Para albergar un Mundial de fútbol hacen falta estadios, no hospitales. Esa frase, que puede parecer una obviedad, cobra mayor significado al haber sido expresada por el futbolista brasileño Ronaldo, al referirse a las protestas de sus compatriotas contra el Mundial de fútbol que comenzará en poco más de un mes en su país. Si además escuchamos a Pelé respondiendo a una pregunta acerca de la muerte de trabajadores/ as en la construcción de esos estadios con “Eso es normal, son cosas de la vida. Fue un accidente, nada que asuste” y afirmando que “volví recientemente a Brasil y el aeropuerto es un caos. Esa es mi preocupación” vamos entendiendo qué es lo que se jugará en los campos de fútbol este verano: negocio.
Y para que el negocio sea perfecto, el Estado brasileño, la FIFA y las empresas que se lucrarán no dejarán que nadie se ponga en su camino, echando mano de desalojos de barrios enteros, de represión, de manipulación mediática…, todo para que ruede el balón (y los dólares).
Los Comités Populares del Mundial
Desde el año 2009, se han organizado en cada una de las ciudades que serán sedes del Mundial, Comités Populares del Mundial, coordinados a nivel estatal, con el fin de denunciar las consecuencias que tendrá entre la población brasileña la celebración del Mundial de 2014, denuncia que se ha hecho extensiva a las Olimpiadas que Rio de Janeiro acogerá en 2016. Desde estas organizaciones de base, creadas desde las favelas y los barrios, se busca la participación y la formación política de personas directa o indirectamente afectadas, a fin de extender los argumentos contrarios a estos megaeventos y organizar mejor las luchas de oposición, motivos por los cuales para el mes de mayo, la coordinadora estatal de los Comités, ha convocado un Encontro dos atingidos o Encuentro de los afectados por los megaeventos.
Esta coordinadora ha editado un dossier (que puede descargarse de su web en inglés o portugués, www.portalpopulardacopa.org.br) en el que se expone cómo estos campeonatos suponen un atropello a los habitantes de Brasil, debido a los desalojos de barrios enteros para la construcción de infraestructuras, precarización de empleos y abusos laborales, grave impacto ambiental, represión y militarización de barrios enteros, elitización de las ciudades y desvío de fondos públicos para intereses privados, además de suponer un negocio únicamente para las clases altas.
El negocio del Mundial
Una de las críticas más extendidas a la celebración del Mundial es el coste que va a suponer su organización, las obras de los estadios, de las infraestructuras construidas únicamente para el evento y de los gastos en seguridad. Según los cálculos oficiales más conservadores, el Mundial y la cita olímpica requerirán un gasto total de unos 19.000 millones de euros, cifra que otros estiman en más de 30.000 millones de euros, ambas cifras muy por encima de los presupuestos iniciales.
De estos gastos, una parte importante se la llevan la construcción de los nuevos estadios, que con un coste inicial de 800 millones de euros, superan ya los 2.700, más de lo que se gastó en los Mundiales de Alemania 2006 y Sudáfrica 2010 juntas.
Obras que, como bien conocemos en el Estado español, llevan aparejadas siempre sobresueldos, corrupción, financiación ilegal de partidos políticos, etc. De esto es un buen ejemplo el proceso de renovación y privatización del mítico estadio de Maracanã de Rio de Janeiro: entre 1999 y 2006, el gobierno de Rio de Janeiro invirtió unos 153,9 millones de euros en adaptar sus instalaciones a las exigencias de la FIFA, inversión que sólo cuatro años más tarde se demostraría inútil, dado que el campo se cerró para iniciar un Nuevo Maracanã con obras por valor de unos 310,9 millones de euros. Tras estas obras, la gestión del estadio fue adjudicado a un conglomerado empresarial, calculándose que en treinta y cinco años los beneficios duplicarían la inversión realizada. Esta adjudicación fue suspendida tras grandes protestas (duramente reprimidas) por las sospechas de corrupción, dado que las empresas adjudicatarias habían sido las grandes financiadoras de la campaña electoral del actual Ministro de Deportes.
Como se ha ido demostrando a lo largo del tiempo, todos los macroeventos (Expos, Olimpiadas, Fórmula 1, Cumbres Mundiales de cualquier cosa) dejan a su paso toneladas de hormigón y kilómetros de carreteras infrautilizados, cuando no directamente derruidos. No hace falta irnos a las infraestructuras desechadas tras las Olimpiadas de Atenas en 2004, más cerca, en Madrid, tenemos el Estadio Olímpico de La Peineta, cerrado desde hace más de diez años, la Caja Mágica, que tras unos gastos de 300 millones de euros se encuentra prácticamente sin actividad, o los terrenos y obras abandonadas de las Expos de Sevilla ´92 o Zaragoza 2004, que a día de hoy siguen sumando pérdidas.
Pero incluso de las infraestructuras que sobreviven a los eventos, hay que preguntarse a quiénes sirven. Los trenes de alta velocidad, las grandes autopistas o las ampliaciones de los aeropuertos, sólo benefician a esa minoría que necesita esa rapidez en los desplazamientos y que puede permitirse el lujo de pagarla, y las nuevas viviendas construidas en lo que fueron las villas olímpicas en zonas residenciales o en hoteles céntricos destinados inicialmente para turistas, sólo serán habitadas por esa misma clase social que hará negocios del Mundial. Esas mismas personas son las que podrán permitirse pagar los casi cien euros que cuesta la entrada más barata para los partidos con menos tirón del torneo.
En todo megaproyecto, las críticas suelen ser silenciadas con la cantinela de la creación de empleo, por lo que el Mundial y las Olimpiadas no iban a ser la excepción. La respuesta también suele ser la misma, el empleo creado es de mala calidad y sobre todo, limitado en el tiempo a las obras de construcción o a la duración del evento, pero en Brasil, se puede añadir que en los cómputos optimistas oficiales no se tiene en cuenta todo el empleo destruido en trabajos tradicionales o de la economía informal, constantemente reprimido pues los mandatos de la FIFA no permiten que nadie discuta el monopolio económico impuesto. Además, las condiciones laborales en la construcción de las infraestructuras están provocando importantes huelgas y manifestaciones en demanda de subidas salariales y principalmente de mejoras en las medidas de seguridad.
A todo ello, como en todos los grandes eventos que desplazan a miles de turistas, hay que sumarle el ascenso de la explotación sexual. Si en el Mundial de Alemania la prostitución aumentó un 30% y en el de Sudáfrica un 40%, qué no puede ocurrir en Brasil, que sufre tradicionalmente un importante turismo sexual y de explotación de menores.
.../...
No hay comentarios:
Publicar un comentario