La normalidad de los portuarios ha sido interrumpida por un contingente de miles de policías y guardias civiles. Los obreros denuncian controles constantes y amenazas en redes sociales por informar de su situación
Atracados en el puerto de Barcelona desde el 20 de septiembre, dos cruceros llenos de policías y guardias civiles han alterado la normalidad portuaria. Y de Twitter. El despliegue se había anunciado hasta el 5 de octubre pero su presencia ha sido prorrogada en diversas ocasiones.
El masivo despliegue policial ha convertido el Puerto de Barcelona en un “cuartel militar”, explica a Público Josep María Beot, estibador y secretario de la Organización de Estibadores Portuarios de Barcelona (OEPB). “Los exhaustivos controles distorsionan el día a día habitual”, incide. Beot aclara que no son independentistas ni unionistas y todas las ideologías, “desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha”, caben en su sindicato. En OEPB están afiliados los más de 1.000 trabajadores de la estiba barcelonesa.
“Sufrimos los controles de identidad y de pase pero al final nos hemos acostumbrado”, expone Enrique Pecero, trabajador de Remolcadores de Barcelona y delegado sindical de la Confederación General del Trabajo (CGT). Pecero trabaja a 50 metros del crucero Rhapsody que acoge a miles de policías nacionales en el muelle de Lepanto. Antes del 1-O, la Guardia Civil “registraba a menudo nuestros coches”. En 28 años de trabajo, este remolcador ha pasado tres controles de seguridad y en la semana previa al referéndum ha sufrido este trámite en otras tres ocasiones, denuncia a Público.
El control armado de la policía se puso sin previo aviso y sin luces en una zona no iluminada, pudiendo causar atropellos nocturnos de los policías, observa otro sindicalista de servicios portuarios que escoge el anonimato. “Lo han puesto en un lugar que nos obliga a pasar segundos controles y hasta registros de nuestros vehículos”, añade. Cada trabajador de amarre puede llegar a pasar 40 veces en una guardia por el lugar en que se encuentra el punto de vigilancia policial.
“Quema que nos pregunten ‘¿dónde vamos?’ cuando vestimos de uniforme y estamos claramente identificados con nuestro pase. Nos gustaría que retiran el control un poco para que nos permitiera salir con total libertad” de la base de amarre, denuncia. El sindicalista anónimo relata que fue encañonado con un fusil por un policía a la hora de sacar de su bolsillo el pase de seguridad dentro de su vehículo. “Es como un Estado policial. Estamos muy hartos de no poder trabajar tranquilos”.
El hartazgo es tal que los distintos sindicatos (UGT, Comisiones Obreras, CGT y Organización de Trabajadores Empresas Portuarias) de las empresas de amarre y remolque que operan en el muelle de Lepanto del Puerto de Barcelona se han unido por primera vez en su historia. Las organizaciones de trabajadores han formulado una protesta a los gerentes de las compañías para que les den una justificación del control y de por qué no fueron informados con antelación.
Algunos policías fuera de servicio realizan ejercicio físico y corren en zonas privadas del puerto como las bases de los trabajadores portuarios. Un sindicalista denuncia que lo han llegado a hacer sin chaleco reflectantes, lo que generó problemas de seguridad y obligó a suspender “algunas operativas de trabajo”. La situación se denunció a la Autoridad Portuaria y ahora solo entrenan en zonas seguras.
Desde CGT han comunicado a la dirección del puerto que los controles policiales eran excesivo. Todos los trabajadores ya tienen que pasar un registro de Policía Portuaria antes de acceder al muelle y desde que llegaron los barcos policiales muchos trabajadores son sometidos a otro. “Hay un control y una seguridad muy elevada” en los accesos, incide otro trabajador.
“Nos sentimos vigilados. Hay mucha Policía y Guardia Civil pero nunca nos hemos sentido agredidos”, concede Pecero. Los remolcadores hicieron una pitada de más de 5 minutos “a favor de las libertades, no de la independencia” en protesta por la presencia de los Cuerpos y Fuerzas del Seguridad del Estado en su lugar de trabajo. Pecero reconoce que tras la consulta del 1 de octubre se han relajado los registros a los trabajadores portuarios.
Los estibadores anunciaron el 21 de septiembre que no operarían aquellos buques que “pueden trabajarse con los medios propios de los cuerpos de seguridad del Estado”, una declaración considerada de “simbólica” por otros trabajadores portuarios porque “no suelen avituallar esos barcos”. Beot declara que ese día recibieron una solicitud para operar en ese barco, desmintiendo una información de El País que afirma que Interior usa otros proveedores y no necesitan la ayuda de los estibadores.
El sindicato de estibadores, pese a no estar de acuerdo en un principio, secundó la huelga general del 3 de octubre tras la represión estatal del referéndum independentista. Este martes han secundado también un paro de cinco minutos por el envío a prisión provisional de los líderes de la Asamblea Nacional Catalana y Òmnium Cultural.
“Los amarradores hemos informado a través de redes sociales de lo que pasaba en el puerto y nos mostramos públicamente en contra de la presencia de los dos barcos. A raíz de nuestras declaraciones, empezamos a recibir muchas amenazas de cuentas de Twitter de nazis, sindicatos policiales y de los propios policías que están dentro de los barcos”, explica un trabajador de CNT Portuarios que prefiere no dar su nombre. Las coacciones obligó a activar un protocolo de seguridad en la sede del sindicato.
La noche previa al referéndum del 1 de octubre se cerró el puerto, cuenta el amarrador cenetista. El motivo, siempre según el anarcosindicalista, fue la información sobre los operativos policiales que CNT Portuarios publicaba en redes sociales. “La policía se puso en los accesos al puerto y no dejaron entrar ni a los trabajadores”, denuncia. En los días posteriores, los empleados de la compañía en que trabaja a este sindicalista sufrieron numerosos controles y registros policiales, llegando en algunos casos a tener que enseñarles el móvil a los agentes por si habían hecho fotos o vídeos.
CNT denunció públicamente esta situación. La reacción de la Guardia Civil fue entrevistarse con los responsables de la empresa de amarre, cuenta el sindicalista. El contenido de la conversación es es desconocido por los empleados.
La actividad en Twitter de los amarradores de la CNT, donde han denunciado e informado de los movimientos de la Policía y Guardia Civil, ha logrado una gran difusión. El número de seguidores de su cuenta en la red social ha pasado de unos 1.300 a más de 31.300 seguidores, superando a su sindicato ‘madre’ de Barcelona y al confederal.
El secretario de la OEPB cree que “es imposible” que los agentes estén bien en “cubículos” y que sus “condiciones no son buenas”. “Les tiene que afectar psicológicamente”, opina Beot. El estibador cree que esta situación no es agradable para nadie.
Moby Dada, el barco de Piolín, se encuentra en una terminal con un contorno de seguridad privada y los trabajadores entrevistados no han tenido ningún problema con los agentes que allí duermen.
Público intentó entrevistar a trabajadores en el puerto de Barcelona pero la Autoridad Portuaria no permite el acceso a los periodistas desde el 20 de septiembre por la presencia de los dos barcos que alojan a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario