El repunte de la violencia machista traducida en asesinatos, como expresión final de la misoginia estructural y cultural, es un hecho constatable en la sociedad actual. Raro es el día que los medios de comunicación no anuncian el asesinato de una o varias mujeres, por cierto en los últimos meses muchos de estos medios se esfuerzan por utilizar la palabra "asesinada" en lugar de "muerta". Raro es el día que no se confirman las sospechas de parejas, exparejas, amigos o conocidos que deciden acabar con las vidas de las mujeres. El Estado Español cerró 2015 con 51 asesinatos –según cifras oficiales- que algunas páginas centradas en el análisis de esta realidad cotidiana (Feminicidio.net por ejemplo) elevan a 109 al incluir otros asesinatos cometidos hacia mujeres y que no contempla la Ley Integral de Violencia de Género estatal. Iniciado el año 2016 la cifra oficial se sitúa en torno a las 12 mujeres asesinadas, además de los casos por confirmar. Pero no olvidemos que el asesinato es la expresión extrema del machismo.
Existen y convivimos, porque así hemos sido educados y educadas socio-culturalmente, otras formas de violencia –no directa- hacia las mujeres; son violencias en principio no perceptibles, unas denominadas "micromachismos" porque se dan en las parejas, otras consideradas invisibles porque se desarrollan tan a diario que apenas les prestamos atención: chistes vejatorios, piropos obscenos, desvalorización de nuestros logros, libros de texto donde la participación de las mujeres en la historia no aparece, invisibilización por el lenguaje y un largo etc. En principio parece que son actos inocuos, que "da igual" pero estos no hacen más que reforzar el cruel juego del patriarcado cuya finalidad es reducir la presencia y esencia de las mujeres a la nada, de tal forma que cualquier acto violento hacia ellas se minimiza hasta que se produce un asesinato y entonces lamentamos la falta de medidas, de educación, de conciencia...
Las declaraciones que las altas jerarquías hacen en torno a las mujeres y "sus libertades", "sus ropas", "sus actos" deberíamos obviarlas por sí mismas, si no fuese porque la religión continúa ejerciendo una fuerte influencia sobre las personas que la practican y sobre aquellas otras que fueron formadas bajo su implacable yugo. Es por eso que se hace imprescindible que ante dichas declaraciones (así como las que otras personas encumbradas en las jerarquías políticas se atreven a hacer públicas), las autoridades con competencias en "igualdad de género" (al menos) persigan esta apología del machismo, que reprendan y repriman estas declaraciones que no hacen más que estrechar el cerco cultural sobre las mujeres.
En un entorno como este, no es de extrañar que la violencia transcienda lo verbal, lo psicológico y lo doméstico, trasladándose al mundo del empleo donde se acrecientan las diferencias de clase y género por partida doble: brecha salarial entre hombres y mujeres, mayor cuanto peor cualificado y remunerado es el empleo; facilidad del despido que sigue la misma regla de proporcionalidad; incremento de la precariedad, tiempos parciales y falta de corresponsabilidad en el hogar, circunstancias todas ellas fuertemente vinculadas con la "clase" lo que no solo contribuye a la feminización de la pobreza (o al empobrecimiento de lo femenino) sino también a una violencia duplicada (mujer precaria). Y en este ámbito de combate de las violencias machistas no cabe más que la asunción de las mismas como una "cuestión de estado" en tanto en cuanto sea este, el estado, quien continúe tomando las grandes decisiones que afectan a la generalidad de la población. Asumir que el patriarcado genera una serie de situaciones que escalonadas en el tiempo, vividas a diario, conducen a obligar a las mujeres y hombres a convivir en un sistema que acepta unos roles de género injustos, injustificados y claramente violentos. Es por ello que tanto hombres como mujeres debemos enfrentarnos a ello, demandar políticas sociales y laborales que acaben con las diferencias de género, y sobre todo luchar a diario, donde y contra quien haga falta para que nos dejen de imponer modelos de relación basados en diferencias de género inventadas y trasmitidas por el patriarcado en connivencia perversa con el capitalismo.
El Bloque Combativo y de Clase, las organizaciones que lo componemos, nos comprometemos en ello, y hacemos un llamamiento para participar en las movilizaciones convocadas unitariamente contra las violencias machistas el 8 de marzo.
DIGNAS, DIVERSAS, INSUMISAS,
JUNTAS POR NUESTROS DERECHOS
Madrid, 2 de marzo de 2016
BLOQUE COMBATIVO Y DE CLASE (Alternativa Sindical de Trabajadores AST, Baladre, Confederación General del Trabajo CGT, Comisiones de Base CoBas, Coordinadora Sindical de Clase CSC, Intersindical de Aragón IA, Sindicato Asambleario de la Sanidad SAS, anarcosindical Solidaridad Obrera)
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