Ante el desconocimiento popular existente sobre este tipo de activos financieros, hemos creído conveniente escribir estas líneas, que a buen seguro agradecerán aquellos que, bien por curiosidad o bien por haberse visto afectados por la estafa bancaria perpetrada con los mismos, necesitan de información precisa, sencilla y veraz.
Empecemos por hablar del ahorro. ¿Qué hace una persona cuando ahorra una cantidad de dinero? Puede guardar este dinero en casa, reservándolo para cuando lo necesite en un futuro. O bien puede invertirlo, es decir utilizarlo para comprar un bien económico que genere un dinero extra o rendimiento. A estos bienes económicos se les llama activos.
Existen dos clases de activos. Por un lado, tenemos los activos reales o tangibles, como por ejemplo las máquinas, la tierra agrícola y los edificios, todos ellos capaces de generar un rendimiento periódico: beneficio industrial, renta agraria o renta de arrendamiento. Por otro lado, tenemos los activos financieros, que son un título o simplemente una anotación contable, por el que el inversor adquiere el derecho a recibir un ingreso futuro de parte del vendedor. Por ejemplo, cuando ingresamos una cantidad en un banco a plazo fijo, el banco anota a nuestro favor un pasivo en su balance, que generará un rendimiento futuro (interés) previamente acordado con el cliente; una vez termine el plazo por el que el cliente se comprometió a mantener el depósito (vencimiento), este podrá retirar si lo desea la cantidad depositada. Mientras tanto, el banco utilizará este dinero para realizar préstamos a un interés superior al que él remunera nuestra cuenta a plazo fijo, y de ahí procede el beneficio bancario.
Pero existen otros activos financieros también en circulación, a los que se les denomina títulos o valores. Básicamente, se pueden reducir a tres tipos: capital, deuda y derivados. Los derivados son unos valores muy sofisticados y que nada tienen que ver con las participaciones preferentes, pero los otros dos sí, por lo que vamos a explicarlos en seguida.
Los instrumentos de deuda (bonos) los emite cualquiera que pide prestado: empresas, gobiernos e individuos. Por tanto, entre estos activos se encuentran bonos corporativos y del Estado, así como pagarés o letras de cambio. Los instrumentos de deuda también se conocen como instrumentos de renta fija, porque prometen pagar sumas fijas (intereses) de efectivo en el futuro. Por otro lado, el vencimiento de un instrumento de renta fija es el periodo que transcurre hasta que se devuelve la cantidad prestada. Así, un bono de 1000 euros con vencimiento anual, al 5% de interés, promete pagar a su comprador 1000 euros al cabo de un año, más 50 euros de intereses (5% de 1000).
Los instrumentos de deuda (bonos) los emite cualquiera que pide prestado: empresas, gobiernos e individuos. Por tanto, entre estos activos se encuentran bonos corporativos y del Estado, así como pagarés o letras de cambio. Los instrumentos de deuda también se conocen como instrumentos de renta fija, porque prometen pagar sumas fijas (intereses) de efectivo en el futuro. Por otro lado, el vencimiento de un instrumento de renta fija es el periodo que transcurre hasta que se devuelve la cantidad prestada. Así, un bono de 1000 euros con vencimiento anual, al 5% de interés, promete pagar a su comprador 1000 euros al cabo de un año, más 50 euros de intereses (5% de 1000).
El capital es el derecho de los propietarios de una empresa. Los valores de capital emitidos por compañías se llaman acciones ordinarias. Se compran y se venden en el mercado de valores (Bolsa). Cada acción ordinaria da derecho a su tenedor a una participación igual en la propiedad de la empresa. En casos típicos, cada acción da derecho al mismo monto de rendimientos y a un voto en asuntos de control de la compañía.
Las acciones ordinarias representan un derecho residual sobre los activos de la compañía. Los propietarios de estas acciones tienen derecho a cualquier activo de la compañía que sobre después de hacer frente a todas las obligaciones financieras de la empresa. Al rendimiento ofrecido por las acciones se le denomina dividendo. Estos pagos de dividendos no son obligatorios por contrato y, por tanto, no se llaman pagos de intereses. La junta directiva de la empresa determina a su criterio el pago de estos dividendos, en función del comportamiento económico de la empresa: pueden ser altos, bajos o nulos. Por ello las acciones se conocen también como renta variable.
Estos instrumentos financieros (deuda y capital) fueron una invención de las empresas y de los Estados para acceder directamente al ahorro de los particulares sin necesidad de pedírselo a los bancos, los cuales por el hecho de intermediar entre ahorradores e inversores cobran su comisión; y esto se traduce, por tanto, en mayores tipos de interés a pagar por estos inversores. Por ello, se denomina a la emisión de acciones y de bonos como una estrategia de desintermediación financiera.
Sin embargo, los bancos terminaron por sacar partido también de la venta de estos títulos financieros, ofreciéndoselos a sus clientes y llevándose una comisión por ello. De modo que, al final de este proceso, los bancos vendían a los ahorradores modestos y con poca cultura financiera cuentas a plazo fijo y bonos corporativos o estatales, y a los grandes ahorradores, con más cultura financiera y con menos aversión al riesgo, acciones que pagan un dividendo variable.
En este momento estamos ya en condiciones para entender qué son las participaciones preferentes. Para ello, consultemos la información que nos proporciona el Banco de España sobre estos títulos financieros:
En este momento estamos ya en condiciones para entender qué son las participaciones preferentes. Para ello, consultemos la información que nos proporciona el Banco de España sobre estos títulos financieros:
“Participaciones preferentes: También denominadas, cuando las emite una sociedad extranjera, acciones preferentes. Son un instrumento financiero emitido por una sociedad que no otorga derechos políticos al inversor, ofrece una retribución fija (condicionada a la obtención de beneficios) y cuya duración es perpetua, aunque el emisor suele reservarse el derecho a amortizarlas a partir de los cinco años, previa autorización del supervisor (en el caso de las entidades de crédito, el Banco de España).
Son los últimos inversores en cobrar en caso de quiebra de la entidad, sólo antes de los accionistas.
En el pasado eran emitidas por filiales instrumentales radicadas en el extranjero - fundamentalmente centros offshore -, pero desde 2003 está regulada su emisión desde territorio español.”
Sin duda el lector habrá empezado a ver la luz. Las participaciones preferentes son un producto financiero híbrido: no es más que una inversión de capital (acciones) que produce unos rendimientos fijos (al igual que los bonos). No otorga derechos políticos al inversor, esto es no se puede participar con derecho a voto en las juntas de accionistas. Y el pago de sus rendimientos debe hacerse antes de que la empresa pague cualquier dividendo a los tenedores de acciones ordinarias. En este sentido, tienen preferencia sobre estas últimas.
Es importante destacar que el pago de los rendimientos fijos, en el caso de la participaciones preferentes, está condicionado a la obtención de beneficios. Si fueran bonos, el acreedor podría exigir, en caso del impago de los intereses, la liquidación y venta de activos de la empresa que los emitió para el cobro de esos intereses.
Ahora vemos por qué los pequeños ahorradores que invirtieron en participaciones preferentes se sienten engañados. Al ofrecer un rendimiento fijo, lo asociaron a los productos de toda la vida ofrecidos por los bancos: cuentas a plazo y bonos corporativos o estatales. A esta confusión contribuyó el hecho, de que la banca española denominase a este producto como participaciones preferentes y no acciones preferentes, que es como se conocen en el extranjero. También sabemos que los bancos no hicieron nada para informar adecuadamente a sus clientes a este respecto.
Ahora vemos por qué los pequeños ahorradores que invirtieron en participaciones preferentes se sienten engañados. Al ofrecer un rendimiento fijo, lo asociaron a los productos de toda la vida ofrecidos por los bancos: cuentas a plazo y bonos corporativos o estatales. A esta confusión contribuyó el hecho, de que la banca española denominase a este producto como participaciones preferentes y no acciones preferentes, que es como se conocen en el extranjero. También sabemos que los bancos no hicieron nada para informar adecuadamente a sus clientes a este respecto.
Cuando estalló la crisis financiera actual (2008), el valor de las acciones que cotizan en Bolsa empezó a caer en picado. De modo que, si los propietarios de participaciones preferentes querían recuperar su dinero, debían vender sus títulos a un valor sensiblemente más bajo del que a ellos les costó adquirirlos. De ahí que además de engañados se consideren estafados, pues se les ha causado un daño patrimonial lesivo a sus intereses.
La estafa se descubrió cuando, debido a la crisis económica, los ahorradores no pudieron recuperar el dinero invertido. En unos casos esto se produjo porque ante el creciente y persistente nivel de desempleo, muchos hogares tuvieron que liquidar (vender) sus activos financieros para disponer de liquidez para sus gastos habituales. En otros casos, la estafa se descubrió cuando bancos y cajas de ahorros entraron en situación de pérdidas y suspendieron el pago de los dividendos: el cliente descubrió repentinamente que no percibía los intereses pactados con la periodicidad habitual.
Hasta ahora hemos examinado las participaciones preferentes desde la perspectiva del comprador, pero ¿qué ventaja suponía este tipo de activo financiero para las entidades emisoras en comparación con otros productos? ¿Qué les llevó a emitir y comercializar masivamente este producto entre ciudadanos de baja o nula cultura financiera?
