En estas fechas, los telediarios nos repiten siempre las mismas noticias: en tal punto de la península se alcanza el récord histórico de calor, Benidorm vuelve a erigirse como destino turístico favorito de los madrileños y que el aumento de veraneantes crea un montón de puestos de trabajo y de nuevos/as afiliados/as a la Seguridad Social.
Sin despreciar la importancia del cambio climático, ni la destrucción ecológica que el turismo masivo de sol y playa ha ocasionado en el litoral, en este número vamos a hablar del empleo creado en estos meses de verano.
Unos trabajos duros, y cada vez peor pagados gracias a los efectos de la reforma laboral, que jóvenes y no tan jóvenes deben aceptar para sobrevivir a una crisis que que parece que no acabará nunca.
Hablaremos de las condiciones de trabajo en los grandes cruceros, ciudades flotantes que obligan a sus trabajadores/as a pasar meses embarcados/as, de las que limpian los hoteles y
sus historias de precariedad y malas condiciones de salud y de los manteros perseguidos por la policía barcelonesa, demostrando que “nativa o extranjera, la misma clase obrera” no es solo una consigna.
Vacaciones en el mar
Mucho se está hablando de los enormes cruceros que están llegando, principalmente, al puerto de Barcelona en estos meses. En los medios de comunicación de masas nos cuentan cómo miles de turistas deseosos de gastar su dinero desembarcan felices, pero se olvidan de hablar de los efectos de esta invasión (6.780 pasajeros/as alberga el monstruo Harmony of the seas, que cada semana llega a costas catalanas) tiene para la población local y de la increíble contaminación que crea en las ya congestionadas ciudades (sólo este barco emite más azufre que millones de coche, más dióxido de nitrógeno que el tráfico de una ciudad mediana y más partículas que centenares de autobuses).
Pero sus efectos nocivos no sólo afectan a los/as habitantes de las ciudades museificadas que tienen la desgracia de convertirse en parque temático, sino que se extiende a sus trabajadores/as. La mayoría de estos megahoteles flotantes operan bajo bandera de conveniencia de terceros países a fin de reducir sus responsabilidades fiscales y medioambientales y esto tiene efecto sobre las personas que allí trabajan. Como denuncia el artículo de Univision, cadena televisiva en español en EEUU, Una maquila en alta mar, Carnival, la empresa de cruceros con mayor volumen de viajeros/as, no aplica la legislación laboral de EE.UU. O de los países europeos donde opera, sino que se rige por la legislación de bandera del barco, países con salarios mucho más bajos y con una normativa en materia de seguridad mucho más laxa.
Esto mismo relatan Devi Sacchett y Valentina Longo, autora del libro “Lujo Low Cost” en su artículo para el periódico Diagonal, Exotismo ‘low cost’: cruceros y tripulantes, en el que informan que solo en el año 2010, 300.000 tripulantes han trabajado en barcos en cruceros por Europa. Denuncian que “los horarios de trabajo rondan las 10-12 horas diarias, a menudo sin ningún día de descanso, con un abanico de salarios que va desde los 50 a varios millares de dólares mensuales. Una parte del personal vive de las propinas, o sea, de la capacidad de desarrollar sus tareas con competencia y reverencia, dependiendo mucho de la benevolencia de los pasajeros. (…) La nacionalidad de los tripulantes es frecuentemente “occidental”, o sea, blancos (italianos, de la Europa del Este, a veces ingleses), y quizás algún filipino. En cambio, en el sector hostelero y reproductivo hay más variedad: asiáticos y latinos, junto a europeos y un puñado de africanos. Generalmente, a medida que las diferentes tareas realizadas a bordo se hacen visibles, se asiste a un blanqueamiento de la plantilla, aunque perduren algunas excepciones que refuerzan los mecanismos de reproducción de la inferioridad.
Debajo de la línea de flotación, se encuentran frecuentemente: en las lavanderías, chinos; en las cocinas, hindúes; mientras que unos pisos más arriba, malgaches e indonesios limpian los camarotes; y europeos del Este sirven copas en bares y cafeterías. La seguridad es israelí o india, los animadores, así como los oficiales de puente y cubierta, son italianos, y los marineros rumanos. Con el mejor espíritu colonialista, no faltan animadoras y animadores brasileños, que involucran a los turistas en danzas supuestamente desenfrenadas.”
