida de poder adquisitivo por las nulas subidas salariales de los últimos años, de temporalidad en el empleo, de disminución de jornadas laborales con mantenimiento de los sueldos… De todo eso, sólo se hablará si lo peleamos, en nuestros trabajos y en nuestros barrios.
“Mucho currar, poco dormir; poco dormir para vivir; mucho currar para comer; el que manda cierra los ojos para no ver” – Fuerza Mayor; Víctor Rutty, Rober del Pyro, DJ Kaef
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