Hemos encontrado un buen análisis de la cuestión en un artículo que consignamos más abajo y que pasamos a resumir. Las participaciones preferentes computan como capital bancario, ya que se trata de dinero obtenido a perpetuidad, ventaja de la que carecen los depósitos aplazo. Así, es una fuente de financiación mucho más estable para una entidad financiera de lo que puedan ser los depósitos a plazo. A efectos de cumplir con los requisitos de solvencia establecidos en los Acuerdos de Basilea, que establecen un mínimo de ‘fondos propios’ (el capital más reservas acumuladas y detraídas de los beneficios) para el funcionamiento de las empresas bancarias, resulta ser un instrumento muy atractivo para un banco o una caja de ahorros. Y especialmente para estas últimas que, al contrario que la banca y por razones legales, no pueden emitir otros activos estables (perpetuos) como puedan ser las acciones ordinarias.
Hemos encontrado un buen análisis de la cuestión en un artículo que consignamos más abajo y que pasamos a resumir. Las participaciones preferentes computan como capital bancario, ya que se trata de dinero obtenido a perpetuidad, ventaja de la que carecen los depósitos aplazo. Así, es una fuente de financiación mucho más estable para una entidad financiera de lo que puedan ser los depósitos a plazo. A efectos de cumplir con los requisitos de solvencia establecidos en los Acuerdos de Basilea, que establecen un mínimo de ‘fondos propios’ (el capital más reservas acumuladas y detraídas de los beneficios) para el funcionamiento de las empresas bancarias, resulta ser un instrumento muy atractivo para un banco o una caja de ahorros. Y especialmente para estas últimas que, al contrario que la banca y por razones legales, no pueden emitir otros activos estables (perpetuos) como puedan ser las acciones ordinarias.
El intenso crecimiento del crédito durante el boom inmobiliario (1999 – 2007) dejó exhaustos los recursos de las cajas de ahorros: necesitaban cada vez mayor financiación y además financiación estable, con vocación de permanencia, que computase como ‘fondos propios’ y les permitiera no sólo financiarse sino también cumplir las normas de Basilea. Y el boom inmobiliario implicaba inversiones con plazos de recuperación muy largos: préstamos hipotecarios a 25 o 30 años; adquisición de terrenos para urbanizar y construir, negocio que implica también un largo periodo de maduración, etc.
Además, los gobiernos españoles que han tenido que lidiar con la actual crisis económica, tanto el del Sr. Zapatero (PSOE, 2004–2011) como el del Sr. Rajoy (PP, 2011–), promovieron reformas financieras con la pretensión de recuperar el crédito internacional para las entidades financieras españolas. En opinión de estos gobiernos (probablemente instada por el Banco de España), una aplicación exigente de los Acuerdos de Basilea contribuiría a dotar de más solvencia y transparencia a dichas entidades. Y entre estos acuerdos, era de especial importancia el cumplimiento del ratio de ‘fondos propios’ entre el total de recursos: el llamado “core capital” (capital principal). Había que elevar el “core capital” y para ello era imprescindible aumentar la dotación de recursos propios en el pasivo de las entidades financieras.
Además, los gobiernos españoles que han tenido que lidiar con la actual crisis económica, tanto el del Sr. Zapatero (PSOE, 2004–2011) como el del Sr. Rajoy (PP, 2011–), promovieron reformas financieras con la pretensión de recuperar el crédito internacional para las entidades financieras españolas. En opinión de estos gobiernos (probablemente instada por el Banco de España), una aplicación exigente de los Acuerdos de Basilea contribuiría a dotar de más solvencia y transparencia a dichas entidades. Y entre estos acuerdos, era de especial importancia el cumplimiento del ratio de ‘fondos propios’ entre el total de recursos: el llamado “core capital” (capital principal). Había que elevar el “core capital” y para ello era imprescindible aumentar la dotación de recursos propios en el pasivo de las entidades financieras.
Las entidades financieras españolas emitieron y vendieron cerca de 30.000 millones de euros en participaciones preferentes desde 1999. Este producto, un instrumento complejo y de riesgo elevado para los inversores, fue ofrecido a los clientes a través de sucursales de 52 cajas y bancos, en muchos casos hasta principios de 2011.
Llegamos así al final del asunto. Un asunto turbio que trata de codicias y engaños de banqueros sin escrúpulos, en el que se vieron involucrados niños y discapacitados, y en el que se calcula que se han visto afectadas un millón de personas. Un asunto que trata, en fin, de un grupo de hombres que un pensador tildó en el pasado de ‘honorables bandidos’.
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