En el artículo anterior, de esta serie de tres, detallamos “El fantástico negocio de los EREs amistosos” . Bien, pero exactamente ¿qué es eso de los EREs amistosos y cómo puede garantizarse que las plantillas acepten con escaso ruido su destino?
La primera vez que oímos
esa expresión fue pronunciada por el secretario de acción sindical de
una de las más importantes federaciones de CCOO hace unos años. Y,
ciertamente, resume muy bien el funcionamiento de este tipo de procesos:
Tú haces como que aprietas y yo hago como que cedo. Tú vendes unas
mejoras y yo despido a quienes quería a un coste razonable y asumible.
Queda fuera de este 'pacto
entre caballeros' plantear la lucha fuera del terreno de juego del mal
menor y, obviamente, se renuncia a un papel basado en una estrategia de
fuerte presión y daño a la empresa para conseguir objetivos relevantes.
Cuando acaba el proceso, la empresa abona 'gastos jurídicos' a los
sindicatos pactistas. Win-win, excepto para los despedidos.
Aunque es extrapolable a otros sectores, vamos a poner la lupa en el sector TIC.
¿Y cómo lo hacen?
Basado en nuestra
experiencia directa, y sin ánimo de ser exhaustivos pues en cada
conflicto se producen cambios menores, el workflow básico que siguen los
sindicatos de concertación es éste:
Las empresas que hacen EREs
son habitualmente grandes o multinacionales y recurren a un puñado de
bufetes especialistas en estos procesos (Garrigues, Sagardoy,
Baker&McKenzie), que conocen perfectamente cómo conseguir que su
cliente tenga el mínimo de problemas legales y sindicales. Los
interlocutores de esas empresas suelen ser, también, los mismos:
Dirigentes de las grandes federaciones de ciertos sindicatos.
En un ERE típico, esas
federaciones reúnen a la sección sindical de la empresa en conflicto y
se ofrecen para ayudar. Rápidamente pasan a influir y tutelar todo el
proceso. Contra la presunción que se pueda tener, el papel de estos
representantes se basa en dilatar la acción sindical y apostar por lo
que ellos llaman 'negociar': Es decir, concretar 'cómo hacer el ERE', en
lugar de combatirlo, marginando o descartando la movilización de la
plantilla.
A veces hay afiliados que se dan cuenta de la encerrona y se enfrentan a sus federaciones, como el caso de UGT o USO en Indra, pero normalmente la posición en la empresa es controlada por simple inacción de sus delegados.
Malditos sindicatos combativos, ¡Viva la unidad sindical!
Esta estrategia se basa en
la infantilización e idiotización de los trabajadores. Se les trata
desde una posición dominante, como expertos que se dirigen a personas
incapaces de comprender lo que hábiles negociadores están realizando;
todo por su bien. De esta forma la plantilla queda en una posición
pasiva, como espectadores, fácilmente dominables y manipulables. La
asamblea es un tabú. Y si se ha de hacer, informativa y desde posición
de superioridad.
Si hay omertá, todo va como
ruedas. Pero si en la empresa hay presencia de la CGT, u otros
sindicatos que no compartan esa línea, rápidamente nos convertimos en un
elemento a neutralizar. El método más habitual es la 'unidad sindical':
Si la CGT propone una línea reivindicativa, rompe la unidad sindical.
Si la CGT considera que sin presión vamos al desastre, está atacando la
unidad sindical. Si la CGT convoca huelga a pesar de todo, se trata de
un acto irresponsable que rompe la unidad sindical.
CCOO y UGT usan la 'unidad sindical' como sinónimo de 'veto sindical'.
En su obsesión por evitar el conflicto exigen ir todos unidos hacia el
desastre. Quién no lo comparte es entonces estigmatizado por romper una
línea decidida por sus federaciones, a la que nos tenemos que someter el
resto. Esta actitud daña, conscientemente, la capacidad y fuerza de la
movilización.
En el caso reciente de
Indra se llegó al paroxismo de deslegitimar una huelga convocada por CGT
calificándola de 'ilegal' (mostrando, de paso, un bochornante desconocimiento jurídico) para unos días después comerse sus palabras y sumarse a ella debido a la presión de los trabajadores.
Este método de inducir a la duda ante una huelga es usado en otras ocasiones, como recientemente en el conflicto de Movistar.
Boicotear una huelga es el
acto más sencillo del mundo para un sindicato contrario a ella: sólo se
ha de sembrar la división en el seno de la plantilla. Mediante falsa
esperanza, derrotismo hacia el final y, siempre, dudas e incertidumbre.
El acto final
El epílogo de esta estrategia hemos podido comprobarlo por todo el sector TIC, 7 EREs en Cap gemini, afiliados de CCOO-USO salvados de la quema en EREs de T-Systems mientras centenares pasaban por la quilla , despidos indecentes en Tecnocom , 205 despidos en el ERE de HP (entre
ellos una prejubilación dorada con 48 años y un único traslado con
excelentes condiciones para dos delegados de CCOO), Alten, Indra y tantas otras.
En Indra hemos tenido que
soportar oir a representantes del sindicato STC justificar su firma
porque 'así estamos en la comisión de seguimiento y podremos salvar a
los nuestros' o de CCOO decir 'nosotros firmamos y ya denunciareis
vosotros'.
Bueno, es una excelente
noticia que hayas llegado aquí sin cortarte las venas o destrozar el PC
con un hacha ante la indignación. Recuerda siempre que caer en el
individualismo sería la guinda del pastel para las empresas; la
respuesta es otra y tenemos noticias: Es posible defender la dignidad
pese a las dificultades y salir victoriosos. Pero eso lo explicaremos en
el siguiente artículo de este especial sobre EREs amistosos y
colaboracionismo.
http://cgtinformatica.org/content/c%C3%B3mo-domesticar-la-lucha-en-un-ere-para-despedir-amistosamente
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