Las que limpian los hoteles
Gracias a la labor de Las Kellys, se ha visibilizado un trabajo que pasaba desapercibido. Las Kellys, según sus palabras, es una Asociación autónoma y que apuesta por la autoorganización, está integrada por camareras de piso y por amigos y familiares de éstas bajo unos objetivos comunes. (…) dar visibilidad a la problemática de las camareras de piso, así como contribuir a la mejora de su calidad de vida. Denuncian las condiciones de trabajo de un sector marcado por la temporalidad, altamente feminizado, con muchas trabajadoras migrantes y con escasa tradición de afiliación sindical. Como se analiza en el libro de Ernest Cañadas reseñado, se trata de un puesto de trabajo con una exigencia física elevada que provoca enfermedades crónicas y abuso de psicofármacos: “Aún no he visto a ninguna camarera de pisos llegar a jubilarse a los 65 años”; “El tratamiento de estas pacientes es muy difícil porque además del sufrimiento puramente físico y orgánico hay un sufrimiento psicológico. ¿Por qué? Por el estrés (…) Tomar durante veinte años seguidos ibuprofeno cada mañana para poder ir a trabajar, para aguantar, y luego un alprazolan -el famoso Trankimazin- porque les pega la ansiedad al mediodía, y por la noche algo para poder dormir, porque van estresadas, es un problema serio… Y en mujeres como estas, que lo toman durante meses o años, como en todas las adicciones, necesitas cada vez mayores dosis. Cuando intentas quitárselos cuesta mucho trabajo…”
Una de sus mayores críticas es el auge de la subcontratación: los hoteles están externalizando prácticamente a todo su personal, a veces con empresas del mismo grupo, aprovechando que la reforma laboral permite que las empresas de outsourcing tengan convenios colectivos con salarios más bajos y jornadas más largas. Así, pueden pasar de cobrar unos 1.100 euros al mes a tener unos sueldos míseros: “Vivo en Benidorm, donde las camareras de pisos estamos llegando a un declive abismal… Ya se están introduciendo las contratas externas donde somos auxiliares de limpieza cobrando con todo incluido 800€”
Manteros (nuevamente) perseguidos
En el número de julio de este periódico hablábamos de otros trabajadores que en estas fechas tienen el doble de trabajo: vender sus mercancías en las calles a altas temperaturas y huir de la policía que pretende impedírselo. Hablábamos del Sindicato de Popular de Vendedores Ambulantes de Barcelona y de la plataforma de apoyo a éstos Tras la Manta y cómo sufrían una represión cada vez mayor del Ayuntamiento dirigido por Ada Colau.
La última semana de julio, la persecución coordinada por la Guardia Urbana, dependiente del ayuntamiento y de los Mossos d´Esquadra, de la Generalitat, ha ido en aumento. Al caso de Sidil Moctar, encarcelado en la prisión de La Modelo y con la amenaza de ser expulsado del país por defenderse de una agresión de los guardias, se une el de Ndiaw Diakhompa, hospitalizado e intervenido quirúrgicamente de la pierna que le rompió la Guardia Urbana en una carga contra los vendedores, y las detenciones de Issa Seye y Lamine Sarr, todos ellos miembros del Sindicato de Manteros. Issa fue detenido en el metro por cuarenta policías cuando acudía a hacer su trabajo e internado en el recién reabierto CIE de la Zona Franca, con el fin de ser deportado a Senegal, acusado de no tener permiso de residencia legal en España y de tener 41 antecedentes policiales (que no penales), todos ellos acumulados en nueve años de venta ambulante. Lamine, portavoz del Sindicato Popular de Vendedores Ambulantes, fue detenido junto a seis compañeros en una operación de los Mossos d’Esquadra contra la venta ambulante
Os dejamos con el comunicado de Tras la Manta emitido tras las últimas detenciones, sobre cómo los nuevos ayuntamientos del cambio realizan gestos simbólicos (pancartas de Refugees welcome en Madrid y Barcelona e instalación de un contador de muertes en el Mediterráneo en esta última ciudad) mientras continúan con las políticas de acoso y racismo institucional:
Vista la agresividad con la que la Generalitat de Catalunya y el Ayuntamiento de Barcelona están persiguiendo a los trabajadores más desposeídos, tanto en términos materiales como en materia de derechos, se podría pensar que el mayor problema de este país y de esta ciudad es que unos trabajadores parados vendan bolsos de manera informal. Y que lo hagan no para lucrarse, como hacen los ricos que defraudan a hacienda, sino para pagar un modesto alquiler.
Sin embargo, sabemos que el principal problema de nuestra ciudad, y sobre todo para los vecinos de Ciutat Vella, es el monocultivo intensivo del turismo. Las protestas en los balcones, las manifestaciones, las campañas y las quejas son, desde hace años, contra la masificación turística y no contra los manteros. Lamentamos que se utilicen a los vecinos, incluidos aquéllos que trabajan en la venta ambulante, como excusa para actuar a la orden de los grandes empresarios que se disfrazan de pequeño comercio, de los partidos de derechas y de los medios reaccionarios.
En esta ciudad hay muchos vecinos que llegaron a este país en patera o que pasaron por CIEs. Algunos de ellos ahora sobreviven gracias a la venta ambulante. La política de acoso municipal alimenta el peligro de ingresar en el CIE y el riesgo de deportación. Se acumulan multas y juicios por venta, y con ellos unos antecedentes policiales que impiden o dificultan la obtención o la renovación de los permisos de residencia.
La frontera no sólo separa. No sólo asesina. También criminaliza. Hoy, mientras se instala un contador de las muertes en la frontera Mediterránea, es importante recordar que las fronteras que excluyen a las personas migrantes también están en las Ramblas de Barcelona, en la Plaza Cataluña y en la Barceloneta. Obviar esto es obviar que los problemas del racismo institucionalizado van mucho más allá de las políticas migratorias. Este racismo requiere conciencia, valentía y voluntad política, no solo de parte de las instituciones, sino del conjunto de la sociedad.
Hasta ahora, el Ayuntamiento ha hecho gestos grandilocuentes en apoyo a los derechos de las personas migradas y solicitantes de asilo, principalmente en temas que no son de su competencia. Mientras tanto, destina dinero público municipal a una campaña que criminaliza a los vendedores ambulantes y dedica la mayoría de la Guardia Urbana de Ciutat Vella a perseguir manteros.
Desde la Red Tras la Manta consideramos que el producto falsificado que más nos ha decepcionado es el cambio que pretenden vender tanto la Generalitat de Catalunya como el Ayuntamiento de Barcelona.
http://www.todoporhacer.org/sol-playa-trabajos-mierda
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