Artículo publicado por Vicenç Navarro en
la columna “Pensamiento Crítico” en el diario PÚBLICO, 27 de octubre de
2014.
Este artículo muestra las causas reales
de la super-riqueza del 1% más pudiente de la población, que no tienen nada que
ver con el mérito, sino con sus conexiones y complicidades con el Estado, y con
comportamientos claramente deshonestos.
La característica definitoria de los tiempos que
vivimos es la enorme concentración de la riqueza y de las rentas, consecuencia,
en gran parte, de las políticas públicas aplicadas a la mayoría de la población
por gobiernos de sensibilidad neoliberal a los dos lados del Atlántico Norte
(Norteamérica y Europa Occidental) desde los años ochenta. El Presidente Regan
en EEUU y la Sra. Thatcher en el Reino Unido iniciaron estas políticas,
extendidas desde entonces a la mayoría de países de aquellos continentes. Estas
políticas fueron la respuesta de las clases dominantes a las conquistas
políticas, sociales y laborales conseguidas predominantemente por el mundo del
trabajo. De ahí que un elemento común de aquellas políticas públicas
neoliberales fuera un ataque frontal al bienestar social de las clases populares
de aquellos países, a fin de recuperar los privilegios que habían visto
disminuidos durante el periodo anterior 1945-1980. El objetivo de tales
políticas era favorecer al capital, cuyas rentas eran la fuente de riqueza de
esas clases sociales dominantes. Las políticas de los Estados durante este
periodo 1980-2012 facilitaron, así pues, una enorme concentración de la riqueza
y de las rentas, lo que se presentó, para justificarlo, como resultado de un
sistema meritocrático en el que los que estaban arriba, en la cúspide de la
sociedad, lo estaban como consecuencia de su mayor capacidad, mérito y
productividad. En esta ideología –reproducida en los mayores medios de difusión
y persuasión-, las desigualdades eran consecuencia de las diferencias naturales
(e incluso biológicas) existentes dentro de la población, ocultándose la gran
importancia que el Estado había tenido en el desarrollo de esa concentración de
la riqueza y de las rentas, concentración que no se debía al mérito de los
individuos que estaban en la cúspide, sino a sus conexiones, en gran parte de
las ocasiones, con el Estado. Un caso claro es el de Bill Gates, una de las
personas más ricas del mundo.
El caso Bill Gates, ¿cómo consiguió su
riqueza?
Este personaje es considerado como el fundador de
Microsoft, establecida como consecuencia de su gran creatividad. Conocido por su
filantropía, Bill Gates es un hombre ampliamente conocido, que se presenta como
el gran emprendedor que debe su riqueza a sus capacidades y méritos. El
economista Dean Baker, Director del Center for Economic and Policy Research, en
un breve artículo (“World’s Richest Man Tries to Defend Wealth Inequality”)
publicado en el blog de este centro, donde describe una breve biografía de Bill
Gates, muestra, sin embargo, hasta qué punto el Estado federal de EEUU configuró
y ayudó a que estableciera su riqueza, riqueza que se debió a la enorme
monopolización en la producción y venta de sus productos, con prácticas
claramente deshonestas en sus formas de operar. La tolerancia, cuando no ayuda,
del Estado federal con tales prácticas, ha sido una constante en la vida
empresarial de Gates y su Microsoft. Dichas prácticas dificultaron el desarrollo
de la tecnología de los ordenadores, como han concluido varios Tribunales de
Justicia cuando aquellas prácticas fueron juzgadas.
Esta situación, en la que el Estado favorece la
monopolización, es conocida en el caso de la industria farmacéutica, donde las
patentes otorgadas por el Estado a la industria crean una situación de
monopolio, que es la base de su enorme riqueza. El último caso es el caso del
fármaco para tratar los casos de hepatitis C, que cuesta 84.000 dólares (unos
66.000 euros) para un tratamiento de 12 semanas, cuando la versión genérica
cuesta solo 900 dólares (unos 700 euros). Dean Baker, por cierto, cita la
paradoja que representa que la fundación filantrópica que lleva su nombre, la
Fundación Bill & Melinda Gates, no haya dicho nada sobre el abuso de las
patentes en los países subdesarrollados, a los cuales la Fundación intenta
ayudar dándoles dinero para comprar fármacos (cuyos precios podrían reducirse
especialmente si no hubiera tal abuso de las patentes).
Otro caso semejante es el de los banqueros –el
mayor grupo de los super-ricos, es decir, el 1% de la población-, que están en
la cúspide no como resultado de su brillantez, sino de sus prácticas
especulativas facilitadas por los Estados, que perjudican enormemente a las
actividades de la economía productiva, habiendo comprado la complicidad de sus
reguladores públicos. El caso español es de los más claros, habiendo sido el
Estado el que les ha ayudado a salvarse y evitar su colapso, cuando lo más
lógico, eficiente y equitativo hubiera sido su sustitución por bancas públicas
que garantizaran el crédito.
Y, por último, otro grupo del 1% de renta
superior de los países, que Dean Baker señala, es el de las empresas, tanto
manufactureras como de servicios comerciales, que han hecho su fortuna a base de
una enorme explotación de sus empleados y trabajadores. El caso más claro es el
de los dueños de la cadena de mercados Walmart, conocida por los altos niveles
de explotación a su fuerza laboral. En base a esta evidencia, es difícil asumir
que los personajes que componen la mayoría del 1% de renta superior de los
países –los super-ricos- hayan alcanzado el nivel de riqueza y renta que tienen
debido a sus propios méritos. En realidad, la complicidad con los Estados donde
se sitúa su riqueza y/o la deshonestidad de sus prácticas, incluidas la
monopolización del comercio y/o la explotación de sus empleados, explican su
supuesto éxito.
http://www.vnavarro.org/?p=11464
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