El virólogo Vicente Larraga, del CIB-CSIC, critica el «excesivo» precio del fármaco Remdesivir, el único aprobado para tratar la covid, aunque su eficacia está en discusión.
La epidemia de coronavirus sin duda ha trastocado muchas cosas en nuestras sociedades; en muchos casos para mal, con el barrido de una generación de personas mayores, y en otros para bien, mostrando la capacidad de esfuerzo y solidaridad de personas que son esenciales para el mantenimiento de lo que podríamos llamar vida normal, bien sanitarios, personal de limpieza, suministros etc. Y también de los investigadores, que sobre el esqueleto de una estructura depauperada han tratado -y conseguido- ayudar en los diagnósticos y trabajar afanosamente para conocer mejor el SARS-CoV-2, para combatirlo y prevenirlo con el desarrollo de nuevos fármacos y vacunas seguras y eficaces.
Otros, sin embargo, los llamados neoliberales, han visto en esta conmoción mundial lo que eufemísticamente llaman “una oportunidad”; desde aquellos que han especulado con el precio de una mascarilla de protección, hasta los que, seguro, están pensando en cómo enriquecerse gracias al uso que pueda darse a fármacos ya conocidos o en desarrollo para combatir la epidemia de covid-19.
Esta larga introducción viene a cuento del precio que ha puesto la farmacéutica biotecnológica Gilead, recientemente comprada por una gran multinacional, al Remdesivir. Un antivírico ya usado contra el virus del ébola y que ha mostrado una utilidad muy mediocre frente al SARS-CoV-2. No es eficaz en los casos graves y solo ha demostrado su utilidad acortando el tiempo de recuperación en los casos de gravedad moderada, en un tercio, de acuerdo al estudio que dio a conocer el Dr. Fauci, una autoridad mundial, en su momento.
Aun así, ha sido autorizado su uso por las agencias nacionales del medicamento. Ya que no hay un tratamiento establecido, usemos lo que hay, aunque no sea lo mejor, es el razonamiento. El precio de una dosis supera largamente los 300 euros y un tratamiento habitual supera los 2.000.
Nadie duda del derecho de las farmacéuticas a tener beneficios, no faltaría más, y teniendo en cuenta los costes de desarrollo de los fármacos, que son muy elevados. No obstante, semejantes precios por algo que se sabe que es muy poco eficaz parecen excesivos, y su posibilidad de venta se basa en que hay pocos antivíricos probados y que da algún resultado frente a una enfermedad para la que no hay tratamiento asentado. Parece poco bagaje para un fármaco de primera línea en un tratamiento.
Me temo que no va a ser el último caso. En la carrera para la obtención de una vacuna eficaz, tradicionalmente considerada así cuando supera el 60% de protección en las personas vacunadas, se puede ver que hay empresas multinacionales que han priorizado la rapidez sobre otros parámetros como la eficacia. Las empresas que van más adelantadas no avanzan los porcentajes de protección que proporcionan sus candidatos. De la fase I del candidato de la empresa Moderna se puede deducir que solo un tercio de los voluntarios alcanzaron niveles suficientes de producción de inmunoglobulinas IgGs protectoras.
En el caso de la vacuna de Oxford-Astra/Zéneca, se nos dice que la protección (medida, a falta de pruebas de campo, como inducción/producción de inmunoglobulinas específicas frente al virus), es “cercana” al 50%, con todas las dudas que suscita el término cercana. Este tipo de protección no sería admitido, en ningún caso, en las condiciones normales tradicionales de actuación de las agencias del medicamento que no aceptaban ningún candidato que indujera una protección inferior al 60%.
En este caso volverá a funcionar el ya que no hay otra cosa, puesto que el resto de los candidatos que están probándose y que esperemos que induzcan altos niveles de protección frente a la infección tardarán un año, al menos, en estar disponibles. Nos volveremos a encontrar con unos fármacos, esta vez vacunas, que no parece -por lo que se ha visto hasta ahora- que tengan unos porcentajes elevados de protección y que serán requeridos ansiosamente por los gobiernos que quieren proteger a sus ciudadanos de esta epidemia.
Me temo que la tentación del dinero fácil, con unos precios muy superiores a los que indicarían los costes de desarrollo y producción, volverá a hacerse presente. Esta especulación siempre puede maquillarse con donaciones de dosis de la vacuna a países sin medios, largamente compensados con los beneficios obtenidos en otros países.
Me parece que es misión de los gobiernos proteger a sus ciudadanos de la enfermedad, pero también de la especulación que será jaleada por muchos neocon o neoliberales, en nombre de la libertad de empresa. Está claro que vivimos, los españoles y los otros ciudadanos del mundo occidental, en un mundo capitalista y yo me he acostumbrado a vivir en él. Claro que eso no implica adorar al becerro de oro. Habrá que estar atentos a los movimientos que pretendan especular con la salud de las personas. Ésta también es una de las misiones de los poderes públicos.
Vicente Larraga es profesor de Investigación del CSIC. Actualmente lidera uno de los proyectos del CIB-CSIC (Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas) para buscar una vacunas contra el coronavirus.
https://rebelion.org/la-salud-en-manos-de-la-especulacion/
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